1) Suben
Argelia Reyes
Ni mis cinco años en la carrera de aeronáutica me prepararon para esta odisea. Por unos instantes la gravedad ha dejado de tener efecto aquí en la Tierra. Los cuerpos vuelan a cada parpadeo y los sonidos a mi alrededor se han vuelto inteligibles. La adrenalina recorre mis venas y no me deja pensar ya con lucidez. Nunca antes había alcanzado esta velocidad.
Cuando estaba por flotar como los demás, todo terminó como comenzó, de pronto y de la nada. El enemigo ha sido vencido y la carrera ha sido ganada. La nave rival se ha perdido algunos años luz atrás y una vez pasada la necesidad de utilizar los propulsores, el sonido vuelve a identificarse en la forma de una cumbia pegajosa y la gravedad ha regresado los cuerpos a una posición opuesta a la unique.
El piloto disminuye la velocidad y entona la canción alegre. Una vez pasado el peligro, se puede divisar a lo lejos una nueva tripulación esperando el abordaje.
Todo parece volver a la tranquilidad hasta que el conductor identifica un nuevo enemigo, el peor de todos, el tiempo. Y una vez más la gravedad comienza a desaparecer.
2) Sólo es leche
Miguel García
No podría quejarme del servicio de autobús. La peste a pedos, orina y sudor es parte del viaje. Si no fuera por la fatiga de olfato, cada traslado sería un martirio. Sin embargo, nunca me había ocurrido algo tan atroz para detestar el servicio de esta compañía hasta hoy. El aroma a vómito period horrible.
El bebé del asiento contiguo había vaciado su estómago por completo y fue en mí. El hedor a rancio period insupportable. La sustancia pegajosa cayó en mi brazo y no quise removerla por repulsión durante todo el camino ni siquiera cuando mi piel empezó a irritarse por el escozor de la leche agria.
Con mirada acusadora observé con igual esmero a la mamá del pequeño monstruo.
―No pasa nada, joven ―dijo ella―. Sólo es leche.
Asentí con una sonrisa enorme y falsa. Anestesiado por la mezcla de olores repulsivos, caí noqueado y tomé una larga siesta.
Media hora más tarde, desperté de improviso. Habíamos llegado a la central de autobuses.
Bajé las escaleras todavía con modorra y, a mitad del camino a la calle, me di cuenta que había olvidado mi maleta de mano. Regresé por ella con el joven maletero, ubiqué la mía entre la multitud y la señalé para facilitarle su tarea. El muchacho me lanzó una mirada de asombro y repugnancia. Me escurrían del brazo desnudo hasta el hueso, la piel y músculos disueltos en leche agria.
3) Invisible
Ulises Padilla
Desde hace días es lo que guardo en mis zapatos lo que le da sentido a mi vida. Me hace levantarme cada mañana y ponérmelos, aunque odie usarlos.
Period apenas un niño cuando mi padre me obligó a aprender el oficio acquainted. Fue poco después de que mi madre nos abandonara por lo poco redituable de su trabajo. De todo lo que ese ridículo viejo me enseñó, sólo una cosa valió la pena: por los continuos asaltos solía guardar casi todas las ganancias en sus zapatos de trabajo. Y vaya que le cabía bastante. Otra parte la ponía en su bolsa, porque si los asaltantes no le encontraban algo de dinero terminaban por golpearlo. Se podría decir que guardaba lo más valioso en sus zapatos para que nadie pudiera arrebatárselo. Nadie pensaría que lo guardaría en ese ridículo calzado.
Las historias de amor siempre me habían parecido una estupidez, sobre todo, las que inician con “amor a primera vista”. ¡Por Dios! Con un poco más de cerebro se darían cuenta que ese tipo de amor en la vida actual terminan en divorcio y pensión alimenticia. Pero la primera vez que la vi, lo supe. Sin dudarlo podría pasar por ese infierno, con tal de ver su rostro todas las mañanas, babeando la almohada, y acariciar su perfecta silueta sobre las sábanas. Pechos abundantes y firmes que al mínimo movimiento bailan al ritmo de la música que su risa me hace escuchar; piernas fuertes para aferrarse a mí cuando la posea; tatuajes en su cuerpo para leerla cuando esté desnuda mientras la hojeo con mi dedo humedecido.
Sólo suspiro por lo imposible de este amor. Me coloco la nariz roja en su respectivo lugar y acomodo algunos cabellos de mi peluca verde para iniciar el present. Le robo del rostro la más linda de sus sonrisas y bailo más en mi pantalón bombacho y colorido. Mi día ahora es perfecto. Ella es inalcanzable, es la novia del chofer y yo, yo soy solo un payaso:
¡Damash y caballerosh!, quiero agradesherle al shofer que me dio chansa de asherlos reír. Pobreshito el chofer, esh feo, pero shido. Esh tan feo que de shiquito shu mamá, en lugar de darle pesho, le dio la eshpalda. Lo único bueno del shofer ¡esh shu novia! No she crea, evaluate. ¡Jojoy!
Más tarde, regreso a la soledad de mi vida. Me bajo con todo el dinero en el bolsillo, y en el vacío de mis enormes y alegres zapatos, guardo su sonrisa. Hasta mañana, mi amor.
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