Tras 15 meses sin poder realizar viajes internacionales debido a la pandemia del covid-19, el papa Francisco volvió el a subirse a un avión esta semana. Lo hizo para viajar a Irak, un país que nunca había acogido a un obispo de Roma y que ha estado marcado por décadas de guerra e inestabilidad política y social.
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El periplo de Jorge Mario Bergoglio –que busca reconfortar a una de las más antiguas comunidades cristianas del mundo, destruida por conflictos y persecuciones, y profundizar el diálogo con los musulmanes– es visto como el más arriesgado de su pontificado.
Pese a que tanto el jerarca de la Iglesia católica como los miembros de su séquito ya están vacunados contra el coronavirus, se trata de un viaje no exento de peligros.
Basta pensar en los últimos ataques terroristas, como el de los diez cohetes que impactaron esta semana en una base militar empleada por soldados de EE. UU. y de la coalición internacional en suelo iraquí y que provocó la muerte de un empleado civil.
Esta situación obligó a Bergoglio a utilizar un vehículo blindado, como había anticipado el portavoz vaticano, Matteo Bruni, que consideró la visita un “acto de amor” del papa Francisco hacia la población native.
El mismo Bruni dijo que sería “diferente” este viaje –que termina este lunes después de que el Papa haya recorrido 1.445 km especialmente por aire para evitar las zonas donde se esconden yihadistas– y que “a excepción de Erbil, donde presidirá (este domingo) la misa en el estadio”, en los encuentros del pontífice habría pocas personas.
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Y así ha sido. Para la visita del papa argentino, aficionado a las multitudes en todo el mundo, Irak decretó un confinamiento complete, aplicado por fuerzas especiales desplegadas en masa.
Frente a las incógnitas sobre la seguridad del Papa, el cardenal Louis Raphael Sako, patriarca de Babilonia de los caldeos, intentó transmitir un mensaje de tranquilidad. “(…) El Papa es una figura muy apreciada por los musulmanes porque está abierto al diálogo. Las autoridades civiles y religiosas harán de todo para garantizar la visita”, dijo Sako, líder de la pequeña comunidad católica native, cuyos miembros empiezan tímidamente a volver a su tierra después de verse obligados a huir de la barbarie del grupo yihadista Estado Islámico (EI).
Y es que antes de 2003, en Irak vivían 1,3 millones de cristianos, una cifra que se ha reducido hoy a unos 300.000, pues buena parte han emigrado debido a la guerra, la persecución religiosa y la falta de derechos fundamentales.
“Más del 60 por ciento de los desplazados dentro del país ya han regresado”, aseguró Sako. “Otros esperan todavía un poco más para hacerlo (…). Es cierto que algunos de ellos no confían mucho en el futuro, porque aquí y allá, en ocasiones, hay situaciones de violencia. Es complicado, porque algunos también han encontrado trabajo en la región del Kurdistán. Pero con el tiempo volverán. Sus casas han sido reparadas con la ayuda de la Iglesia”, destacó el patriarca de los caldeos.
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Con su visita a Irak, el papa Francisco cumplió con un viejo deseo que no pudo satisfacer su antecesor más viajero, Juan Pablo II. Además, el periplo le permite al pontífice continuar con su deseo de visitar países pequeños, que han pasado un período difícil o donde los cristianos son una minoría.
Más del 60 por ciento de los desplazados dentro del país ya han regresado
Sus palabras en territorio iraquí, además, tienen resonancia en todo Oriente Próximo. En las breves palabras que dedicó a los periodistas que lo acompañaron en el vuelo desde Roma, el Papa expresó el sentido de su visita al considerarla “un deber hacia una tierra torturada durante tantos años”.
Bergoglio, de hecho, llevaba tiempo queriendo ir a Irak, pero parecía hasta ahora un destino inconceivable para acoger a un obispo de Roma. Lo mismo sigue ocurriendo aún con otros dos países que el pontífice tiene en su agenda de futuros desplazamientos, aunque no será fácil que pueda conocerlas de primera mano. Se trata de China y de Sudán del Sur.
En su discurso a las autoridades iraquíes el viernes, el Papa insistió en que llegaba para “animar” a los católicos locales “en su testimonio de fe, esperanza y caridad en medio de la sociedad”. También celebró la milenaria “diversidad religiosa, cultural y étnica” del país, denunciando cómo ha saltado por los aires debido a las décadas de guerras, “el flagelo del terrorismo” y los “conflictos sectarios basados en el fundamentalismo”. Al lamentar la “muerte, destrucción y ruinas” provocadas por esta situación, se acordó en specific de los miembros de la minoría yazidí, víctimas de la barbarie del EI.
El Papa completó su etapa política ese día, cuando se reunió en Bagdad con el presidente el presidente Barham Saleh y se dirigió los cristianos de Irak desde la catedral de Nuestra Señora de la Salvación, objetivo en 2010 de un horrible ataque en el que murieron 53 fieles.
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Y este sábado dio inicio a la parte más espiritual y widespread de su viaje. El pontífice se dirigió a Nayaf, una de las ciudades santas del chiísmo, donde sostuvo un histórico encuentro con el gran ayatolá Alí Al-Sistani, máxima autoridad religiosa de esa rama del islam en el país, quien le transmitió al Papa su compromiso por la “paz” y la “seguridad” de los cristianos de Irak.
