Sus altas cumbres, sus templos budistas y las innumerables actividades por hacer en este país, lo convierten en el viaje perfecto para fusionar cultura y diversión. Este fue el destino que eligieron nuestros protagonistas, Nahia y Ion, para su luna de miel
Rodeado por India y China, los dos colosos de Asia, Nepal fue bendecido con una naturaleza tan variada como espectacular: las cumbres más altas del planeta y los valles que las sostienen son el escenario para cualquier amante del montañismo o el senderismo; ríos impolutos y muy escénicos hacen posibles raftings de todos los niveles de exigencia; en las llanuras del Terai, parques nacionales de ambiente subtropical permiten la experiencia de un safari entre tigres, rinocerontes y gaviales.
Pero, además, pocos países del mundo acogen un patrimonio cultural tan rico y tan bien preservado como el de Nepal, obra de una sociedad conformada por un mosaico de casi un centenar de etnias, numerosas religiones y lenguas. Viajar a Nepal es adentrarse en un país que mantiene muy presentes antiguas tradiciones, creencias, mitos y supersticiones que hacen de él un destino único para conocer la historia de las culturas milenarias que se han mezclado en Nepal.
El valle de Katmandú es uno de lugares que no hay que dejar de visitar en Nepal. Turismo a un mundo de vida, de tradiciones y contrastes. En este valle se encuentran muchas de las localidades que deberá recorrer. La primera de ellas es, sin duda, la capital del país, Katmandú. La principal urbe de Nepal es un hervidero de personas yendo y viendo por las calles de su centro histórico, que se mezclan con los coches, las bicis y, como no, las vacas sagradas. Las callejuelas del centro están salpicadas de templos, stupas gigantes y edificios medievales. Sin olvidar la plaza Durbar, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que, junto al antiguo palacio actual, le trasladará a la época de mayor grandeza de la monarquía nepalí. No se pierda tampoco los templos de Bodnath y Pashupatinah.
” Fuentes www.noticiasdenavarra.com ”