Es cierto, el Chancho con Chaleco no es uno los nuevos restaurantes de la ciudad. Por el contrario, es un clásico que estuvo por más de 100 años en Maipú, pero que ahora tiene una nueva ubicación, en Av. Rancagua, a pasos de barrio Italia.
Este native es más pequeño, tiene terraza y aunque ahí no se puede bailar, la estrella sigue siendo el chancho, en versiones como arrollado, pernil o costillar por ejemplo, que se hacen siguiendo la receta de Procesa González Aguilar, más conocida como la “Sra. Pochita”, la matriarca de la familia. La misma que heredó el native de su padre, cuando period sólo una chanchería.
Si vas a conocerlo parte con la pichanga de barrio ($ 7.800), una maravilla con arrollado, cebollita perla, queso chanco, aceitunas, encurtidos y ají verde; o un causeo de patita de cerdo ($ 4.900) ¡Imposible más chileno!
Además, llegarán acompañados de dobladitas con mantequilla y cebolla en escabeche. Very best para compartir y acompañar de una jarra de borgoña ($ 8.700) o de una jarra de sangría ($ 9.300).
De seguro te suena su nombre si eres asiduos a pasear por el Persa Bio Bío y a probar sus cocinerías y picadas. Eso porque Veneno Negro partió hace un par de años con una combi que funcionaba dentro de un galpón de calle Víctor Manuel, entre Placer y Bio Bío.
Native que cerró para trasladarse a uno nuevo, en una casona con terraza ubicada en Av. Santa Isabel, casi en la esquina de Julio Prado, en barrio Italia.
Se trata de un lugar pequeño, relajado, a cargo de Javier Miranda, Caro Miranda y Pablo Fuentes, quienes llevan a hasta nueva ubicación su cocina bien creativa y de temporada.
Una donde siempre encontrarás tres opciones de entradas, como los churros de pescado ahumado ($ 5.000), que son literalmente churros que vienen con una espuma de salsa a la huancaína para untar, además de tres de fondo.
Entre estos últimos está el pescado burger y plátano frito ($ 6.500), pescado fresco sopleteado, en pan de papa, pebre de piña asada, kimchi de pepino, mayo de limón jengibre, hojas verdes y plátano frito.
Una de las aperturas más esperadas de este pandémico años se llama Demencia y tiene el sello del premiado chef Benjamín Nast.
Una apuesta a medio camino entre DePatio y DeCalle, sus dos conocidos restaurantes, donde se que luce esa mezcla de técnica y creatividad propia de este chef.
Ahí te encontrarás con una gran terraza con una barra, un cartel de neón con el nombre y road artwork con imágenes asiáticas en las paredes.
Un entorno perfecto para probar su cocina rica y creativa, incluso con algunos hits de DePatio, como los espárragos con menta ($ 7.000), que vienen con una salsa holandesa, de verduritas, huacatay y orégano.
O los prensaditos de papada de cerdo ($ 7.000), que son dos sanguchitos de pan brioche rellenos de esta sabrosa papada, más repollo fermentado y lactonesa al merkén.
Ideales para acompañar de alguno de los cocteles de autor a cargo del bartender Fabian Reyes, como desvarío ($ 7.000), con gin, syrup de violeta, limón, tónica y angostura de cacao; o Disparate ($ 7.000), con pisco, syrup de mate, pomelo y soda.
Hay varias novedades sabrosas en el Persa Bio Bío, entre ellas está que se instaló en los locales 8 y 9 del Galpón 6 del Persa Víctor Manuel y al que puedes entras por el acceso de calle Placer.
Ahí, los sábados, domingos y festivos, María Angélica Quintul cocina junto a sus hijos, los sabores de su tierra: la Isla Tenglo y La Vara, en la Región de Los Lagos.
Es decir, cocina huilliche, de los mapuches más australes, en la que solo usa productos de cooperativas y comunidades, como huevos de gallina collonca, que puedes probar revueltos a partir de las 10 AM, la hora del desayuno, con sopaipillas, empanadas de manzana o kuchenes de murta, por ejemplo.
A la hora de almuerzo uno de los imperdibles, el pulmay ($ 10.000), la versión en olla del curanto -kurantu en mapudungun, que significa pedregal- y lleva mariscos surtidos, como cholgas y choritos, pollo, costillar ahumado en leña de ulmo y longaniza.
También incluye milcao, la mezcla de papa cocida y cruda rallada, que se hace con manteca y chincharrones, junto con chapalele hechos con harina, papa y rellenos con queso mantecoso, más un aliño de ajo chilote y vino. Todo cocinado bajo hojas de pangue, nalca.
