Vistas al mar o a la piscina desde las ‘suites’ de mayor lujo o cualquier otra habitación del complejo con terraza. El resort Grand Hyatt Baha Mar se eleva en el norte de la isla bahameña de Nasau casi tantos metros como se elevan sus precios. “Una hamburguesa y una Coca Cola te cuestan ochenta euros”, explica el redondelano Mario Conde.
No obstante, el lujo, las piscinas y el sol no dispersan a los concentrados jugadores de póker que durante una semana disputan el PokerStars Gamers No Restrict Maintain’em Championship. “Es gente muy profesional, que con el dinero que tienen podrían estar de fiesta en fiesta, tomando el sol o navegando, pero no. Madrugan, van al gimnasio y se centran en el póker”, añade el de Cesantes, que puede vivir, desde el inside, el mejor torneo de póker del mundo. Por eso, está en el resort de Bahamas y en sus salones de juego “comenzamos mil jugadores y el ganador se llevó 4 millones de euros. Casi nada”, reflexiona.
Es la última aventura que pudo vivir gracias a su trabajo en la net especializada Poker Purple y al organizador Poker Stars. “Hago entrevistas, narro algunos torneos y, además, juego de modo profesional. Ir a Bahamas fue el premio a una trayectoria de varios años al concederme un Platinium Pass. El pase fue una sorpresa por su parte. No hubo más. La idea era que la gente pudiera ver, a través de mis redes, lo que se vivió allí y cómo es aquello. Yo estaba en un torneo de 25.000 dólares de entrada”, narra Mario Conde.
Comenzó a jugar y se jugó una buena mano. “Tenía la mejor posible, pareja de ases. Pero me la jugué con otro que tenía reyes, que es la segunda mejor mano y le salió uno en el ‘flop’. Ahí me fui fuera”, expresa el de Cesantes. No tuvo opción a seguir ni a alcanzar las mesas televisadas de un torneo gigante, con un millar de jugadores. “A partir de ahí, me embarqué en la aventura de entrevistar a los mejores jugadores del mundo y vivir desde dentro ese ‘Show de Truman’ que Poker Stars monta para la gente allí. Es uno de los hoteles más lujosos del mundo, en uno de los lugares más espectaculares del mundo. Estás rodeado de futbolistas, de estrellas del rap, de fútbol americano… Vienen estrellas de todas las disciplinas. Resultó algo fantástico. La experiencia resultó inmejorable”, rememora ya de regreso en casa.
Sobre el trato con los mejores jugadores del mundo destaca lo alejado que están estos tipos de torneos de la versión cinematográfica del póker. “A nivel profesional, esto no es como una película que, si pierdes una mano, te pueden pegar dos tiros en el bajo de un bar. No tiene nada que ver con eso”, describe. De hecho, hablar con los profesionales de este juego le permite asegurar que “los jugadores, habitualmente, te dejan unos valores de vida interesantes. Es gente que viajó, que controla de literatura, matemáticas o historia. Y, después, en el campo emocional también dejan un legado. Es hacer preguntas a gente que es muy inteligente”, afirma.
Por ello, tras varios años, admite que no hay una fórmula exacta para conocer quién es un buen jugador. Entrevistó a pilotos de avión que jugaban de forma beginner o a estrellas que viven gracias a su rendimiento con las cartas. “Cada jugador es un mundo y cada cabeza es un mundo. No es lo mismo las necesidades que tiene una persona que empieza y apenas sabe matemáticas que otra que, sabiéndolas, necesita trabajar más el campo de la inteligencia emocional. Tiene que saber controlar más la pérdida, la derrota o el fracaso. Depende del jugador”, describe Mario Conde y, advierte que, entre los profesionales no se juegan coches, ni la cartilla del banco. Hay grandes sumas, pero sin caer en la ruina: “No cometen los errores de arriesgar más de la cuenta. Todo está muy trabajado”.
El camino que lleva desde una habitación en una casa de pueblo en Cesantes hasta el resort Grand Hyatt Baha Mar tiene parte de casualidad y una parte, muy importante, de trabajo. “Comencé a jugar en 2018 y lo fuerte fueron los años de la pandemia. Ahí estaba muy enchufado porque no se podía salir de casa, no se podía hacer nada y el covid lo cambió todo para mí. Encontré ese reducto y, a partir de ahí, crecí. Me enganchaba a Twitch e invitaba a gente que conocía de los diferentes torneos y la cosa empezó a gustar. Siempre se aprende algo en las entrevistas”, expresa el cesantino.
Y comenzaron a llegar las invitaciones a los eventos, los encargos de entrevistas, las visualizaciones en la net y el crecimiento de las redes. “En su día, me di cuenta de que comenzaban los podcasts en España y, me dije, hay que contarlo. Porque en el mundo del póker hay gente muy interesante, de muchas profesiones diferentes y de distintas procedencias. Además, me encanta hablar con la gente. De pronto, tenía la opción de, con una cámara y un micro, dar a conocer a gente con historias que contar. Y eso gustó”, relata. Por ello, el viaje a Bahamas es una parada en su camino en el póker: “Hay más cosas preparadas para los próximos meses. Este es el comienzo. Estoy muy orgulloso de haber llegado hasta aquí y mucho trabajo me costó”.
Eso sí, Mario Conde no deja atrás la baraja, pero sí la observa desde otro punto de vista. “Me va bien y ahora ya estoy en una parte más de comunicador que de jugador. Sigo jugando, pero con menos intensidad y, sobre todo, con muchas menos pretensiones. No tengo la ambición de crecer en ese campo. Como practicante, estoy estancado en una Segunda División B y estoy muy feliz ahí. Pero el campo en el que quiero avanzar es el otro. Por ejemplo, situarme en la parcela de comentar y narrar póker, como una especie de Javier Ares -periodista especialista en ciclismo-. Porque, además, creo que es el momento de hacerlo porque no hay nadie y es algo que me gusta. Es una parcela en la que estoy muy cómodo”.
Las lecciones del mundo del póker fueron muchas estos años. “De matemáticas, de control emocional, de gestión”, narra. Y, también, de vida porque admite que “los jugadores profesionales se retiran pronto. Están entre los 20 y los 40 años, pero a partir de 30 ya ves pocos. Los muy buenos, lo dejan antes y se dedican a otros negocios que desgasten menos. El nivel de concentración que conlleva el póker profesional es muy alto”, admite con la vista puesta en la playa de Cesantes. No hay cartas, pero sí olas llegando mansamente a la orilla.
” Fuentes www.atlantico.net ”