El turismo es, según la Organización Mundial del Turismo, un fenómeno social, cultural y económico que supone el desplazamiento de personas a países o lugares fuera de su entorno ordinary por motivos personales, profesionales o negocios.
Hay, claro, otras maneras menos académicas de definirlo. Por ejemplo, podríamos decir que es una de las más gratificantes actividades del ser humano. O que sirve para conocer otros pueblos, otras culturas y para maravillarnos con las grandes creaciones de la humanidad.
Son varios los tipos de turismo que existen: de sol y playa; cultural; gastronómico; de aventuras; deportivo; cinematográfico; literario; de salud. Y, también, el llamado turismo religioso, motivado por la fe, la espiritualidad y la devoción.
Todos ellos, de una manera u otra, se vieron afectados por la disaster sanitaria provocada por el virus del COVID-19. Así, el cierre de las fronteras en todo el mundo y las restricciones de viaje impuestas como respuesta a la pandemia hicieron que la industria turística, en common, se desplomase.
Sin embargo, con el inicio de masivas campañas de vacunación en casi todos los países y la esperanza de alcanzar la inmunidad de grupo, la industria turística parece estar en vías de recuperación. Ya varios de sus organismos han comenzado a redactar documentos y protocolos que permitirán la realización de viajes internacionales seguros.
Es por lo que las líneas de cruceros, las compañías aéreas, los hoteles y las agencias de viaje, se preparan para el esperado retorno del turismo. Y, en specific, del “religioso”.
En efecto, pensando que lo primero que harán muchas personas cuando puedan viajar será ir “a dar gracias”, ya las agencias especializadas organizan nuevas excursiones, no solo a los principales lugares de peregrinación como Roma, Jerusalén y la Meca, sino también a ciudades donde han ocurrido apariciones y milagros, como en Fátima, Portugal; Lourdes, Francia; Orvieto, Italia; Ávila, España; y Turín, Italia.
En realidad, son tantas las ciudades en las que han sucedido que a veces, aun sin viajar a ellas con un fin religioso, terminamos visitando sus lugares sagrados.
Uno puede, por ejemplo, llegar a Brujas, esa encantadora ciudad de Bélgica a la que llaman la “Venecia del Norte, pensando en navegar tranquilamente por sus hermosos canales solo para vernos incluidos, al final del día, en una excursión a la Basílica de la Santa Sangre para ver el tabernáculo de plata donde está guardada una vasija de vidrio conteniendo la sangre de Cristo.
O se puede arribar a Zaragoza, capital de la región de Aragón, en España, una ciudad vibrante y cosmopolita, pensando visitar sus museos y pasear por sus arbolados bulevares solo para que al llegar al centenario Puente de Piedra que cruza sobre el río Ebro nos encontremos con la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, en cuyo interior puede verse el pilar donde la Virgen María habría aparecido al Apóstol Santiago.
O viajar a Roma y después de visitar el Coliseo, el Foro y la Fuente de Trevi, ser llevado por un guía a ver la tumba de San Pedro en las grutas del Vaticano.
Sí, el turismo religioso regresa, no solo a través de las peregrinaciones y las visitas a los más sagrados lugares del mundo, sino también a través de un simple viaje de placer a cualquier ciudad.
Y es que se pueden hacer las dos cosas. No en balde la Asociación Mundial de Turismo Religioso lo ha definido como “un viaje donde el elemento religioso constituye uno de los objetivos principales, no el único”, en una clara referencia a su también condición recreativa.
Es decir, lo mismo se puede visitar la tumba con el cuerpo incorrupto de un apóstol que visitar el Museo del Prado y más tarde cenar en la Casa Botín de Arcos de Cuchilleros. Nada malo en ello. Así que bienvenido el turismo. Tanto el religioso como todos los otros.
Manuel C. Díaz es un escritor cubano. Correo: manuelcdiaz@comcast.net.
” Fuentes www.elnuevoherald.com ”