Desde luego, los que visiten el ‘Valiant lady’ (el barco que navega por el Mediterráneo) corre el peligro de perder para siempre cualquier prejuicio que pudiera albergar sobre eso de embarcarse y surcar el mar con centenares de semejantes. “Lo primero es que no nos gusta masificar, así que siempre intentamos que el pasajero note que no forma parte de ningún colectivo, que tiene todo el espacio que necesite en nuestra embarcación”. Y efectivamente, eso es algo obvio cuando uno pisa por primera vez este barco de lujo: desde los espacios diseñados por el legendario Tom Dixon a la terraza privada a la que pueden acceder los rockstar (algo así como la enterprise class del buque, cambiando los asientos por gigantescos jacuzzis), pasando por los cinco restaurantes que posee. “Nosotros no hemos centralizado la cocina y no hay un equipo haciendo todos los platos de todos los restaurantes: cada uno de esos establecimientos tiene su propia cocina y cuenta con su propio chef. No solo abrimos el abanico de posibilidades, sino que nos aseguramos de todos los restaurantes tengan su propia personalidad”, continua Saverimuttu.
Y desde luego, es difícil llevarle la contraria, los refugios gastronómicos del ‘Valiant lady’ son, ya no de notable alto, sino de excelente. Desde el steak home, The wake, que se encuentra en la popa del barco, con un gigantesco ventanal que preside el comedor, hasta el mexicano Pink agave, pasando por las opciones veganas, o el spot experimental The take a look at kitchen, son realmente inusuales para los conocedores del sector. Además, las partes del Valiant que permanecen abiertas las 24 horas para dar de comer al private, también rinden por muy encima del nivel que uno le adjudicaría —de primeras— a un crucero, por muy de lujo que sea. Lo único que se paga en el barco, y puede que sorprenda, es el alcohol: “Toda la comida que uno pueda comerse es gratis. Los caprichos que hay diseminados por el barco, como las paradas de tacos, la pizza o los helados, también lo son. Lo único que el pasajero paga en el Valiant es el alcohol”, explica Saverimuttu, con una sonrisa.
Seguramente, aunque quizás no se diga en voz alta, la medida sirve para que el barco tenga un ambiente casi zen. El ruido ambiental está bajo mínimos, la iluminación se ha pensado para no resultar molesta y las sesiones de dj tienen horarios europeos. Por supuesto, hay bares por todo el buque (algunos de ellos espectaculares en las cubiertas superiores, pero la pulserita de ‘todo incluido’ brilla aquí por su ausencia). Tampoco hay niños, porque este es un viaje para adultos y abundan los grupos de amigos y las parejas, “pero las familias ya disponen de una enorme oferta y no eran nuestro objetivo”, responde el ejecutivo. “Queremos atraer a personas que jamás de los jamases hubiesen pensado en embarcarse en crucero. Y creemos que se lo van a pasar realmente bien”.
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