Si lo miramos con perspectiva de ciudad, cabe la pregunta, ¿qué gana Valparaíso con todo esto?, ¿se le está sacando el debido provecho a esta rentable industria?, ¿podemos observar los beneficios para la ciudad en obras concretas?
Por Rodolfo Follegati Pollmann
A veces llegan de a uno, en ocasiones hay dos y hasta tres al mismo tiempo, algunos atracan por la mañana y zarpan al atardecer, hay otros que se quedan de un día para otro y hasta por tres días amarrados a puerto.
Son los cruceros, que temporada tras temporada arriban a Valparaíso para iniciar o terminar la ruta de la costa sudamericana desde el Pacífico al Atlántico y viceversa.
Cientos, millares de residentes se agolpan en los miradores o deambulan por los alrededores del muelle Prat para admirarlos o fotografiarlos o fotografiarse con ellos a sus espaldas. Un verdadero atractivo turístico que atrae incluso a mucha gente del inside, solo para ver estas verdaderas ciudades flotantes.
Lo que antaño period cotidiano desde hace unas tres décadas se volvió excepcional, para volverse nuevamente, para algunos, algo cotidiano otra vez.
Claro, siglos atrás las cosas eran diferentes. Primero fueron los engalanados veleros que transportaban pasajeros, luego vapores y después los grandes transatlánticos que frecuentemente arribaban a Valparaíso. No siempre encontraron un puerto donde atracar. Es que Valparaíso, de puerto, sólo ostentaba el nombre, period más bien un fondeadero donde anclaban las embarcaciones, alejadas de la orilla. El “puerto” carecía de muelles.
Por eso, la llegada de barcos de pasajeros o mercantes desplegaba un ir y venir de botes y chalupas que entre las embarcaciones y la playa, en un constante remar, transportaban a los viajeros y sus equipajes. Tal vez esa pequeña distancia resultaba ser más peligrosa que el mismo cruce de los océanos. Y esta cadena continuaba en tierra, donde decenas de jóvenes se agolpaban a los turistas para acompañarlos y llevarles sus maletas hasta la puerta de los hoteles.
Hoy las cosas son distintas. Con una mayor y mejor infraestructura portuaria, administrada por dos concesionarios privados (Terminal Pacífico Sur, TPS, y Valparaíso Terminal Portuario, VTP, en conjunto con la Empresa Portuaria de Valparaíso, EPV) los cruceros parecIeran estar en la misma ciudad. Los pasajeros bajan por un puente y toman las flotillas de buses que los llevan al terminal de pasajeros. Allí, recuperadas sus maletas vuelven a subirse a otra flotilla de buses que los llevan a diferentes excursions, a sus hoteles o al aeropuerto de Santiago para tomar los vuelos de regreso a casa. La misma operación, a la inversa, resulta para los turistas que embarcan.
Observado esto, aparecen otras voces, otras miradas, no tan curiosas ni entusiastas por estos gigantes del mar. Por el contrario, son las voces y miradas críticas. Esas que dicen o piensan o se dicen para sí mismos: “ya llegaron los cruceros, el desfile de turistas, vengan a admirar nuestra pintoresca pobreza…”, con un marcado sentido irónico, o más críticos aún, que se preguntan “¿quién gana con los cruceros?, ¿dónde quedan los dólares de los turistas?…”.
Por cierto que muchos ganan y bastantes son los dólares que quedan en la ciudad: restaurantes, hoteles, artesanos, empresas de turismo, guías independientes, choferes y conductores, proveedores de insumos para las embarcaciones y una larga lista de trabajadores, operarios y empresas públicas y privadas que prestan servicios a esta industria turística.
Pero esta cadena de beneficios y beneficiarios, aunque es actual, tiene algo de mito. El turista de cruceros no es muy dado a comprar artesanías y suvenires en cada puerto que visita; el turista de cruceros que llega al país para embarcarse ingresa por Santiago, aloja en Santiago, eat en Santiago y luego contrata un servicio de switch que lo deja directamente en el puerto; el que desembarca en Valparaíso hace casi la misma operación, pero en sentido inverso. Y muchas veces ahí quedan los hoteleros de Valparaíso, los restaurantes, artesanos y comerciantes, viéndolos pasar.
