Tanto viajar a Bogotá y esta vez sí me desquité visitando varios de los mejores sitios de la capital. Casi siempre llego a esa ciudad entrada por salida, máximo dos o tres días y con una agenda cargada de citas y visitas. La invitación que me hicieron a vivir el Congreso de Anato (Asociación de Agencias de Viajes y Turismo) llegó empaquetada con un viaje de familiarización en compañía de varios colegas de medios de comunicación de diferentes regiones del país y algunos agentes de viajes. Acá les cuento sobre algunos de los sitios que visitamos y qué fue lo que más me llamó la atención.
Taller en el Museo Arqueológico MUSA con el artista Teo Duque.
La primera visita la hicimos al Museo Antropológico (MUSA). Es de las casas coloniales más lindas que he visto en mi vida. Es una joya arquitectónica construida a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Angélica Patricia Cordoba Alvarado, del Área de Educación y gestión del museo, nos hizo el recorrido y nos mostró las piezas en cerámica provenientes de 14 zonas arqueológicas de Colombia. Allí pudimos observar figuras representativas de culturas indígenas como los muiscas, los quimbayas, los calimas, los taironas y los sinú, entre otros. Lo mejor de la visita fue un taller práctico con el maestro Teodoro Duque, un hombre que se nota que disfruta al máximo lo que hace. Pudimos experimentar con la arcilla y darle formas, bajo las orientaciones de Teo, como le llaman a este destacado artista plástico.
El MUSA abre sus puertas de lunes a viernes, de 8:30 de la mañana a 5 de la tarde. Los sábados de 9 a 4 de la tarde. El valor del ingreso es a $4.000 para los adultos y a 3.500 para estudiantes universitarios y adultos mayores. $2.000 para niños de colegio. El taller tiene un costo de $20 mil sin quema y 30 mil con quema.
Teusaquillo en Bici
Lo que jamás he hecho en Medellín, llegué a vivirlo en Bogotá: montar en bicicleta por la calle. Tuvimos un recorrido de casi dos horas por las vías de Teusaquillo, la mayor parte por ciclorruta. Salimos del Parque Guernika y llegamos al atardecer a la famosa y vistosa casa azul donde vivía Betty La Fea, en esa emblemática novela que le dio la vuelta al planeta.
De verdad que se lucieron los emprendedores de Colombia Bike Touring y de Mil Estaciones. Ambas empresas se unieron para generar experiencias memorables que combinan la rodada en bicicleta con unas clases de historia muy amenas que constituyen un generoso maridaje de deporte con cultura y ancestralidad. Y qué bueno que iniciativas como estas cuenten con el respaldo del Instituto Distrital de Turismo (IDT), en cabeza de la carismática, ejecutiva y siempre sonriente Karol Fajardo.
En el camino hicimos una parada para conocer un sitio con alto sentido social. Me refiero a Casa Alternativa, un restaurante bar creado por desmovilizados en el proceso de paz. Hay que decir que tienen una cerveza bastante apetecida. Pudimos escuchar parte de la historia del sitio de parte de su protagonista, Leidy Jhoanna Posada. Mejor dicho, cuando las ganas de paz se convierten en emprendimiento.
En todo el recorrido nos sentimos felices y seguros. Así que muy recomendado ese programa en bici, liderado por Arturo Delgadillo, de Colombia Bike Touring; y Juan Carlos Contreras, de Mil Estaciones, con unos coequiperos de lujo, especializados en generar experiencias inolvidables en ese trayecto.
La cena en Casa Quira
No se qué fue mejor, si la cena en Casa Quira o haber conocido y escuchado al chef Carlos Gaviria. Se muy poco de gastronomía, aun así juro que aprendí cantidades en esos cinco minutos que estuvo con nosotros el autor de esos platos tan exquisitos.
No en vano Carlos Gaviria está catalogado como uno de los mejores cooks de nuestro país, pues ya lleva 25 años experimentando con los ingredientes de la cocina colombiana y generando creaciones únicas. Y como si fuera poco, también es conferencista, consultor y escritor. Uno de sus libros es Técnicas profesionales de cocina colombiana, que fue premiado como el mejor libro de cocina profesional del mundo, en el año 2017, en un evento llamado el Gourmand World Cookbook Awards. El premio fue entregado en Yantian, China. Otro libro de Carlos es: Arepas colombiana. Técnicas profesionales de cocina.
Un ambiente muy “sobrao” en Cumbia Home
Había oído hablar mucho de Cumbia Home, ese sitio que todos relacionamos con el cantautor Carlos Vives, ese samario nacido en 1961, alegre, vivaz y polifacético. Con aquel a quien nadie le quitará el título de haber sido el primer artista colombiano en ganar un premio Grammy.
Y la verdad es que en ese sitio se respira su esencia. Está lleno de pinturas, objetos, recuerdos, instrumentos, juguetes… Hay de todo, como en botica. Queda demostrado que las cosas se parecen a su dueño. Y a la música profesional que estremece todo el lugar, hay que sumarle el humor bogotano picaresco de sus personajes. Tuve un grato encuentro con la viejecita sin nadita que comer y con un hombre bigotón, que se identificó como José Rafael Pombo y Rebolledo. Y la verdad es que sí tiene un gran parecido con nuestro poeta bogotano, creador de los inolvidables poemas Simón el bobito y El renacuajo paseador, que casi todos nos aprendimos en nuestra infancia (hablo de mi generación).
Una cerveza en La Embajada del Tejo
Hace muchos años no tiraba un tejo. No quemé ni una mecha, ni logré una embocinada. Lo que sí hice fue pasar muy rico con los colegas periodistas y con los anfitriones. El juego estuvo complementado con una rica lechona y con una cerveza suave. A la que sí no me le medí es a una cerveza artesanal del sitio, conocida como “Jack el destripador”, que es bastante fuerte. Su proceso incluye la maduración con roble curado en whisky Jack Daniel’s. Aseguran que es perfecta para acompañar el entrepán de pernil bogotano y toda clase de carnes.
