Fundó en 1963 el primer restaurante del pueblo de Navacerrada con un menú de 25 pesetas. Desde entonces se mantiene al frente de su negocio y sus hijos siguen con la tradición familiar
En la puerta de su restaurante, Félix contempla a la gente que aguarda su turno para comer. Es fin de semana y una nutrida fila de personas llama la atención en la plaza principal del pueblo de Navacerrada. Aguardan que quede una mesa libre en el restaurante Félix El Segoviano. En la puerta, Félix Martín recuerda cómo empezó todo hace 60 años, no sin antes advertir: «Mejor llámame Félix el Segoviano, que es como me conoce todo el mundo».
«Cuando abrí el restaurante en 1963 el menú valía 25 pesetas, algo así como 15 céntimos de euro y ya se formaban colas», cuenta este personaje, que inauguró el primer restaurante del municipio de Navacerrada. «Entonces era un pueblo muy pequeño, de menos de 200 habitantes y no había nada. Hoy hay más de 30 restaurantes», relata Félix, considerado como el pionero de uno de los destinos más apreciados de la Sierra de Guadarrama.
Nacido en Segovia, pronto emigró a Madrid para ganarse la vida. En la capital trabajó en los mejores hoteles y restaurantes, como Neguri y La Ostrería, desde donde marchó para instalarse en Navacerrada. El inicio de su restaurante coincidió con el esplendor de la estación de esquí del puerto de Navacerrada, en los años 60 y 70. El instinto de Félix le hizo pergeñar otra invención por la que se ganó una fama de la que no se ha desprendido: los picatostes con chocolate.
«La gente subía a esquiar y no bajaba hasta bien entrada la tarde. ¡Claro, ya no era hora de comer!». Se les había pasado el momento del almuerzo, pero no el de la merienda. Félix creó unos deliciosos dulces, cuya fama le ha acompañado desde entonces: los picatostes. «Tuvieron mucho éxito. Había tardes que hacíamos más de 1.000 raciones», rememora el carismático restaurador, de 87 años. Atraído por el negocio, Ramón Areces, propietario de El Corte Inglés, quiso comprarle la receta. «Yo había registrado la patente. No se la vendí, a pesar de que me ofreció muchísimo dinero. Es un secreto de familia», reconoce Félix con orgullo.
No sólo fueron los picatostes, sin embargo, los culpables del éxito de Félix el Segoviano, sino su cocina auténtica y honesta. «Utilizamos los mejores productos, los elaboramos de una manera tradicional sin enmascararlos con nada. La cocina española es la mejor del mundo», reconoce.
Lechazo y tostón asado como buen segoviano, pero también cochifritos, chuletón de buey, rabo de toro, fideos con almejas y, claro, judiones de La Granja. «Los caracoles y los callos son los más difíciles», narra desde su experiencia, «son unos platos que hay que limpiar mucho y preparar muy bien. No se pueden pedir en cualquier sitio. Aquí sí se pueden tomar con garantías», añade.
Sería incompleto omitir otra faceta de esta institución de la localidad madrileña de Navacerrada, que va más allá de la calidad de sus platos: la clientela que ha elegido al restaurante de Félix como destino preferente. Si el número de las especialidades sobrepasa las 400, la nómina de personajes de calado que ha pasado por este comedor no le va a la zaga.
En Félix el Segoviano los políticos de las más variadas tendencias han diluido sus diferencias mientras disfrutaban de la sobremesa. Basta citar a algunos: Serrano Suñer, Primo de Rivera, Alfonso Guerra, Rafael Vera, Mayor Oreja o Julio Anguita… Junto a ellos toreros, como Nicanor Villalta y Domingo Ortega; artistas como Sara Montiel, Manolo Escobar, Concha Velasco, Ramoncín y El Fari; creadores como Antonio Buero Vallejo y Luis María Ansón y personalidades de la talla del cardenal Rouco Varela y el mismísimo Juan Carlos I han disfrutado aquí de mesa y mantel.
Félix recuerda a cada uno de ellos: «Todos fueron y son grandes amigos. Más aún: entraron como clientes y salieron siendo parte de la familia». No hay más secreto.
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