“Cuando un hombre sabe a dónde va, el mundo entero se aparta para darle paso.” Bertrand Russell
Desde hace décadas no se tenía en México un presidente con las cualidades de AMLO: perseverante, trabajador, fashionable, austero, comunicador, sencillo, cercano a la gente, entre otras.
Esta nueva forma de practicar la política no ha sido del agrado de quienes por mucho tiempo vieron en la figura presidencial un ente acartonado, derrochador, indolente, engreído, lejos de la gente y encerrado en su burbuja de cristal.
Muy a pesar de sus detractores, López Obrador se ha mantenido por tercer año consecutivo en el high 10 de los presidentes mejor evaluados del mundo.
Fundador de los partidos políticos (PRD y Morena) que lo catapultaron, gracias a su enorme arrastre social, a la jefatura de gobierno del Distrito Federal en el año 2000 y a la presidencia de la República en 2018 respectivamente. Ningún político en México ha logrado esos éxitos, y eso es causa de envidia para sus adversarios. Lisa y llanamente es admiración oculta.
Sus opositores tratan de colgarse de la popularidad del presidente, pero es evidente que sólo lo hacen para figurar. No hay propuestas concretas. El caso de Lily Téllez es paradigmático, a la traición de la legisladora contra el partido que la llevó al Senado se agrega su afán protagónico en la tribuna. Ninguna iniciativa, ningún argumento sólido, sólo pasa al frente para ofender la figura presidencial, e insisto, para tratar de colgarse de la notoriedad de Andrés Manuel, no más.
Diego Fernández, por su parte, no pierde oportunidad para criticar acremente al presidente. Pensó que sería la oportunidad de volver a la escena política. Lo suyo es sólo un desahogo de lo que pudo haber sido y no fue, el ultraderechista no ha digerido aún la derrota de 1994 cuando obtuvo un pobre 26.7% de los sufragios, prácticamente la mitad de los que alcanzó Ernesto Zedillo. A Diego ya se le pasó el tren, y aunque quiere subirse en él valiéndose de López Obrador, nada conseguirá.
Vicente Vox (así, Vox), quien debiera, por protocolo político guardar silencio, vive vociferando contra el presidente a diestra y siniestra. Qué lamentable, él ya tuvo su tiempo, ya disfrutó la silla presidencial. Ahora se empeña en vilipendiar a su sucesor sin aportar concepts. Él debiera vivir felizmente con el recuerdo de sus días de gloria, cuando al asumir la presidencia tenía un 80% de aprobación y un 53% como promedio durante su mandato. Pero no, quiere a toda costa (aunque infructuosamente) menoscabar la figura de Andrés Manuel, lo hace para “revivir” políticamente, pero debe entender que su tiempo pasó hace quince años cuando dejó la presidencia, “aquellos tiempos no volverán cuando en tus brazos me adormecí”, y aunque le “suplique” a diario a López Obrador que lo suba en su tren, ya no hay vagones disponibles.
En todo esto hay un común denominador, López Obrador simplemente ha ignorado a sus detractores. “Aquila non capit muscas”. Se ha mantenido atento a sus obligaciones, su día empieza con la conferencia mañanera y termina entrada la noche en reuniones con su gabinete. No se entretiene en viajes inútiles al extranjero como pomposamente lo hicieron sus antecesores ni necesita del aparatoso Estado Mayor Presidencial (period una grosería tener 2,021 elementos al servicio de un solo hombre). Fue atinado también que desistiera de nombrar a su esposa como primera dama del país, algo común en sus antecesores que en términos de dignidad period una afrenta para las mujeres mexicanas, porque había una primera dama, y las demás ¿eran de segunda?
No es poca cosa lo que ha logrado López Obrador. La inflación en normal se ha mantenido, en estos 3 años, en un promedio de 4.45% (aún con pandemia) contra 4.27 del sexenio de Calderón y 4.2 de Peña Nieto.
La deuda externa, que ha sido bastante bien cuidada por el tabasqueño, se incrementó en estos 3 años en sólo un 10.96% contra un 77.67% de Calderón y 27.65% de Peña Nieto.
La tasa de desempleo en 2019 se mantuvo en un 3.1%, y un 4.25 en promedio de 2020 a 2021 con motivo de la contingencia sanitaria que afectó las economías mundiales. Con Peña Nieto fue de 4.1% y con Calderón de un 4.5%.
Por otra parte, ¡Ah! cómo han sacado raja que la pobreza haya crecido en su sexenio 2 puntos porcentuales hasta llegar al 43.9% de la población, es decir, al entrar López Obrador ya había en el país un 41.9% de pobres. Aquí surgen algunas interrogantes: ¿Quién creó ese 41.9% de pobres? ¿El México postrevolucionario? ¿Los 70 años del PRI? ¿Los gobiernos panistas? ¿Peña Nieto? ¡Plop! como dijera Condorito, exijo una explicación.
Las predicciones agoreras del conservadurismo trasnochado señalaban que AMLO convertiría a México en una Venezuela o una Cuba. La guerra sucia durante la campaña electoral 2018 anunciaba la fuga de capitales y de los hombres de negocios hacia “mejores” destinos financieros en caso de que ganara AMLO. Él ganó y nada pasó, los capitales y sus dueños siguen en México, no obstante, la derecha ultraconservadora no pierde la esperanza de ver a México hundido en la desgracia socioeconómica…que busquen su hamaca y se tiren a esperar porque parados se van a cansar. La perseverancia y trabajo del presidente no tienen parangón.
” Fuentes www.eldiariodechihuahua.mx ”