Desde México, el ferrolano está al frente de 18 hoteles de la compañía en el continente americano
26 ene 2023 . Actualizado a las 18:06 h.
La tierra siempre tira. Y por mucho que Jesús Zalvidea (Ferrol, 1983) resida en uno de los lugares más paradisíacos y turísticos del planeta, Cancún, una parte de su corazón está en Covas. «Uno siempre piensa en volver, mínimo, a Galicia. Aunque llueva», bromea. A la península del Yucatán recaló por una exitosa carrera laboral de más de quince años en el mundo de la hotelería. Principalmente ligada al grupo Palladium, compañía en la que acaba de asumir la dirección de operaciones de América. Bajo su cargo están los 18 hoteles –9 en Mexico (Caribe y Pacífico), 6 en República Dominicana (playa Bávaro, Cap Cana y Santo Domingo), 2 en Jamaica (Montego Bay) y uno en Brasil (Salvador de Bahia)– que suman unas 7.5000 habitaciones y cuentan con 10.000 empleados. «Desde España se visita mucho las zonas de Punta Cana, Cancún y, sobre todo, Riviera Maya. En Brasil, por ejemplo, las operaciones dependen mucho más del mercado de Latinoamérica, no hay tantas desde Europa. Y Jamaica tiene mucho mercado afroamericano, norteamericano e inglés», explica.
Zalvidea Estudió Dirección y Administración Hoteleras en el Centro Superior de Hostelería de Galicia. Empezó en el año 2006 en Ibiza como coordinador de calidad. Y a los seis meses ya cruzó el charco para debutar en el Caribe desarrollando un plan de calidad en un complejo de Cancún, Ribera Maya. Ha pasado por hoteles estratégicos de la compañía en Puerto Vallarta, Salvador de Bahía y Costa Mujeres. En esta zona en expansión turística atravesó la pandemia sanitaria del coronavirus. El sector logró remontar tras un 2020 con los grandes complejos de México, donde reside, sin apenas actividad, a pesar de que el país fue uno de los pocos que nunca estuvo cerrado al turismo. «En el 2021 mejoramos. Y el 2022, salvo el primer trimestre, fue muy bueno, excepcional. Récord histórico de la compañía y seguro que de muchas más. Y el año que viene será tremendo», augura. Sobre Costa Mujeres describe que se trata de una zona que emerge. «Donde antes había mil habitaciones, hoy hay 8.000 y la proyección es crecer hasta 30.000», explica.
Una vida al otro lado del charco
Lanzarse a la aventura de trabajar al otro lado del océano Atlántico no fue tan difícil, reconoce. «Fue fácil porque tuve la oportunidad de irme con mi mujer, que entonces period mi novia con la que estudié y trabajaba, a México», recuerda. Se casaron en Brasil hace diez años. Tienen tres hijas, dos coruñesas y una carioca. Y ya están asentados en Cancún, donde se ubica la división central de la compañía en América, al lado del resort del que su mujer es directora. «Concilio el trabajo con la vida acquainted, el colegio de las niñas… Es cierto que siempre hemos pensado que nos gustaría volver a España, es donde quiero acabar, pero como te vas embarcando proyecto tras proyecto…», reconoce.
Eso sí, explica que residir en Cancún les obligado a adaptarse a las diferencias culturales entre ambos continentes. «Se echa un poco de menos el salir de casa, caminar por la calle… En estas zonas turísticas no es así, no tienes un núcleo urbano. Tienes que adaptarte a vivir aquí porque no tiene nada que ver con Europa. Una vez pasas esa barrera psychological y cultural, va todo bien. La hotelería requiere mucha carga laboral y luego llega el fin de semana y tienes buen tiempo y playas», describe. Pero prefiere las de su hogar. En vacaciones regresan siempre a Covas. «El mes de vacaciones lo pasamos en Cabo Prior. Aunque llueva», bromea. Y reconoce que se queda con «Santa Comba, Esmelle, Vilar o la Fragata». «Son de las mejores playas que he visto en mi vida. El único tema es la temperatura del agua… Aquí te acostumbras a unas temperaturas tan cálidas que cuando vuelves a casa parece que te rompe», bromea.
Por donde va presume de Ferrol, reconoce. «Es un entorno tremendo, paradisíaco, aunque llueva un poco más de la cuenta», incide. Lo que más echa de menos, «primero, la familia y, segundo, los amigos». «Lamentablemente, cuando saltas el charco te pierdes momentos importantes, alguna boda, reuniones familiares… Siempre estás un poco ausente», comenta.
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