Aunque para hacer honor a la verdad, ese es un tipo de turista de crucero que contrata desde el inicio hasta el ultimate paquetes completos con sus respectivas agencias de viajes. También hay los llamados “independientes”, los que solo compraron su ticket para el barco y llegan por su cuenta, escogen dónde alojar y se quedan algunos días, antes de zarpar o luego de desembarcar, disfrutando las bondades y atractivos de Valparaíso.
Con todo, siempre va quedando la duda, ¿quién gana y dónde queda la plata?
Si lo miramos con perspectiva de ciudad, cabe la pregunta, ¿qué gana Valparaíso con todo esto?, ¿se le está sacando el debido provecho a esta rentable industria?, ¿podemos observar los beneficios para la ciudad en obras concretas?
Las líneas navieras, propietarias de las embarcaciones, a través de los diferentes agentes portuarios que las representan en Chile, pagan grandes sumas de dinero por diferentes conceptos de derechos portuarios. Según cifras calculadas en base a tarifados públicos disponibles en páginas de EPV, TPS, VTP y la Dirección del Territorio Marítimo y la Marina Mercantes (DGTM) más datos que administra la Corporación de Puertos del Conosur, se estima que en promedio un crucero paga por recalada 500 mil dólares, esto incluye impuestos portuarios y de tránsito marítimo, pilotaje, servicios de muelle, aprovisionamiento de agua, alimentación y flamable, servicios de atención a pasajeros en puerto (test in/out), remolcadores, servicios de depósito y trasporte de cargas y equipaje, atención a tripulantes, retiro de basura, entre otros servicios. Además, según cálculos de agentes y proveedores de servicios que atienden esta industria, se estima que el gasto por pasajeros que se quedan uno o dos días en la ciudad es de 250 dólares diarios por turista, que preferentemente queda en manos del comercio native (excursions, hoteles, restaurantes). Estos turistas representan más o menos el 60% del complete de los pasajeros que embarcan, desembarcan o transitan en la región de Valparaíso. Entre octubre y marzo, que es lo que dura una temporada, arriban unas 24 embarcaciones mayores, con capacidad para 2600 pasajeros aproximadamente, en los puertos de San Antonio y Valparaíso, lo que nos arroja una cifra de 43 millones de dólares solo en estos puertos. Además existe otro tipo de cruceros que arriban a nuestras costas: son los de “lujo y expedición”, que incluyen rutas antárticas, polinésicas y que dan la vuelta al mundo. En los puertos de la zona central estas operaciones de cruceros de menor tamaño alcanzan los 22 millones de dólares. En conjunto son cerca de 65 millones de dólares que se mueven en los puertos de San Antonio (35 millones) y Valparaíso (30 millones) por cada temporada de cruceros, lo que representa una tercera parte de los 200 millones de dólares que dejan estas embarcaciones a lo largo de todo el país, desde Arica hasta Puerto Williams, incluyendo Rapa Nui.
¿Cómo se reparte esta torta? Un 25% de estos ingresos queda en pymes locales: hoteles, restaurantes, comercio y servicios locales; el 35% se va a las arcas fiscales: empresas portuarias estatales, Armada de Chile e instituciones públicas como PDI, Aduanas, Servicio Agrícola Ganadero (SAG); y el 40% se lo llevan las grandes empresas: concesionarios de puertos privados, proveedores de flamable, líneas aéreas, entre otras.
Con todo esto cabe la pregunta, ¿qué gana la ciudad, o mejor dicho, la municipalidad? La respuesta no es muy alentadora. Apenas, y de forma indirecta, habría que considerar tan solo el pago de impuestos de primera categoría de las empresas y comercio native, además de la generación de empleos fijos y temporales. El resto de la tributación, especialmente la que pagan las grandes empresas, va directo al fisco. Y respecto al IVA que pagan las compañías de cruceros por servicios al inside de los puertos, este se les reintegra debido a la ley de fomento al comercio exterior.
