Majestuosos paisajes, históricas fortalezas de adobe y, entre otros muchos más tesoros, el desierto. Sin duda, Marruecos atrae a todo viajero que se precie por su fascinante orografía, a la que, por supuesto, hay que añadir su interesante cultura, enormemente rica y variada. Desde las montañas y el oasis del Atlas, pasando por las largas playas de la costa atlántica, hasta los auténticos pueblos de belleza tradicional y rural intacta, ciertamente, es un país idílico en el que se puede disfrutar de la naturaleza en su máxima expresión.
En esta ocasión, y dando por hecho que resulta imposible describir todo lo que ofrece Marruecos en un solo artículo, nos vamos a centrar en dos de las visitas «obligadas» si se quiere sentir la inmensidad y grandeza de este enclave tan especial del planeta: las famosas kasbahs del sur y las dunas de Merzouga.
Como ya hemos indicado, las kasbahs son una cita ineludible para todos aquellos que quieran conocer en profundidad Marruecos, y para ello, nada mejor que la Ruta de las Mil Kasbahs. Uno de sus alicientes es que siguiendo su itinerario se llega a lugares que permiten descubrir exóticos paraísos y la forma de vida del pueblo bereber.
Antes de nada, un pequeño inciso para explicar que el término «kasbah» corresponde a dos construcciones bien diferentes, por un lado, tenemos los kasbahs del norte del país, que están ligados a la cultura musulmana, y, por otro lado, los kasbahs del sur, que son propios de la cultura bereber y que son los que encontraremos en esta ruta. Más de un millar de kasbahs son las que pueblan el sur marroquí, de diferentes extensiones, situadas en llanuras o elevaciones, con unas estancias u otras; todas son edificaciones que, aunque con elementos comunes, forman una infinita serie de variaciones. Su función period albergar familias de poder adquisitivo alto, así como establecerse como punto de encuentro de las rutas comerciales. Hoy día, estas fortalezas de adobe son icono de Marruecos.
Las kasbahs, una fascinante ruta con la que viajar en el tiempo
Proponemos un inicio excellent para visitar algunas de las más emblemáticas de esta ruta, Ouarzazate. Por su ubicación al pie de la cordillera del Atlas y por su situación al sur del país, esta ciudad es la gran entrada marroquí hacia el inmenso desierto y, por ende, a nuestro segundo lugar «imperdible», las dunas de Merzouga.
Es conocida como el Hollywood de África por ser escenario recurrente de la meca del cine, y no es de extrañar, ya que es un paraíso para los directores por sus paisajes de alta montaña, cumbres nevadas, amplios palmerales, extensas y áridas llanuras, espectaculares oasis con lagos y frondosos valles, y, además, apenas llueve y la luz es excepcional. A 5 km se encuentran los famosos estudios Atlas, donde se pueden conocer los detalles de la escenografía de grandes producciones como Gladiator, El Reino de los Cielos, la primera de La Guerra de las Galaxias y otras como Astérix y Obélix: Misión Cleopatra; aquí incluso se rodaron escenas icónicas de la famosa serie Juego de Tronos. En el centro de la ciudad se respira un ambiente auténtico, y su epicentro, la Plaza Al-Mouahidine, es un lugar muy concurrido y está repleto de cafeterías, restaurantes y pequeñas tiendas.
Previo a iniciar la ruta desde Ouarzazate en dirección a Merzouga, retrocedamos 30 km por la N-9 para llegar a Ait Ben Haddou, uno de los lugares más insólitos y con más encanto de Marruecos, y que, aunque a veces se le identifica como kasbah, es en realidad un ksar, es decir, un conjunto de kasbahs. De una belleza que impresiona y considerado Patrimonio de la Humanidad, es uno de los más antiguos y mejores conservados del país. Su historia se remonta a casi mil años atrás y en su laberinto de callejas reside el encanto de sus orígenes. Su espectacular arquitectura bereber ha sido escenario de películas como La Joya del Nilo, Lawrence de Arabia, Babel… En la actualidad aún viven familias en este recinto amurallado, y en él habita también el exotismo indiscutible de Marruecos.
