El deseo de viajar y conocer otros mundos y culturas es inherente al ser humano desde tiempos inmemorables. Y la pandemia por el coronavirus no ha restado esa aspiración, sino todo lo contrario. Son varios los estudios y encuestas que corroboran esa necesidad de alzar el vuelo y cambiar de aires, siquiera por unos días. Es la mejor terapia para la mente y el alma y esto lo saben muy bien empresas y agentes del sector, que ven otro verano aciago tras el repunte de la incidencia de la Covid. La denominada quinta ola no da tregua y, por ello, las llamadas a la sensatez deben empezar por quienes tienen la sartén por el mango, porque los hosteleros, guías turísticos, agencias de viajes, empresas de viajeros… y un largo etcétera son más bien los sufridores de una disaster para la que, por lo visto, hay 17 formas distintas de afrontar en este país.
Otra cuestión, y no menor, es la errónea creencia de que la diversión y la irresponsabilidad son dos caras de la misma moneda. Y no es así; o, al menos, no debería serlo. Pero la sociedad que hemos construido entre todos -y los jóvenes son solo una parte de ella- carece de determinados valores que no hace tantas décadas sí formaban parte de nuestro ADN. Ahora, si un niño de 11, 12 o 13 años no tiene un móvil en la mano no es nadie y si tiene 16, 17 o 18 años y no frecuenta un botellón es casi un bicho raro.
Por eso, lo que ahora nos sucede se veía venir de lejos y de nuevo asistimos a una incomprensible retahíla de lamentos. ¿De verdad somos tan inocentes? Miedo me da cuando ya escucho hablar de que se aplana la curva o que la incidencia comienza a dar síntomas de desaceleración. Si nadie lo remedia, pronto estaremos ante la sexta ola, a pesar del alto porcentaje de vacunación.
En fin, sigamos soñando con viajar. Eso no tiene cura, ni falta que hace.
” Fuentes www.eldiadevalladolid.com ”