Otra opción es el cordero asado al horno ($ 8.990), de libre pastoreo, con el acompañamiento que elijas, que pueden ser papas con luche o cremoso de mote. Y pide el pisco bitter ($ 4.000), con murta, maqui o calafate.
Es la versión 2.0 del restaurante que encuentras desde 1999 en la calle Loreto, el mismo que se caracteriza por sus platos de cocina casera y mesas con papel kraft y crayones de colores.
Ahora, acaba de abrir un nuevo native en Av. Alonso de Córdova, específicamente en el piso -1 del Edificio Alonso, a cargo de Chris Portugal, un peruano con patita permanente en Chile, ya que su mamá es chilena.
Un lugar amplio, con casi 800 m2, 250 m2 de terraza y un diseño inside a cargo de Hugo Grisanti y Kana Cussen, que conserva el clásico neón rojo, pero además está plagado de detalles, como la barra que recuerda el estilo de los años 60.
Tiene la gracia de mantener la esencia de El Toro, aunque en un formato distinto. Todo el estilo de cocina rica, casera y buenos precios, mas una carta de vino acotada, de 36 etiquetas, pero bien escogida, que va entre los $ 9.900 y $ 17.900 por botella.
Con la cocina common como bandera acaba de abrir este native en Providencia, en Manuel Montt, casi al llegar a Valenzuela Castillo.
La gracia es que su carta está inspirada en el sabor de la cocina de caleta, es decir, platos generosos a cargo de Nikólas Karoussis, chef que probablemente conozcas por su paso por el El discípulo del chef, el programa culinario de Chilevisión.
Para partir probando su mano, pide alguna de sus empanadas fritas, como la Caleta Santiago ($ 3.600), que es una con ostiones y camarones al vino blanco y queso mantecoso; o la camarón-queso ($ 3.300), con una buena cantidad de camarones al vino blanco.
Luego, uno de sus imbatible, el sánguche de pescá ($ 7.900), que viene en doble marraqueta tostada con mantequilla y ajo chilote, que lleva pescá frita de crujiente batido con cerveza para darle más crocancia, rúcula, berros, tomate y una salsa tártara de mayo casera y pickles, más cebolla en escabeche y ají oro.
Para acompañar encuentras coctelería clásica, que puedes probar en jarra, como el pisco bitter ($ 13.000), picantito, con ají cacho de cabra, o el borgoña ($ 10.000), con vino tinto y chirimoya.
O si prefieres, tragos de antaño, como el pichuncho ($ 3.200), de pisco, vermú y limón; o el bitter batido ($ 3.000), con bitter, crema de cacao y un toque de azúcar flor.
Es todo un secreto escondido en Providencia. Eso, porque se instaló en un native que está en un pasaje contiguo a la Iglesia la Divina Providencia y que no se ve desde la calle.
Vale la pena visitarlo porque ahí encuentras la verdadera pizza napolitana, la misma que fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Es que en Nápoles, los pizzaioli o maestros pizzeros son considerados unos verdaderos artistas, por la habilidad que se requiere para hacer la masa y hornearla, eso que en apariencia se ve fácil, ya que los ingredientes son sólo agua, harina y sal.
Además, aquí quien atiende es el propio dueño, Salvatore Esposito, un napolitano que importó el horno y la materia prima, para lograr darle una calidad comparable a la de su tierra.
Tan buena onda es, que si bien aún no tiene patente de alcoholes, no te cobrará por el descorche.
Es la última puesta de Juan Gabler, quien puso su sello en restaurantes como Cuerovaca, el primer steakhouse, y Cívico, con locales en el Centro Cultural Palacio La Moneda y en el centro cultural CorpArtes.
Y aunque su concepto es a las brasas, se diferencia del Cuerovaca, por ejemplo, en que tiene un estilo más casual, relajado, con Dj y donde la carta comparte protagonismo con el Barbequ, una gran barra con coctelería de autor.
Perfecta para tentarse con un cocktail 17 ($ 7.000), en base a tequila con jugo de naranja, hibiscus, syrup chili peperoncino, un toque de limón y tónica, o el cocktail 23 ($ 7.000), de gin, con infusión de té verde, puré de pepino, vino blanco y sambuca.
Otra innovación de Bebequ es que si bien el corazón de la cocina son las brasas, aquí la protagonista no es la parrilla, sino el horno tipo Josper, que es una combinación entre parrilla y horno, que le da a los productos un toque braseado y asado, con ese saborcito a leña, que combina perfecto con esta carta que juega con carnes, pescados, verduras y fruta.
Desde ahí salen preparaciones más clásicas, como la entraña, pero también otras más coquetas o poco usuales, como las alitas de pollo ($ 5.600), picante al tandoori con un toque de yogurt, o las pizzas a las brasas, como la de plateada de wagyu ($ 8.300).
