En 2011, el año en que la última junta militar aflojó la mano y dejó el Gobierno en manos de civiles afines llegaron a Myanmar 816.369 turistas que dejaron 319 millones de dólares (266 millones de euros) en divisas. En 2019, solo ocho años después, la cifra de visitantes extranjeros se había disparado a 4.364.101. Una cantidad extraordinaria si pensamos que países de larga tradición turística, como Perú, que tiene al Machu Picchu —el Messi del turismo— en su alineación, recibió ese año la misma cantidad de visitantes. Entre todos esos turistas aportaron a las arcas birmanas 2.818 millones de dólares (2.352 millones de euros), con un gasto medio diario de 108 dólares (90 euros), en un país en el que la mayoría de sus 53 millones de habitantes vive con uno solo al día.
El golpe de Estado y la detención del Gobierno legítimo de la Liga Nacional para la Democracia (NLD), encabezada por la líder de facto del Gobierno, Aung San Suu Kyi, no solo va a tener efectos demoledores sobre una democracia que nunca fue tal, ya que los militares se reservaron los mecanismos para seguir controlando el poder político y muy en especial, el económico. Va a causar una debacle también en los ingresos por turismo que unidos a los problemas por la disminución de exportaciones agrícolas a China de los últimos años hará válido el informe del Banco Mundial del año pasado en el que sugería que “Birmania podría perder el beneficio de los progresos logrados durante la última década en la lucha contra la pobreza, con familias más vulnerables y amenazadas por el desempleo”.
Las cosas estaban cambiando muy rápido en Birmania y se respiraba cierto aire de optimismo que llevaba incluso a algunos guías turísticos a criticar y hacer chistes sobre los prebostes militares —que, por cierto, son los dueños de la mayoría de empresas privadas y públicas del país—, algo impensable hace una década. En 2014, en mi primera visita a Birmania, la tramitación del visado period larga y farragosa. Hoy se consigue con un rápido trámite en línea. En aquella época había embargo económico, no se admitía tarjeta de crédito alguna y había que llevar en el bolsillo fajos de dólares USA porque la moneda native, el kyat, no tenía valor alguno. Hoy hay cajeros automáticos en la mayoría de ciudades, los lugares turísticos admiten tarjetas de crédito, se puede pagar siempre con kyat y en las casas de cambio aceptan los euros sin problema.
El turismo, que sin duda tendrá sus facetas negativas, pero del que no podemos obviar otras muchas positivas, estaba permitiendo unos ingresos antes inimaginables para la población de las zonas turísticas como Yangún, Mandalay, Bagan… En 2013, existían 3.667 guías turísticos homologados y 1.350 compañías de excursions y actividades de pequeño y mediano tamaño, que daban empleo a much de personas. En 2019, ya son casi 5.000 los guías oficiales (por cierto, de ellos solo 97 en español) y el número de empresas turísticas locales ha subido hasta 3.188. La cantidad de hoteles ha pasado de los 923 de 2013 a 1.924 en la actualidad, con más de 80.000 camas disponibles.
“Es un destino al alza, sin duda, y con muy buena popularidad”, comenta Fernando Sánchez-Heredero, director de viajes Azul Marino en Valencia, “aunque es cierto que la disaster de los rohingya lo empañó un poco. Un pequeño grupo de agencias como el nuestro puede enviar casi un centenar de viajeros anuales a Birmania”, añade. Según los datos del Ministerio de Turismo birmano, en 2019 llegaron al país 13.689 españoles, un 21% más que el año anterior.
No todo es shade de rosa. Algo se está maleando también por culpa de los visitantes extranjeros. Los pescadores del lago Inle, por ejemplo, una de las zonas más turísticas del país, ya se han dado cuenta de que sacan más dinero posando en sus canoas para los turistas que sacando pescado. Y serán muy religiosos y muy budistas, pero nadie movió un dedo —incluida La Dama, Nobel de la Paz— ante el extermino y expulsión de los rohingya. Pero, aun así, Birmania sigue siendo un destino fantástico, el Sudeste Asiático más puro, con miles de singularidades y gentes que abruman por su amabilidad y sonrisa. El país de las pagodas milenarias, de los templos y los arrozales, dotado de una tremenda personalidad.
Esta nueva asonada militar, que interrumpe la transición a la democracia, puede cambiarlo todo. De momento, el Ministerio de Exteriores español recomienda no viajar a Myanmar. En su net alerta de que “tras el golpe de Estado militar perpetrado el 1 de febrero, los aeropuertos permanecen cerrados y todos los vuelos, tanto internacionales como nacionales, se han suspendido. Las fronteras terrestres están cerradas y la concesión de visados suspendida. Se han registrado cortes de las líneas de teléfono y de Internet. La mayoría de los bancos están cerrados y sus servicios bancarios permanecen suspendidos. Los supermercados se encuentran abiertos, pero con horario reducido”.
” Fuentes elpais.com ”