Conocer otras cultura y lugares es una de las mejores formas de invertir el tiempo libre. Decía Mark Twain que viajar “es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”. No es de extrañar, por tanto, que cada vez más gente encuentre placer en descubrir mundo. Pero hay quien siente un impulso incontrolable por viajar, por escaparse y descubrir nuevos destinos. Quienes sienten esta necesidad padecen el llamado síndrome wanderlust.
El término proviene del alemán, de la unión de las palabras ‘wandern’ (vagar) y ‘lust’ (pasión), así que podría traducirse como ‘pasión por viajar’. En castellano también existe una palabra, ‘dromomanía’, aunque, al parecer, tiene una connotación algo más negativa. Según la RAE, ‘dromomanía’ es la “inclinación excesiva u obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro”.
En realidad, el síndrome wanderlust va más allá de las ganas de viajar, es casi como una adicción por conocer el mundo, una necesidad de hacer viajes fuera de lo común. Quienes lo padecen pasan grandes cantidades de tiempo investigando sobre nuevos destinos, leyendo guías, viendo programas sobre viajes y buscando por web vuelos, hoteles o excursiones. Para ellos, el destino es lo de menos, disfrutan por el mero hecho de viajar. El lenguaje tampoco representa una barrera para ellos: sus ganas de conocer nuevos lugares y culturas pueden con todo. Y es que la curiosidad y el wanderluster van de la mano.
Quienes lo padecen suelen ser personas que buscan constantemente trucos y consejos para viajar barato y así poder estirar su presupuesto al máximo para gastarlo en nuevas experiencias. Tampoco suelen comprar souvenirs o cosas materiales durante sus viajes.
El concepto se ha puesto muy de moda en los últimos años y se ha extendido especialmente entre los jóvenes. Prueba de ello son los 145 millones de resultados que Instagram arroja con el hashtag#wanderlust. Pero más allá de la moda, algunos expertos aseguran que este síndrome es una realidad y que su origen se encuentra en nuestros genes. En concreto, en el denominado DRD4-7R, un receptor de dopamina que ha sido bautizado como ‘el gen viajero’. Según David Dobbs, investigador de National Geographic, este gen provoca que las personas que lo poseen “acepten mejor los cambios y la aventura, y también se sienten con mayor afinidad para asumir riesgos en cuanto a nuevas ideas, comidas, relaciones, etcétera”.
Así que, ya sabes, si tú también sientes unas irrefrenables ganas de conocer mundo y en cuanto regresas de un viaje ya estás planificando el siguiente, es muy posible que padezcas el síndrome wanderlust.
” Fuentes www.mujeresaseguir.com ”