Dicho de otro modo, la Municipalidad de Valparaíso no recibe nada de manera directa de parte de los cruceros. En una situación very best uno podría esperar, o imaginar al menos, que una industria como la del turismo de cruceros, que requiere y utiliza recursos e infraestructura que son consustanciales a la ciudad, sea un aporte a la misma, que se plasme en obras y hechos concretos.
Las líneas de cruceros no han elegido a Valparaíso por casualidad o easy logística para sus operaciones de embarque, desembarque y recambio de pasajeros. Eligen Valparaíso porque Valparaíso les es atractivo, porque el turista ansía conocer Valparaíso, porque Valparaíso posee una fama mundial reconocida, por su historia y por su pasado, por su identidad y características peculiares y particulares que lo hacen único, porque es Patrimonio de la Humanidad, por todo eso y mucho más es que Valparaíso está en la ruta de los cruceros. Por eso es que considero que Valparaíso debería beneficiarse mucho más de esta industria, mucho más de lo que de manera indirecta lo hace.
Se podrá decir que a través de algún pago directo a la municipalidad por cada crucero que recala en el puerto se desataría otro problema, que esas platas podrían ir a pagar favores políticos, que se malversaría, que podría diluirse entre manos negras. Es cierto. Pero en mi opinión, preferiría tener que enfrentar ese problema a no tenerlo. Así mismo, se podría argumentar que en otros importantes puertos de Sud América y de Chile tampoco existen cargos directos a los cruceros en beneficio de las municipalidades. También se podría objetar que fijar el pago de algún tipo de derecho o royalty a la ciudad está fuera de la ley, que sería inconstitucional o que podría afectar la inversión extranjera; pues bien, las leyes se pueden cambiar, la constitución modificar, o cambiar, y con todo eso, el interés de los cruceros no tendría porqué decaer. Al contrario, una ciudad que se beneficie directamente del turismo de cruceros podrá, no solo contar con más recursos para mejorar sus políticas públicas, sino que también podrá invertir esos recursos, y así se le debería exigir, para el mejoramiento de la infraestructura urbana y seguridad que haga de la ciudad un lugar aún más atractivo para el turista.
En el fondo, lo que trasciende a este problema es el gran y endémico problema del centralismo. Lo que afecta a Valparaíso afecta a muchas otras ciudades y regiones generadoras de riqueza de diversa índole. Valparaíso sin industrias y fábricas puede encontrar en el turismo, como muchos lo han estado haciendo, una gran fuente de recursos. Pero para eso debe hacerse parte del negocio. No se trata de exigir o cobrar a las compañías de cruceros nuevos pagos en beneficio de la ciudad que los acoge. Ya es bastante elevado, comparativamente con otros puertos, lo que pagan por atracar a nuestro puerto, y a pesar de ello no dejan de considerar a Valparaíso como recalada elementary e imprescindible para sus rutas. La solución debería venir a través de una asignación directa a la ciudad desde lo recaudado por el fisco y desde las utilidades de las grandes empresas públicas y privadas que se llevan la mayor porción de la torta. Asignación de recursos que tenga por única finalidad aportar a los proyectos sociales y de mejoramiento de la infraestructura urbana, higiene y seguridad de la ciudad, para hacer de ella un mejor destino para turistas y una mejor ciudad para sus habitantes.
Pero todo esto no son más que especulaciones y divagaciones mientras paseo por el puerto contemplando los cerros de un lado y los cruceros de otro lado, temiendo esa endémica fragilidad de Valparaíso que con cada una de sus debilidades y flaquezas amenaza la continuidad de esta industria en nuestras costas, amenazas que no alcanzan a concretarse, porque con cada temporada crece en número y en interés, pero que siempre está ahí, como una señal de advertencia para mantenernos en estado de alerta.
” Fuentes www.elmartutino.cl ”