Según Jack, en el último año muchos cultivadores y distribuidores han empezado a comerciar con esporas a través de aplicaciones de mensajería encriptada. “El renacimiento del cultivo casero de setas alucinógenas se parece mucho al primer internet de los 90, con todos aquellos foros y la voluntad de compartir información”, me cuenta ante un helado un viernes por la tarde en el sur de Londres. El apogeo de las setas alucinógenas tiene tanto que ver con la oferta como con la demanda, cube, con los cultivadores que pudieron dedicar más dinero a una nueva ocupación durante la pandemia y, por tanto, más tiempo para atender sus placas de Petri.
Algunos de los encargos que reciben los productores son sorprendentes. Suelen pedirles gotas —más fáciles de ingerir en una discoteca—, pero como no encuentra una manera de hacerlo sin que se degrade la psilocibina, las ofrece en formato de trufa de chocolate. No toda la gente a la que provee —gente que va al zoo, a festivales de música, a un par de citas de Grindr, a su madre y a los amigos de su madre— quieren elevarse a un plano superior de existencia. La mayoría se conforma con que les suban un poco. “Muchos de mis clientes no han tenido experiencias profundas con las setas, las usan como droga para salir de fiesta. No se pueden creen que haya algo así porque el subidón es muy limpio. Al final van mordisqueando el chocolate poco a poco para no pasarse y terminar bajando a las profundidades”, cube. Sólo quieren rozar el viaje alucinatorio, lo bastante como para pasar una tarde de cosquilleos y risas. “Un amigo que fue a Glastonbury este año me dijo que la cosa había cambiado muchísimo, que de repente había setas alucinógenas por todas partes”.
En el gigantesco pageant de música inglés siempre ha habido drogas psicodélicas. Pero en los últimos años, las setas alucinógenas se consumen cada vez más en lugares más comunes, como en parques, cenas y largas sobremesas en las terrazas de restaurantes. Una amiga me dijo que su dentista las toma (pero no en el trabajo); otra, que ella y sus amigos —gestores de fondos, estudiantes de escuelas de negocios— se han aficionado a las drogas psicodélicas un poco por influencia de los capitalistas espirituales todoterreno de Silicon Valley.
El uso common de ciertas drogas refleja la realidad presente y la manera cómo queremos escapar de ella. La cocaína period la droga perfecta para viajar en el extenuante tren de alta velocidad rumbo a dinerolandia de los años 80. En los años 90, el furor por el éxtasis, una droga lúdica y alegre, manifestaba el espíritu pulsante de la Cool Britannia. Desde entonces, las tendencias en el uso de drogas se han fragmentado, dando lugar a un aumento de la ingesta de somníferos como el Xanax y el Valium y a una alta demanda de sustancias médicas como la ketamina y el GHB para uso recreativo. Todas estas drogas prometen una escapatoria, o una disociación, del mundo, por muy retorcida y problemática que sea. El resurgimiento de las setas alucinógenas en un contexto postpandémico y de disaster climática apela a una generación anémica espiritualmente que necesita un buen chute de euforia.
La situación en Reino Unido es muy comparable a la de España. Según los últimos datos proporcionados por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), el consumo de setas alucinógenas se ha mantenido más o menos estable durante la última década, con un ligero repunte a partir de 2017. Lo mismo sucede con otras drogas ilegales como la ketamina, el spice, la mefedrona, la salvia y la ayahuasca. El consumo de cocaína, por otro lado, muestra una tendencia claramente ascendente, sobre todo entre personas que la han consumido alguna vez en la vida (en Reino Unido, se ha cuadriplicado). No obstante, a pesar de que no se aprecia un salto estadístico en el consumo de setas alucinógenas, sí parece darse una correlación entre el caché cultural del que disfruta en la actualidad y el growth de las drogas psicodélicas de los años 60. Un nuevo espiritualismo new age está floreciendo al calor de un anhelo colectivo por reconectar con la naturaleza. En este contexto, las setas alucinógenas inspiran cierta ternura, aunque no está exenta de una pátina de artificialidad que recuerda a las danzantes amanitas muscarias de Fantasía, la película de Disney. Generan un sentimiento de seguridad porque es una droga que existe en la naturaleza, actitud que puede enmascarar el potencial pesadillesco de la psilocibina, los eventuales problemas de salud psychological a largo plazo y el recuerdo recurrente del mal viaje.
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