La ‘guerra’ en el turismo espacial enfrenta este mes a Jeff Bezos, fundador de Amazon, con Richard Branson, el excéntrico personaje detrás de Virgin Galactic, la primera compañía en obtener la licencia de operador de vuelos comerciales al espacio, aprobada recientemente por la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos. Más de 600 personas ya han adquirido el tiquete de 250.000 dólares para disfrutar del viaje en la aeronave espacial SpaceShipTwo Unity.
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Pero antes de que sus clientes puedan cumplir su sueño, el propio Branson, junto a dos pilotos y otros tres tripulantes, irá muy cerca del límite del espacio –hasta los 90 kilómetros de altura– el próximo domingo, 11 de julio, para evaluar la experiencia de astronauta privado, adelantándose al vuelo de su rival Bezos y robándole algo de protagonismo.
Bezos volará en el primer lanzamiento tripulado de su cohete a bordo de la cápsula New Shepard, nombre que hace honor a Alan Shepard, quien el 5 de mayo de 1961 se convirtió en el primer norteamericano en viajar al espacio, menos de un mes después de que el cosmonauta soviético Yuri Gagarin lo lograra por primera vez.
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Para Bezos, el próximo 20 de julio, cuando se conmemoren los 52 años de la llegada de seres humanos a la Luna, será un día difícil de olvidar; será el día en que su compañía Blue Origin dé el paso más importante en el negocio del turismo espacial con un vuelo de tan solo 11 minutos. Los ojos del mundo estarán también puestos en Wally Funk, una de los tres tripulantes que lo acompañarán, y la persona que más tiempo ha esperado para viajar al espacio.
A comienzos de la década de 1960, Funk fue parte del programa Mercury 13 de Nasa, donde 13 mujeres se preparaban para viajar al espacio, pero ni a ella ni a ninguna de sus compañeras se les permitió convertirse en astronautas y hacer realidad su sueño. Ahora, Funk será la persona de mayor edad en llegar al espacio, rompiendo el récord que ostenta John Glenn, quien lo hizo con 77 años, irónicamente, uno de los que más se opuso a que las mujeres del Mercury 13 fueran al espacio hace 60 años.
Lo cierto es que los vuelos de este mes marcan un punto de inflexión en la masificación de este negocio. Ya no se habla de tarifas por encima de los 20 millones de dólares, sino incluso por debajo de los 250.000 dólares.
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La larga carrera espacial
“Los lápices empezaron a flotar en el aire y pude ver la negrura del espacio y la curvatura de la Tierra”, recuerda Tito al celebrar dos décadas del viaje
Aunque hablar de turismo espacial puede sonar a ciencia ficción, lo cierto es que desde hace ya 20 años los viajes de turistas más allá de la denominada línea de Kármán, que marca la frontera invisible entre el last de la atmósfera y el inicio del espacio exterior, ubicada a unos 100 kilómetros de altura sobre el nivel del mar, son una realidad.
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El 30 de abril de 2001, el millonario norteamericano Dennis Tito se convirtió en el primer turista espacial de la historia al desembarcar en la Estación Espacial Internacional, transportado por un cohete ruso Soyuz, para realizar su increíble hazaña de una semana con la prodigiosa vista de nuestro planeta desde los 400 kilómetros de altura. Hoy, Tito, con casi 80 años, reconoce que aquella ha sido la mejor experiencia de su vida, aunque darse el gustico de orbitar 128 veces el planeta le representó desembolsar unos 20 millones de dólares.
Los vuelos espaciales comerciales empezaron a planearse desde finales del milenio pasado. La empresa Area Adventures, fundada en 1998 en Virginia (EE. UU.), fue la primera en poner en el espacio a un ciudadano de a pie con el suficiente interés y dinero, precisamente el ahora célebre Dennis Tito. “Los lápices empezaron a flotar en el aire y pude ver la negrura del espacio y la curvatura de la Tierra”, recuerda Tito al celebrar dos décadas del viaje.
Solo un puñado de personas han seguido los pasos de Tito. En la primera década del nuevo milenio, siete clientes habían disfrutado de las aventuras espaciales orbitales, incluyendo a Charles Simonyi, cofundador de Microsoft, quien además es el único turista que ha viajado dos veces al espacio, en el 2007 y el 2009.
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El séptimo viajero, otro multimillonario, fue Man Laliberté, fundador del famoso Circo del Sol, quien será además recordado por ser el primer turista espacial canadiense de la historia. Aquella imagen del empresario circense colocándose una nariz roja de payaso justo después de volver a poner sus pies sobre tierra firme el 11 de octubre de 2009, se convertía en la última que hemos visto de un turista espacial tras culminar su singular excursión.
A la fecha, Area Adventures se adjudica todos los viajes exitosos de turistas espaciales, aunque no hubieran podido lograrlo sin la ayuda de Roscosmos, la agencia espacial rusa. Mientras que la Nasa en EE. UU. siempre se había opuesto a la thought de enviar civiles al espacio, los rusos encontraron en la posibilidad de vender asientos en sus naves Soyuz la mejor forma para ayudar a financiar su programa espacial, que después de la disolución de la Unión Soviética en 1991 no estaba pasando por su mejor momento.
La situación dio un giro inesperado cuando la Nasa anunció el last de su exitoso sistema de transporte espacial. El popularmente conocido transbordador espacial había representado, desde su primera misión en 1981, el primer sistema de transporte parcialmente reutilizable del mundo. Luego de 134 misiones exitosas, cinco naves de la flota de orbitadores (Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour) y dos nefastos accidentes en los que perdieron la vida un complete de 14 astronautas (Challenger en 1985 y Columbia en 2003), el 8 de julio de 2011 despegó la última misión desde Cabo Cañaveral rumbo a la Estación Espacial Internacional (EEI).