En el jardín del Resort Acacias, uno con más de cincuenta años de historia en Vitacura, se instaló este restaurante que antes estuvo ubicado en Recoleta.
Ahora esta prácticamente escondido en este lugar, con locomotoras antiguas, una amplia terraza inside y un jardín con pérgola por donde puedes pasear sin escuchar siquiera el ruido de la calle.
Ahí, puedes ir a probar un estilo de cocina enfocada en el producto chileno, que coquetea con los sabores mediterráneos, sin dejar de lado la sazón nacional.
La de platos como el arroz caldoso de mariscos a la parmesana ($ 13.900), una bomba cremosa, con mariscos de la temporada y harto queso parmesano.
No dejes de pedir alguno de los cocteles de la casa, como el Antonia ($ 6.500), con un toque de gin, chardonnay, jugo de maracuyá, agua de jengibre y vermú.
Este restaurante de cocina rica y informal se instaló en el Centro Leñería, un espacio cowork en Providencia.
Ahí, además de ir a desayunar como los dioses, puedes probar un menú de almuerzo con entrada, fondo y té frío ($ 7.500).
Las opciones cambian a diario, pero puede tocarte una sopa de puerros de entrada y de fondo roast beef con arroz integral, combine de semillas, brocoli y coliflor asada más un combine de hojas verdes. O una milanesa de vacuno o pollo, con papas doradas y combine de hojas verdes.
Otra alternativa es que pidas algunas de las opciones veggies de la carta, como la hamburguesa de betarraga ($ 5.900), con arroz caribeño, pebre de piña y ensalada de hojas verdes, o el curry citrón ($ 5.900), de garbanzos con vegetales del huerto, maní y un curry cítrico con leche de coco.
No tienes que viajar hasta la playa esta temporada para probar mariscos fresquísimos. En Santiago basta con ir a la esquina de calle Tegualda con Santa Isabel, en barrio Italia, donde se acaba de instalar Marina Mar de Tapas.
Así se llama esta nueva marisquería que te espera con una cómoda terraza que da hacia la calle y donde te puedes sentar a disfrutar de mariscos frescos, recién abiertos y sacados de una piscina que se encuentra en el inside del native y que recrea el agua de mar, con la salinidad y la temperatura controlada.
Desde esa piscinas salen ostras de Ancud ($ 5.990), ostiones de Tongoy ($ 6.990) y ostras japonesas del mismo balneario ($ 6.990), unas de mayor tamaño y sabor más sutil que las de Chiloé, por ejemplo, que acá te sirven crudas, con salsas de la casa, como la de cebolla perla con ají en escabeche y albahaca, o la de pimentón verde, menta y limón.
Ya abrió en Chile la primera parrilla japonesa y que la versión native del restaurante peruano que tiene el sello de dos grandes de la cocina de Lima, Osaka y Osso Carnicería y Salumería.
Un concepto que ahora traen al país con su primer native en Santiago, que se acaba de inaugurar en Av. Nueva Costanera, a un espacio de 900 metros cuadrados y con dos terrazas, una inside y otra que da hacia la calle.
Ahí, puedes ir a probar su cocina con acento nikkei, a cargo de la chef colombiana Yeimi Montoya, inspirada en la robata-yaki, técnica japonesa donde las carnes, pescados y mariscos se cocinan a fuego, en una parrilla a la vista.
Esa técnica utilizan es la que utilizan en platos como las alitas de pollo crocantes ($ 8.000), con una reducción de balsámico, aceite de trufa y cilantro, o la punta de ganso ($ 15.500), blanda y jugosa, con mantequilla gochujang, sal ahumada y limón.
De los nuevos restaurantes en la ciudad, este uno de los recomendados para los amantes de la cocina coreana, un native que se instaló en la tranquila calle Sagrado Corazón, en el barrio Patronato.
Es un lugar con una pequeña terraza, donde encuentras opciones de cocina coreana y sushi, a cargo de Hyun Suk Kim, más conocido como “señor Kim” y de So He Yu, la “señora Yu”.
Quizás probaste su mano alguna vez, porque son los mismos cocineros que tuvieron por 16 años el Hanabi, un restaurante coreano en Vitacura y que cerró sus puertas.
Ahora deleitan acá con auténtica comida coreana, las de platos como el Ttekboki ($ 5.000), que es una suave pasta de arroz, con la textura del terciopelo, que viene con masa de pescados y verduras salteadas, más una salsa picante.
O el bibimbap ($ 7.000), una preparación frío que puedes pedir con o sin carne, y mezcla arroz con verduras picadas finitas y huevo frito.
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