Uno de los dueños del sitio, Sebastián Otero, nos recibió y nos contó que el sitio fue creado unos meses antes de la pandemia. Pero en vez de amilanarse ante la adversidad, utilizaron la encerrona para pensar mejor la estrategia y el lugar. Hoy se sienten felices porque sobrevivieron y tienen un hermoso sitio donde se exalta el deporte nacional: el tejo.
Avistamiento de aves en el Cerro Monserrate
Al Cerro Monserrate subimos en funicular (inaugurado en 1929) y bajamos en teleférico (puesto en marcha en 1953). Justo en la llegada tomamos rumbo hacia un nuevo sendero ecológico El Paramuno, creado para facilitar el avistamiento de aves. Pudimos ver algunos colibrís, pero no alcancé a grabar ni a fotografiar a ninguno.
Nos explicó el guía que el sendero tiene 360 metros de longitud y 20 bebederos con néctar para atraer a los pájaros. El recorrido permite observar una variedad de aves propias del ecosistema Bosque Alto Andino. En ese espacio hay más de diez especies de colibrís.
Según explica el sitio internet de Monserrate, en ese cerro se han registrado más de 100 especies de aves, entre ellas el chamicero cundiboyacense (Synallaxis subpudica), especie endémica de los departamentos de Cundinamarca y Boyacá; el calzoncitos cobrizo (Eriocnemis cupreoventris), inca ventrivioleta (Coeligena helianthea), conirostro rufo (Conirostrum rufum), abanico cariblanco (Myioborus ornatus), especies casi endémicas, que presentan una distribución bastante restringida en el país. Aclaro que, entre tanta variedad, yo solo vi colibrís.
El callejón del embudo y El chorro de Quevedo
Por ningún motivo nos podía faltar una caminata por La Candelaria. Nos encontramos el Callejón del Embudo, catalogada como la calle más antigua en Bogotá. Aun hoy es empedrada porque estaba al lado de la quebrada de San Bruno. Y su nombre se debe a que empieza estrecha y se va ensanchando a medida que llega a la Plaza del Chorro de Quevedo.
Por supuesto nos tomamos la foto en la fuente del Chorro de Quevedo, mientras aprendíamos que ese sitio period un lugar de descanso de Zipa, un gobernante muisca. Nos explicaron que justo en ese lugar, donde solo había unas pocas chozas, fue fundada Bogotá, el 6 de agosto de 1538, por Gonzalo Jiménez de Quesada.
Y también nos relataron que el nombre proviene de Agustino Quevedo, que period un sacerdote que creó una fuente pública de agua para evitar que los habitantes de la época tuvieran que recorrer largas distancias en busca del preciado líquido.
Un juego con el eco en el Centro Cultural
Después de un rico almuerzo con cerdo en el Restaurante El Aquelarre, caminamos hacia el Centro Cultural Gabriel García Márquez, un espacio dedicado a la cultura, con librería incluida.
Nos contó la guía Paula Franco que la estructura fue diseñada en 2003 para el Fondo de Cultura Económica por el arquitecto Rogelio Salmona.
Luego nos ubicó en el centro de una plazoleta y nos enseñó un novedoso juego de sonidos con el eco. Cuando una persona se para en el centro del círculo y habla, ella misma escucha su propio eco. Lo que no pasa en otro lugar.
Un Bautizo Cafetero en Café San Alberto
Tras pasar por varios restaurantes típicos e incluso por puestos callejeros con venta de ajiaco bogotano, llegamos a la Plaza de Bolívar, donde tomamos fotos de la siempre recordada Casa del Florero. No ingresamos porque nos esperaban en el Café San Alberto, muy cerca al edificio de Avianca y al Museo del Oro, para participar en un Bautizo Cafetero.
Les cuento que en ese lugar recibí la cátedra más completa sobre café que he tenido en toda mi vida. Nos recibió el director del sitio, Juan Pablo Villota Leyva, quien nos dio un repaso sobre todo lo que debemos saber sobre ese preciado grano y al closing nos puso a experimentar, con todos los sentidos, en una cata que nos enseñó a entender y a valorar aún más esa preciada bebida que es imagen de Colombia ante el mundo.
Y lo mejor de todo es que tuvimos ceremonia de graduación. Cada uno de nosotros recibió el certificado de ese “Bautizo Cafetero”, que recomendamos vivir cuando visiten Café San Alberto.
La balsa muisca y el poporo quimbaya
Y nuestra última parada fue en el Museo del Oro, un sitio de obligada visita para los turistas que visitan Bogotá. En él reposan valiosas colecciones arqueológicas que son patrimonio y orgullo de todos los colombianos. A mí las que más me gustaron fueron la balsa muisca, que se cree que fue elaborada entre los años 600 y 1600 d. C. con oro y una pequeña parte de cobre.
Y también me encantó ver el poporo quimbaya, famoso por sus proporciones armónicas y su técnica, la fundición a la cera perdida con núcleo, “una tecnología especial que se utilizó para realizar piezas complejas que requirieran un manejo especial del color, hacer recipientes con interiores vacíos y para crear impresiones decorativas”, según explica el museo en su sitio internet.
El Museo está ubicado sobre el Parque de Santander, en la esquina entre la carrera 6ª y la calle 16, en Bogotá.
Después de ese recorrido tan fascinante y asombroso, solo me resta dar los agradecimientos por la invitación a Anato, al Instituto Distrital de Turismo, Fontur y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Fue una experiencia memorable.
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