¿Cuál es el atractivo de Berlín? ¿Qué hace que la capital de Alemania se convierta cíclicamente en una de las ciudades de Europa a las que todo el mundo quiere ir? ¿Por qué nos ha gustado tanto, incluso cuando no period una ciudad sino dos y separadas por una gigantesca herida?
Me van a disculpar, pero lo cierto es que no tengo una respuesta clara a estas preguntas. Es más, ni siquiera se explicarles muy bien por qué a mí mismo me ha resultado tan atractiva Berlín cuando la visité no mucho antes de la pandemia y me pareció tan diferente -pero igual de apasionante, o quizá todavía más- a la que conocí a primeros de siglo.
Quizá esté ahí el secreto: con una capacidad ciertamente germánica para resistir y reinventarse, la ciudad junto al Spree es una de esas grandes urbes que cambia constantemente sin dejar de ser ella misma, sin dejar de tener un carácter propio e inconfundible, algo que yo creo que sólo está reservado a las grandes capitales.
Volver a Berlín
Así que no les extrañará que Berlín sea uno de los sitios que me vienen a la cabeza cuando pienso en los lugares a los que volver cuando por fin podamos viajar y dejar la pandemia atrás, porque estoy seguro de tras todo lo que estamos pasando seguirá estando ahí y seguirá siendo igual de vibrante, apasionante.
Una ciudad en la que una esquina llena de grafitis no es una muestra de vandalismo callejero sino parte del carácter y de la historia, en la que siempre hay gente de muchísimos sitios y con todo el catálogo de aspectos que uno pueda imaginarse, en la que se respira libertad de las más variadas formas, incluso para tomar el sol desnudos en el Tiergarten en grupos de varias docenas de despreocupados ciudadanos, que causan el menor ya no enfado sino asombro entre sus conciudadanos, es más: ni siquiera despertaban la más mínima curiosidad.
Historia en calles y museos
Seguramente, una de las cosas que a mí me gusta de Berlín es lo cargado de historia que está y cómo ésta es más que seen, casi diría que incluso palpable. Por supuesto, ustedes pensarán como yo lo hago en la más reciente: las dos ciudades, el Muro, los dos sistemas y la victoria final de la democracia y la justicia. Pero no es eso sólo: está también la Segunda Guerra Mundial, por supuesto, y la ciudad que sobrevivió a la guerra o pudo reconstruirse después.
Y está también la historia más antigua que es posible encontrar en las espléndidas colecciones que se agrupan en la Isla de los Museos, una especie de paraíso para los que disfrutamos del arte y, más aún, del arte antiguo y la arqueología, que allí se nos presenta a lo grande, especialmente en el Pergamonmuseum.
El nombre del museo adelanta una conexión con Pérgamo y, efectivamente, no sólo la hay sino que es brutal: allí se expone el famoso Altar de esta ciudad, un impresionante monumento que es uno de los mejores ejemplos de escultura de la Grecia helenística. Pero no es sólo eso: enormes y bellas ruinas romanas nos transportan a otra época y los miles y miles de azulejos de las Puertas de Ishtar nos llevan a la mismísima Babilonia, un nombre y un lugar tan cargado de mitos como actual e histórico y al que en Berlín casi podemos ir en autobús, como diría Bob Marley.
Sólo unos metros más allá del Pergamonmuseum y de la nueva y espectacular entrada a todo el complejo que se inauguró en 2019 está el Neues Museum, que pese a su nombre guarda una colección bellísima de antiquísimo arte egipcio, además de otras piezas prehistóricas. Quizá ese nombre -que obviamente se traduce como Nuevo Museo- tenga de nuevo sentido ahora, ya que dañado durante la Segunda Guerra Mundial hubo que esperar a 2009 para volver a verlo en todo su antiguo esplendo.
En una sala oscura, flaqueada por guardaespaldas como su dignidad actual merece y prohibida a las ansiosas cámaras y móviles, Nefertiti nos mira con su único ojo y con su belleza capaz de mantenerse tan precise 3.300 años después. Es, sin duda, uno de los pedazos de piedra más hermoso del mundo y sólo por el vale la pena ir al museo y, si me apuran, a Berlín.
De Postdamer Platz al Reichstag
Otro de los atractivos de Berlín es, sin duda, su reconstrucción desde la caída del Muro. En pocos espacios tan impresionante como en Postdamer Platz, una enorme zona que sólo ocupaban el cemento y el alambre de espino y hoy un barrio moderno, de edificios altos y con una vitalidad inaudita.
También impacta la zona cercana al edificio del Reichstag, donde el Muro seguía las curvas dóciles del Spree y ahora hay una serie de modernos y grandiosos edificios oficiales y una llamativa estación de tren. La propia cúpula del gran edificio del parlamento alemán es uno de los grandes atractivos de la ciudad y, un poco más allá, la Puerta de Brandeburgo y el extraño pero a su modo hipnótico Monumento a las Víctimas del Holocausto son, en su cercanía, la mejor metáfora de ese Berlín que en nuestra memoria siempre será el de las maravillosas imágenes de noviembre del 89, pero también el del recuerdo de los terribles crímenes de los años 40.
Y quizá en esa dualidad está también el interés siempre vivísimo de esta ciudad, símbolo al mismo tiempo de las peores tiranías y de la libertad.
” Fuentes www.libertaddigital.com ”