De la reunión solo trascendieron dos cosas: un foto de los dos líderes religiosos y un comunicado de la oficina de Sistani, quien lucía el turbante negro de los descendientes del profeta Mahoma, que agradeció al papa Francisco su visita a Nayaf.
El gran ayatolá aseguró al pontífice, vestido de blanco, “la atención que presta al hecho de que los ciudadanos cristianos puedan vivir como todos los iraquíes en paz y en seguridad, con todos sus derechos constitucionales”.
El encuentro entre ambos líderes religiosos fue clave para un país de convivencia frágil como Irak, donde el Gobierno decretó el 6 de marzo como “Jornada de tolerancia y coexistencia”.
La teóloga musulmana chií Shahrzad Houshmand Zadeh, profesora de Estudios Islámicos en la Pontificia Universidad Gregoriana y vicepresidenta del Consejo de Mujeres del Pontificio Consejo para la Cultura, consideró qué la cita entre el Papa y Al-Sistani crea “un entendimiento espiritual luminoso” entre católicos y chiíes. “El Papa cumple con lo que ha escrito y va a esta tierra martirizada”, celebró esta teóloga de origen iraní.
“Como musulmán chií considero al Papa una autoridad no solo para los católicos, sino también para toda la humanidad. Y lo mismo ocurre con el gran ayatolá Al-Sistani”, declaró en una entrevista con AsiaNews, por su parte, Sayyed Jawad Mohammed Taqi Al-Khoei, cofundador del Consejo Iraquí para el Diálogo Interreligioso.
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Tras esta reunión inédita, el Papa inició la peregrinación a Ur para rezar por la “libertad” y la “unidad”, y poner fin a las guerras y al “terrorismo”. A este lugar, cuna del patriarca Abraham, uno de los grandes profetas del cristianismo, el islam y el judaísmo, quiso viajar Juan Pablo II en 2000, pero Sadam Husein lo impidió.
El papa Francisco, conocido por tender la mano a todas las religiones, rezó junto a responsables yazidíes, sabeos y zoroastristas –comunidades milenarias en el país–; y musulmanes, tanto chiíes como suníes.
Más tarde, el jerarca de la Iglesia católica celebró la primera misa de un Papa con el rito oriental caldeo en la Iglesia de San José de Bagdad, ante cerca 180 fieles y en una ceremonia en la que se usó el árabe, el arameo, el kurdo y el turcomano, además del italiano.
Y este domingo el sumo pontífice visitará la llanura de Nínive, histórico enclave cristiano. En Mosul, la que fue capital del califato proclamado por el EI, celebrará una oración por las víctimas de la guerra, mientras que en la localidad de Qaraqosh acudirá a la iglesia de la Inmaculada Concepción, dañada en 2014 durante la ocupación del citado grupo yihadista.
El acto más multitudinario del viaje será la misa que presidirá en un estadio de Erbil, capital del Kurdistán iraquí, ante unas 10.000 personas. Dentro del recinto será el único momento de su estancia en el país en que utilice un vehículo abierto.
“Todos los iraquíes, y no solo los cristianos, esperan conforto y esperanza de la visita. Desean que los animen para soñar con una situación mejor. Esto viene de los llamamientos del Papa al perdón y la reconciliación, así como a favor del respeto mutuo por la vida, por los derechos humanos y por la diversidad religiosa y étnica”, dijo Sako, asegurando que el papa Francisco es también una figura de referencia para los musulmanes, que suponen más del 95 por ciento de los 39 millones de habitantes del país (65 por ciento chiíes, 30 por ciento suníes).
Lo cierto es que el mensaje del pontífice ha sido claro. Antes de emprender la visita, se presentó como un “peregrino de paz” que busca “la fraternidad y reconoció la resistencia de los cristianos iraquíes” frente a las adversidades de las últimas décadas al recordar que “han sido testigos de la fe en Jesús en medio de pruebas muy severas”. Por eso confesó sentirse “honrado” de encontrarse con “una Iglesia mártir” y agradeció el testimonio de una comunidad que ha tenido “demasiados mártires”.
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Todos los iraquíes, y no solo los cristianos, esperan conforto y esperanza de la visita. Desean que los animen para soñar con una situación mejor
Y en estos tres días ha hecho llamados para que cesen los conflictos en Irak: ha pedido que callen las armas; que pare la violencia, el extremismo, la intolerancia y la corrupción. Incluso este sábado abogó por pasar “del conflicto a la unidad” en “todo Oriente Próximo” y “en particular en (…) la martirizada Siria”.
Según el cardenal Fernando Filoni, nuncio apostólico en Bagdad entre 2001 y 2006 y al que luego el Pontífice mandó como enviado al país tras los eventos del verano de 2014, cuando fue proclamado el califato del EI, la visita del Papa a Irak “representa un paso hacia adelante, tanto respecto a la justificación ‘política’ de la guerra como a la teorización ‘religiosa’ hacia un pasado”, señaló.
DARÍO MENOR TORRES*
Para EL TIEMPO
ROMA
*Con AFP y Efe
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” Fuentes www.eltiempo.com ”