Comencemos ya las visitas a las kasbahs más emblemáticas de la ruta cercana a Ouarzazate. La primera se encuentra a tan solo 15 minutos caminando desde el centro de la ciudad, la Kasbah de Taourirt. Serena y poderosa, está clasificada como Monumento Histórico del Patrimonio Nacional y resulta fascinante por sus torres dentadas, sus líneas geométricas y su inside ricamente decorado. Se caracteriza por sus muchas escaleras que conducen a habitaciones diferentes y estrechos pasadizos laberínticos.
Enumeraremos ahora con unas breves pinceladas las que creemos imprescindibles: La Kasbah de Tifoultoute, cerca del río Draa; construida en el siglo XVII, fue renovada hace 30 años y transformada en lodge restaurante, el entorno en el que predominan multitud de palmeras ofrece calma y tranquilidad. La Kasbah de las Cigüeñas, que, aunque menos conservada que otras, merece la pena por la singularidad de que su nivel más alto se ha convertido en la parada favorita de muchas cigüeñas en plena migración, y la imagen que ofrece es muy bonita y pintoresca. Situada en el Palmeral de Skoura, se distingue por su patio cuadrado elevado y enmarcado por cuatro grandes torres la gran Kasbah de Amridil. Comenzada en 1860 y enriquecida con edificios a lo largo de décadas, la Kasbah de Telouet es una verdadera obra de arte que fue fortaleza, castillo y caravanserrallo al mismo tiempo. Merece la pena también mencionar la impresionante Kasbah de Tamdakht, que tiene nada menos que cinco plantas y nueve torres, y, por último, queremos destacar, por ser la más antigua de Marruecos, la Kasbah de Tamnougalt, edificada en el siglo XVI.
Las dunas de Merzouga, donde late el corazón del desierto de Marruecos
Adentrémonos en el Sahara directos a nuestro segundo destino, las dunas de Merzouga, una de las joyas de este desierto. Robert Edison Fulton Jr. dijo: «El desierto cuenta una historia diferente cada vez que uno se aventura en él», algo que, sin duda, es cierto. En esta parte del desierto no solo cambia continuamente el paisaje en su forma a merced del viento, sino también el shade; al amanecer la enviornment se torna rojiza, y a medida que el sol se esconde, más amarillenta, hasta alcanzar tonos anaranjados al closing del día. Y si con la luz diurna es un espectáculo, al caer la noche lo es también, pues todo se scale back al negro absoluto, lo que hace que aquí contemplar el cielo estrellado sea algo tan deslumbrante que estremece y emociona.
Vayamos ahora a este lugar de Marruecos en el que la inmensidad de la Tierra se palpa y se hace presente, invitando a encontrarse con uno mismo: las dunas de Merzouga. Estas imponentes dunas, que se caracterizan por elevarse algunas de ellas a más de 150 metros, y por cautivar con su imagen coronada por el sol y el cielo azul, se encuentran en Erg Chebbi, una zona del desierto muy cerca del pueblo de Merzouga.
En este punto es necesario aclarar que un «erg» es una región arenosa que forma parte de un desierto, y este al que nos referimos, Erg Chebbi, es indescriptiblemente hermoso. Al adentrarse en él, el paisaje va cambiando y se va tornando más dorado y empiezan a divisarse en el fondo sus emblemáticas dunas. Por otro lado, también hay que explicar que existen muchas formas de recorrer y disfrutar las dunas: andar y andar y dejarse perder, en quad, en 4×4, en dromedario… Son muchas las cosas que podrá hacer si se queda unos días por la zona, como, por ejemplo, vivir la experiencia de dormir en medio del desierto, en una jaima, bajo el manto de las estrellas, visitar a familias nómadas y compartir un té con ellas; la gente del desierto, quizás por la majestuosidad del entorno en el que viven, tienen una manera de entender la vida que escuchar cómo entienden el paso de los días puede llegar a convertirse en la mejor lección de vida posible.
Repetimos, este artículo solo «araña» la superficie de todo lo que es y ofrece Marruecos, para captar la riqueza de sus paisajes, de su arquitectura, de su cultura y de sus gentes, es necesario ir para recorrerlo, dejarse llevar y perderse en sus ciudades y pueblos. Si no lo ha visitado ya, debería de ponerlo en su lista de viajes pendientes.
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