Para
nadie es un misterio los negativos efectos económicos que ha tenido la
pandemia del Coronavirus en nuestra región. La pérdida de empleos y las
restricciones para funcionar han golpeado de manera especialmente grave
al sector de servicios y al turismo que, prácticamente, lleva dos
temporadas sin poder atender de manera regular. La Patagonia y sus
maravillas naturales son un verdadero imán para turistas de todo el
mundo, pero también aparece la Antártica como un destino que genera cada
vez mayor interés en todo el orbe.
En
este último caso, además, se trata de una industria que seduce a
personas de altos ingresos que ven en la experiencia de trasladarse al
continente blanco una verdadera aventura por la que están dispuestos a
pagar altas sumas de dinero, con el consiguiente impacto en nuestra
economía. Sin embargo, sabemos que la competencia con la oferta que
ofrece Argentina, en Ushuaia, nos obliga a estar constantemente
innovando y mejorando la experiencia para que los turistas opten por
nuestra región.
Hasta
antes de la pandemia, por Argentina transitaba el 93% de la actividad
Antártica desde América, referido a turismo, ciencia y logística. El
restante 7% se hace por nuestro territorio y ha sido el logro de
operadores nacionales que en los últimos veinte años han establecido el
puente aéreo entre Punta Arenas y Puerto Williams e Isla Rey Jorge con
la Antártica. Este formato ha otorgado enormes beneficios técnicos,
económicos y ambientales para toda la industria científica, turística y
logística, debido a que se cambian seis días de navegación en el Drake
por dos horas de vuelo.
Pero
todo eso y aún más podría venirse abajo si no se toman decisiones con
sentido de urgencia respecto de la posibilidad que grandes cruceros
puedan operar en la zona, en contexto de pandemia. Luego de tres años de
arduo trabajo, operadores regionales convencieron a la compañía Royal
Caribbean -los más grandes a nivel world en su rubro- para que traslade
su rama de turismo de expedición de lujo, denominada Silversea, que
actualmente opera en Argentina, a Puerto Williams.
Se
trata de una iniciativa que ha generado un circulo de integración
virtuoso con las comunidades y empresarios locales, pueblos indígenas y
otros actores sociales, pero que además capitalizaría la inversión
realizada en el Centro Sub Antártico de Cabo de Hornos, el muelle
multipropósito y la ampliación del terminal aeroportuario.
¿Dónde
está el riesgo? Debido a las restricciones de entrada a Chile
ocasionados por el Coronavirus, que ya han costado la cancelación del
50% de las reservas para esta temporada, y la falta de claridad sobre
cuándo podría cambiar esta situación, el convenio al que hacía mención
antes podría irse por la borda.
Debido
a esta situación es que el jueves pasado me comuniqué telefónicamente
con el Presidente Piñera para hacerle ver la urgencia de la situación.
No se trata solo de perder una temporada más, sino de hipotecar una
alianza de diez a quince años con empresas que deben decidir sus planes
estratégicos ahora y que, de no mediar una rápida reacción, optarían por
operar en Argentina.
Levantar
con resguardos las restricciones para la llegada de turistas, velando
por su seguridad y la de nuestra gente es posible. En ese sentido, es
destacable la propuesta realizada recientemente por los gremios y
autoridades de la región. El turismo de cruceros antárticos parece un
buen punto de partida para retomar una actividad clave en el desarrollo
de Magallanes. Hay demasiado en juego como para que no se tomen las
decisiones ahora y así aseguremos alianzas que son sinónimo de trabajo y
progreso para toda la región.
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