Aquella fue la última vez que la Nasa tuvo completa autonomía para enviar astronautas al espacio, y no vio otra alternativa que comprarle a Rusia asientos en las Soyuz para realizar esta tarea y darle continuidad al relevo de tripulaciones en la EEI.
Una opción impensable
Así llegó para Roscosmos una opción impensable, y hasta irónica, tan solo unas décadas atrás en plena carrera espacial: venderles tiquetes para ir al espacio a los reyes del capitalismo. Para Area Adventures, las noticias no fueron tan buenas; ahora los cupos de Roscosmos para los viajes orbitales estarían reservados a la Nasa, lo cual significaba el fin de una buena racha de viajes turísticos al espacio.
Durante casi una década, las cosas no cambiaron sustancialmente, hasta el vuelo de la astronauta Kate Rubins el 14 de octubre de 2020, el último lanzamiento de Soyuz con un astronauta estadounidense a bordo. Este último tiquete que les pagaron a los rusos le ha salido caro a la Nasa, algo más de 90 millones de dólares por el asiento de Rubins, pero significa el inicio de una nueva period para la agencia estadounidense, que ahora monta a sus astronautas en la nave Crew Dragon de la compañía Area X.
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La empresa, fundada en 2002 por el multimillonario Elon Musk, es protagonista en la nueva generación de vuelos al espacio por su capacidad para proveer servicios a las agencias espaciales e incorporarse al negocio del turismo espacial.
Tan solo un par de meses antes de que Area X realizara su primer vuelo espacial tripulado, con dos astronautas de la Nasa en la expedición 63 rumbo a la EEI en mayo del año pasado, se firmó un acuerdo con Area Adventures para poner en órbita a turistas espaciales en las cápsulas Crew Dragon, diseñadas para transportar hasta siete personas.
Este año, Area X anunció en su cuenta de Twitter el primer vuelo “totalmente comercial” al espacio, el de la misión Inspiration 4. Para last de año esperan llevar a cabo esta misión, en la cual cuatro civiles –astronautas comerciales– ascenderán al espacio en el cohete Falcon 9 y orbitarán la Tierra durante varios días a bordo de la cápsula Dragon. Uno de ellos, el que puso el dinero para comprar el vuelo orbital, es Jared Isaacman. Dueño de una compañía de pagos y cofundador de otra que entrena a pilotos para las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Isaacman ha comprado cuatro asientos en oferta, a 50 millones de dólares cada uno.
Entre sus acompañantes estará Hayley Arceneaux, una superviviente de cáncer y asistente médico en el hospital infantil St. Jude de Tennessee, quien se convertirá en la estadounidense más joven en viajar al espacio y la primera persona con una prótesis.
El sueño de muchos
El concepto de turismo espacial está animando a ofertantes y compradores. “Me entusiasma la idea de que muchas más personas puedan vivir la experiencia de estar en el espacio y, con suerte, traer de vuelta a la Tierra un nuevo sentido de su relación con nuestro planeta”, cube Jeffrey A. Hoffman, exastronauta de la Nasa que trabaja en el Departamento de Aeronáutica y Astronáutica del MIT.
Sumadas a estas empresas, nuevas iniciativas empiezan a consolidarse. Recientemente se anunció el lanzamiento de EOS-X Area, compañía española de turismo espacial que planea llevar a 10.000 personas a la frontera del espacio durante esta década, desde su primer vuelo en el 2023. Para ello, utilizará una cápsula presurizada que ascenderá en un globo hasta 40 kilómetros de altura, lo que en realidad no supone un viaje propiamente al espacio exterior, pero permitirá a sus clientes ver la curvatura de la Tierra y la oscuridad del espacio exterior sin una preparación física exigente.
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Mientras esperamos los resultados de estos viajes, otros trabajan en la primera misión civil privada a la Luna. Area X tiene previsto realizar un vuelo orbital a la Luna en el 2023, tripulado por el magnate japonés Yusaku Maezawa, quien compró todos los tiquetes para que lo acompañen ocho pasajeros, los cuales espera seleccionar mediante una convocatoria abierta.
Roscosmos, por su parte, sigue buscando formas de comercializar sus viajes en las Soyuz. Se sabe que está colaborando con Area Adventures para ofrecer en el 2023 un viaje turístico a la EEI que incluya un paseo espacial, es decir, poder flotar libremente en el espacio fuera de la nave. Sin embargo, la opción más llamativa es que Rusia pueda tener una estación orbital propia para la segunda mitad de esta década, que le permitirá tener más management en su oferta de turismo espacial.
El futuro vendrá acompañado de varios proveedores, nuevos vehículos espaciales y hasta hoteles en el espacio, como la propuesta de Orbital Meeting Company para construir el primer resort espacial, el Voyager Station. La amplia oferta, sumada a avances tecnológicos, permitirá tener precios competitivos que les posibiliten a más personas darse el lujo de ascender a lo más alto, pero también el beneficio de la economía espacial, en la que cada vez están involucrados más actores indirectos.
El viaje de Tito marcó un punto de inflexión en nuestro contacto directo con el espacio al comienzo del milenio, pero ahora, que entramos en la nueva period del turismo espacial, parece que la llamada democratización del espacio y la posibilidad para que más terrícolas puedan disfrutar de unas vacaciones fuera de este mundo no tiene vuelta atrás.
* Ph. D. en Astrofísica, Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional.
” Fuentes www.eltiempo.com ”