Siempre fui una fan acérrima de los cruceros. Y hay gente que no lo entiende. Me encantan los viajes por libre, pero también la aventura que supone subirte a un barco de grandes dimensiones y amanecer cada día en un sitio diferente. Lo veo como un hotel móvil que consigue darte pinceladas de diferentes destinos.
Y una cosa son los recorridos, pero otra es el disfrute a bordo. La industria crucerista crece a pasos agigantados. Llevan la revolución a todos y cada uno de sus rincones, ya sea en materia de navegación, como en diversión y entretenimiento y por supuesto, gastronómica.
Así que cuando surgió la oportunidad de embarcarme en uno de los cruceros más grandes del mundo, no lo dudé ni un segundo, para así poder contaros qué se cuece a bordo, cómo han cambiado las cosas y quitar de una vez por todas el San Benito de que en los barcos no se come bien.
Un primer vistazo a bordo
Un domingo de mayo cogí un tren a Barcelona y allí, en el puerto de la ciudad, me esperaba una nueva aventura. A lo lejos empecé a divisar la que sería mi casa por los próximos días, el barco Symphony of the Seas, de la naviera estadounidense Royal Caribbean.
Su botadura fue el pasado 2018 y tal cual salió a navegar, se ganó el título del crucero más grande del mundo. Go big or go home. El año pasado se lo arrebató otro hermano de la compañía, el Wonder of the Seas y lo hizo solo por un metro más de eslora, que se sumaban a los 361 que ya tenía el primero. Por si fuera poco, a finales de este año, la compañía presentará otra novedad, el Icon of the Seas, que pasará de nuevo a ser el más grande del globo.
Pues bien, hecho el check-in en la terminal de cruceros, había llegado el momento de adentrarnos en este gigante de los mares. El efecto wow comienza en tierra, cuando te sientes pequeñita al compararte con un barco de tal envergadura. Y por supuesto, el estar con la boca abierta, continúa en el interior.
Accedes por el Royal Promenade, una especie de pasillo de grandes dimensiones con estímulos a cada paso. Tiendas, una pizzería, bares por doquier, incluso uno sobre una plataforma que sube y baja de un puente a otro… ¿Robots? También los hay aquí, en su Bionic Bar, donde los camareros se han sustituido por dos brazos robóticos que preparan bebidas y agitan la coctelera.
Otro momento de obnubilarse es cuando entras a Central Park. Sí, porque este y otros barcos de la compañía tienen este paseo, un jardín botánico con plantas y árboles, con bares y tiendas a cada lado que te hará preguntarte si estás realmente en un crucero.
¿Cómo se come en este crucero en particular?
¿Es posible disfrutar comiendo a bordo de un crucero? Como desvelábamos, lo es y se hace con todas las letras de la palabra.
Hace tiempo que la industria se puso las pilas en cuanto a gastronomía se refiere. Acuerdos con chefs, con marcas top y sobre todo, mucho trabajo para que estos viajes, se conviertan también en viajes culinarios. Y no hay duda de que en Royal Caribbean han hecho mucho por ello.
Pongámonos en situación. Recuerdo que los primeros cruceros que hice, solo contaban con alguna que otra opción de buffet al mediodía y una cena que se hacía todos los días en el mismo comedor, en la misma mesa asignada y lo que cambiaba era la propuesta. Estos tiempos quedaron atrás y aunque los barcos mantienen estos formatos, han sumado muchas otras opciones para que no te aburras comiendo ni un solo día.
El Symphony of the Seas, en concreto, tiene nueve restaurantes incluidos en el precio del crucero y nada menos que una decena de restaurantes de especialidad. Estos últimos se pagan aparte, pero los precios son más que asumibles.
Entre los primeros se encuentran opciones para todos los gustos. Puedes comer pizza a cualquier hora -abre hasta las 3 de la madrugada- en Sorrento’s, sándwiches como un cubano o el famoso tuna melt y ensaladas en Park Café y hacerlo como si estuvieras en un parque.
Y hay mucho más, perritos calientes en el Boardwalk Dog House o especialidades de toda la cuenca mediterránea en el restaurante principal, el Main Dinning Room. Por no hablar de su mexicano a bordo, el Loco Fresh, en el que encontrarás quesadillas y tacos para hacértelos al gusto, porque proponen cada día diferentes guisos de carne y una zona con toppings como guacamole, pico de gallo, cilantro, cebolla roja o lima, entre otros.
Otro tema son los restaurantes de especialidad, esos que dentro de tu crucero puedes reservar y que creedme, valen mucho la pena. En mi estancia probé varios y creo que es el mejor plan.
