No nos engañemos. Hasta hace pocos años éramos los típicos mochileros que solo hacían un día de parada en la playa de turno y porque quedaba de paso en la ruta. Nuestra prioridad period ver lugares de manera incansable, dejando al margen el tiempo para el descanso, así que oír hablar de un crucero nos causaba más indiferencia que otra cosa.
Pasó el tiempo, y aprendimos a disfrutar un poco más del viaje. El ansia viva por conocer nuevos sitios se fue apaciguando y surgió la oportunidad de hacer un crucero, así que dijimos: “¿Por qué no? Vamos a probar”. Y una vez más aprendimos que abrir la mente a nuevas experiencias puede resultar de lo más placentero.
Dicho esto, si estáis en este momento de vuestras vidas en el que os estáis planteando si hacer o no un crucero quizá nuestra experiencia os ayude.
Los cruceros son una especie de todo incluido itinerante (obviamente, cada uno tiene sus circunstancias, pero en todos se suele incorporar, al menos, el servicio de comidas —las bebidas pueden ir aparte—). En ellos, una vez embarcas y te asignan camarote, tienes al alcance de tu mano la comodidad de conocer diferentes puertos y las ciudades o poblaciones más cercanas a los mismos, sin necesidad de ir cargando con la maleta de un lado a otro. El barco se encarga de llevarte, habitualmente durante la noche.
Los hay pensados solo para adultos, pero también los hay que hacen disfrutar a toda la familia, como por ejemplo los ambientados en Disney y sus personajes. Ya veis que el mundo crucerista es amplio… Nosotros hemos hecho un par de ellos, de los enfocados a todo tipo de pasajeros y de todas las edades. El primero lo hicimos con nuestra hija Daniela y el segundo, también con Oliver.
Los barcos ofrecen actividades pensadas para toda la familia que todos acabamos disfrutando mucho. Puedes ir con los más pequeños a los espectáculos diarios en su teatro, a las piscinas o parques infantiles, a proyecciones de cine, jugar a minigolf, a ping pong, trepar por un rocódromo, subir a toboganes imposibles, y disfrutar con ellos de decenas de instalaciones inimaginables si nunca has visto un barco de este tipo por dentro. Quizá no será lo más llamativo, pero guardamos un muy buen recuerdo del crucero con los peques cuando disfrutábamos todos juntos del desayuno en el balcón del camarote todas las mañanas, o de las clases de baile, de las de cocina… Ya veis que no hay tiempo para el aburrimiento en familia.
De manera adicional, tenéis que saber que este tipo de travesías suelen ofrecer una especie de servicio de guardería en el que aceptan a peques de todas las edades y, muchas veces, una vez que entran no quieren salir. Esto es porque allí hacen amigos (algunos de otras nacionalidades, lo cual está genial para que socialicen con niños que tienen otras costumbres e idiomas), y los monitores (también de diversas partes del mundo) cuidan de ellos mientras realizan actividades variopintas a la vez que divertidas. Un día se disfrazan, otro se pintan las caras, otro construyen su propia obra de arte, otro día cocinan, tienen su propia discoteca… Vamos, que se lo pasan pipa y los padres tienen la confianza de que están bien cuidados el tiempo que pasan allí.
Normalmente, los servicios básicos están incluidos en el precio del crucero, pero os recomendamos que antes de contratar uno u otro preguntéis qué servicios requieren cargos adicionales. Tened en cuenta que se suele pagar por acceder a web, por bebidas premium, por masajes o peluquerías… pero los espectáculos o actividades como los ya nombrados suelen estar comprendidos.
Datos prácticos si hacéis un crucero con niños
En el terreno gastronómico, algo muy útil es que los cruceros suelen incluir un rincón de comidas pensadas para los niños. Así que, si la restauración es un problema, olvidaos, será difícil que no encuentren algo que les guste en un bufé de semejantes dimensiones.
Otra cosa importante: normalmente los barcos disponen de tiendas en su inside para comprar cosas básicas si en un momento dado os hacen falta por ejemplo pañales. Si no se da el caso y os habéis dejado en tierra parte de la maleta, tendréis que esperar a llegar a puerto para comprar más, pero en caso de necesidad, hablad con la tripulación, siempre tienen un plan B por si acaso.
A la hora de bajar a puerto, cuando el crucero hace parada suele existir la posibilidad de recorrer las inmediaciones por cuenta propia, de montarte tu propia excursión o de contratar alguna de las que ofrece el barco. En el caso de las excursiones contratadas, siempre suele haber alguna especialmente diseñada para los más peques.
Último dato: normalmente el precio del crucero marca la calidad del mismo (salvo chollos y grandes ofertas, ¡claro!), pero las actividades o la comida suelen ser sensibles a estas variaciones de precio. A mayor categoría del barco, mejores son estas cosas…
Y a modo de reflexión, podemos decir que a pesar de que mirábamos a los cruceros con algo de recelo, nos parecen un tipo de vacaciones que merece la pena plantearse hacer al menos una vez en la vida, y si es con peques, genial, puesto que te permite disfrutar de las actividades cotidianas (y de algunas más especiales) con tus hijos, sin las prisas del día a día y con la comodidad de ir descubriendo destinos a bordo de un resort flotante.
Adrián Rodríguez y Gosi Bendrat son autores del blog Mola Viajar desde 2008. Tanto en su weblog como en su canal de YouTube, cuentan cómo recorren el mundo en compañía de sus hijos, Daniela y Oliver.
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” Fuentes elviajero.elpais.com ”