Es común al viajar encontrarse con montículos de piedra en la montaña, a la orilla de los ríos o en la playa. Si bien para las fotos puede ser muy pintoresco hacer pircas, como se las conoce en Argentina, o apachetas, como se las llama en México, los científicos advierten por los riesgos que hay detrás de esta práctica que se ha puesto de moda entre los viajeros.
Antiguamente, las pilas de piedras se usaban para señalizar caminos y senderos y en algunas culturas son símbolos religiosos. Sin embargo, estas esculturas de piedra que desafían el equilibrio ha dejado de ser inocua debido a su masividad.
La próxima vez que viajes y decidas apilar piedras lo pensarás dos veces. Según investigadores del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf), “las piedras en el suelo tienen múltiples funciones que resultan esenciales para el funcionamiento de muchos ecosistemas. Con las modas absurdas y el incremento de turistas, los montículos de piedras han invadido valles y sierras, playas y orillas, costas y cumbres”.
Carles Castell Puig, uno de los investigadores del Creaf explica que las piedras son esenciales en la naturaleza, especialmente en aquellos ecosistemas que tienen condiciones extremas: sequía, salinidad, viento, erosión. “En estos lugares, las piedras retienen la humedad del suelo, favorecen la germinación de las semillas y el enraizamiento de las plantas, aportan pequeños espacios de sombra y constituyen un refugio y cobijo imprescindibles, especialmente durante el día, para muchas especies de invertebrados”, explica el ecólogo.
Para frenar el avance de esta práctica que deja pircas en muchos sitios turísticos naturales, algunos lugares comenzaron a colocar letreros informativos para pedir a lo visitantes que no hagan montones de piedras porque no son un elemento pure ni forman parte de una cultura tradicional y alteran el paisaje.
“Cuando llegamos nosotros y tenemos la ocurrencia de arramblar con las piedras y apilarlas artísticamente no ayudamos precisamente a la conservación del espacio, ya que transformamos totalmente el hábitat natural”, advierte Castell y ejemplifica: “Es como si obligáramos a las pobres plantas y animalitos, acostumbrados a vivir en un pueblecito de plantas bajas, a adaptarse a un entorno bastante más parecido a Manhattan”.
Los ecologistas recuerdan la importancia de visitar los destinos naturales dejando el mínimo de huella posible, para preservar los ecosistemas de cada lugar.
” Fuentes www.mdzol.com ”