La otra mañana, en la radio, escuché a la presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef, aunque dicha autoridad juega con la acronimia a su gusto, y se autodenomina AIReF) soltar un verdadero notición… si es que convenimos que los noticiones también pueden ser negativos, o al menos y en este caso, informar sobre oscuros vaticinios económicos: “…habría un cierto estancamiento en el tercer trimestre de 2022, y tendríamos crecimiento negativo en cuarto, y también en el primero de 2023: entraríamos en recesión técnica, porque la definición de recesión técnica es ésa, ¿no?, el encadenamiento de dos trimestres con crecimientos negativo”. En otra emisora (no recuerdo cuál), ya se lio: “Tendremos recesión técnica, esperemos que no recesión”. Seguramente se vio presa de un acceso de pánico dada la gravedad de sus vaticinios, y más en su cargo. No sabemos bien cuál es la diferencia entre recesión técnica y recesión sin más: quizá quiso decir que tampoco estaba advirtiéndonos de un largo y tortuoso camino; ni inminente. Sí sabemos que Herrero es economista, interventora y auditoria del Estado e inspectora de Hacienda: sabe de lo que habla, y además ocupa un cargo adonde la información sobre cómo va el PIB debe de ser muy fina. Ella preside el organismo estatutariamente independiente, aunque su máximo responsable sea nombrado tras la “deliberación” del Consejo de Ministros (con unanimidad parlamentaria, bien es cierto). Fue la Unión Europea la que impuso ‘un Airef por miembro’ en 2013, al objeto de velar por el equilibrio fiscal, o sea, por el management del déficit presupuestario y la viabilidad financiera de cada uno de los 27 estados.
Como a los militares el valor, a la presidenta del Airef se le supone independencia, aunque su predecesor -José Luis Escrivá- cesó para asumir la cartera de Seguridad Social (por decir en corto el nombre del Ministerio). Ella debe saber bien -antes de revelarlo- acerca del “cierto estancamiento” del PIB en el tercer trimestre (ya pasado, pero aún no calculado oficialmente). ¿Si no, quién lo va a saber? Como ya uno no se fía ni de su pastor alemán, me da a mí en la nariz que Herrero ha tenido alguna conversación al más alto nivel: “Ve tú anunciando la que se avecina, Cristina, tu cargo es aséptico; ya así la gente se va preparando”. El balbuceo de ella con la recesión técnica y -por así decir- la de andar por casa cantaban un poco, y ya puestos a hablar de mascotas, acepto paranoia como animal mío de compañía. El batacazo prometido no ha sido en septiembre ni octubre: no hay de momento quien encuentre disponible a un artista del hogar para un chapú. Pero uh, uh, que viene, que viene. Y si encima lo anuncian desde las altas esferas del ramo… Sucede que los augurios, según de quien vengan, aceleran magnitudes reales: no ya la Bolsa, sino la cesta de la compra y la renovación del coche o los regalos de Navidad; la firma de hipotecas, la inversión en conservación de viviendas, los viajes low price o en crucero, las bodas tutiplén, las alegres cenas con chuletón entre compañeros de promoción en que muchos ni siquiera se conocen.
(No me puedo aguantar un inciso acerca de esto último, ya a modo de coda para desengrasar: oí el otro día que los adictos o simples aficionados a esas nutridas reuniones colegiales o universitarias con cierto peligro de metedura de pata llegaban al alucinante nivel de aglutinar desde las doce de la mañana hasta las tantonas a antiguos compañeros… ¡de jardín de infancia! Ay, Maslow: muy alta colocaste en tu pirámide a la Necesidad Social, tan ávido de jopeo está el private. Aunque la propensión a socializar cursa de toda la vida con fisiología: ahí se come y se bebe como si no hubiera un mañana. ¿Recesión? ¡Ponte otra!)
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