Uno de ellos es 150 Central Park, que recibe este nombre porque se encuentra en el centro del barco, está especializado en cocina americana con un toque afrancesado, que elaboran con productos que les surten pequeñas granjas en el sur de Florida. Puedes decantarte por una velouté de alcachofas con trufa y chalotas o un best seller, el pork belly crocante de cerdo Berkshire con puré de chirivías y una ensalada de manzana.
Y solo con echar un ojo a los principales, ya nos damos cuenta de que aquí se cocina a lo grande. Wellington de cordero, langosta Thermidor, dúo de pato con la pechuga sellada y el confit crujiente… Tienen hasta un surtido de quesos artesanos como postre.
¿Mis otros favoritos a bordo? Hooked Seafood, donde probé una riquísima clam chowder y continué con una langosta de Maine en Izumi, el japonés del barco que tiene tanto una parte de teppanyaki, con su show correspondiente, como una barra donde preparan sushi, tanto tradicional como en formato roll y unos mochis de postre que son de los mejores que he comido en mucho tiempo.
Hay muchas otras opciones. Desde Jamie´s Italian, el primer restaurante del británico Jamie Oliver en el mar, la famosa hamburguesería nacida en Los Ángeles Jhonny Rockets, un steak house y hasta un restaurante llamado Wonderland, inspirado en el mundo de Alicia en el País de las Maravillas.
Con estas pinceladas en cuanto a comida, solo nos queda darte algunas sobre la bebida. Hemos hablado sobre el bar robótico, pero es que a bordo hay bares de jazz, un sports bar, un pub con pintas y whisky escocés, cafeterías de Starbucks…
Hasta un wine bar, el Vintage ubicado en Central Park, en el que sirven vinos de todo el mundo, con especial atención a los de zonas como California. Un dato sorprendente para terminar, a bordo existen cerca de 124 cócteles diferentes, con los que se consumen 50 toneladas de cubitos de hielo a diario.
La gastronomía de un crucero, en números
Y claro, puede que te entre la duda, ¿será posible dar de comer bien a tanta gente? Te dejamos unos números, aproximadamente 1.085 tripulantes de 51 nacionalidades diferentes, componen el equipo de alimentos y bebidas a bordo, incluidos 540 empleados de restaurante y 190 empleados dedicados a las bebidas. Más de 1.000 personas de la tripulación dedicadas a esto. Impresiona.
Más datos asombrosos. En un crucero medio de 7 noches, que son las habituales que pasas en un barco, se consumen 5.000 docenas de huevos enteros, 6 millones de granos de café, 380 litros de helado de chocolate, 950 kilos de langosta y 1.100 kilos de salmón fresco. ¿Dónde cabe toda esta comida? Donde no llegan los ojos de los cruceristas, en 22 espacios de almacenamiento refrigerados, que albergan gran parte de los alimentos del Symphony of the Seas, desde carne, pollo y pescado hasta harina, plátanos, vinos y helado.
¿Aburrirse? Aquí es imposible
Ya en el camarote que en este caso es con balcón y una pequeña terraza con vistas al mar, esa sensación de estar en el medio de la nada navegando y disfrutando de la vista, la superan pocas cosas.
Con la maleta deshecha -esto de moverse de hotel en varios días es una maravilla-, llega el momento de seguir explorando el barco. Y lo primero que llama nuestra atención, es la amplísima oferta de entretenimiento. En este crucero puedes simplemente tomar el sol o darte un baño en la piscina -climatizadas todas, por cierto-, pero también surcar las olas en Flow Rider, su simulador de surf, escalar en el rocódromo y deslizarte por la cubierta del barco en una tirolina.
También puedes tirarte por el tobogán más alto del mundo en altamar, que te permite deslizarte a toda velocidad por nada menos que 10 cubiertas, disfrutar de un espectáculo en su teatro de agua al aire libre, situado en la popa del barco, embelesarte con una actuación de patinaje sobre hielo, con un espectáculo con el sello de Broadway o con el club de la comedia.
Minigolf, toboganes acuáticos, un tiovivo, canchas de baloncesto y fútbol, un spa con zona de aguas y cabinas de tratamiento y hasta marcarte un Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en Titanic, en la zona conocida como King of the World, una plataforma transparente que vuela sobre el mar. Y eso solo por citar algunas de las propuestas de ocio que tiene este barco. Hay tanto que hacer que no será difícil que te sientas tentado de no bajar en algún destino y quedarte disfrutando del crucero en sí.
” Fuentes www.elespanol.com ”