Con playas costeras y diversos atractivos, la región sureña de Moquegua reabre sus puertas a los visitantes. Se trata de uno de los paraísos escondidos del Perú. Es una ruta que enamora al turista. ¡Atrévete y visítala!
Desde el mar hasta la cima del cerro Baúl, se puede divisar el hermoso paisaje de ‘La capital de los dulces y los piscos’, como se le denomina, con whole justicia, a Moquegua.
En sus más de 15,000 kilómetros cuadrados, y a lo largo de sus tres provincias (Common Sánchez Cerro, Mariscal Nieto e Ilo), Moquegua alberga pueblos pintorescos, atardeceres inolvidables y una sabrosa gastronomía.
A puertas de celebrar su 185° aniversario, la región sureña se reactiva a paso lento pero seguro, tras los estragos causados por la pandemia del covid-19. En julio, por ejemplo, Moquegua obtuvo el sello internacional ‘Safe Travels’; es decir, se trata de un destino seguro que salvaguarda la salud de sus visitantes.
Punta Coles
Una fauna fascinante espera al visitante a solo 8 kilómetros de Ilo. Revoloteando en el mar, los delfines dan la bienvenida a Punta Coles, que integra la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras.
El área, protegida desde el 2009 por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), alberga entre sus quebradas rocosas una diversidad de animales marinos y aves.
Con nombres inusuales, los lobos marinos “finos” y “chuscos” forman en esta reserva una de las colonias más grandes del Perú.
Es un espectáculo ver cómo las pequeñas crías se asientan al pie de las rocas, esperando dar su primer ingreso al Mar de Grau, ante la mirada de las 43 especies de aves y 12 de mamíferos que allí se “hospedan”.
Con más de una década como guía de turismo, Glenda Manrique considera, además, este variopinto espacio como un “centro de maternidad”.
Dejamos atrás la belleza marina de Punta Coles, con la esperanza de retornar pronto.
Moquegua monumental
La peculiaridad de las calles y el estilo barroco en sus casonas han definido el término perfecto para el centro de la ciudad: la Moquegua monumental. En sus avenidas se respira tradición y cultura descendiente de los antiguos pobladores de las culturas Wari y Tiahuanaco.
Por medio de objetos de valor y maquetas recreativas, el Museo Contisuyo cuenta la historia de estas tierras. Aquí predominaron dos culturas, la emoción crece frente a la fusión en el trabajo artesanal.
Con refinados acabados blancos y asentado desde 1652, la iglesia de Santo Domingo ostenta el título del único templo peruano que entre sus paredes acoge a una santa de cuerpo presente: santa Fortunata.
Fieles de una gran devoción, los moqueguanos acuden al llamado de las campanas para elevar sus plegarias de amor y paz.
A lo lejos, en lo más alto del cerro, descansa el ícono de Moquegua: el Cristo Blanco. En la travesía para llegar a su cima, nos sorprenden los paisajes que ofrecen sus faldas.
El visitante puede cruzar un puente colgante, donde los candados de los enamorados se apoderan de sus barras (como en los mejores escenarios románticos) y decoran la toma central de la ciudad.
Regalo de la naturaleza
Marca la diferencia el cerro Baúl. En medio del valle, en el distrito de Torata, se erige una gran meseta, cuya cima ofrece una vista increíble, pero el ascenso es un reto hasta para los más entrenados.
A 2,600 m.s.n.m, una ciudadela amurallada resalta con la historia que salvaguardan sus ocho hectáreas. Mientras en la cúspide se asentaron los Wari, en sus faldas hay vestigios de los Tiahuanaco.
Los tres miradores del cerro Baúl hacen posible que se lleven un gran recuerdo de lo que Moquegua atesora.
Entre la subida y la bajada del cerro, a solo unos kilómetros, se halla el mejor refrescante pure. Un escenario atrapado entre el verdor de sus pastos: la catarata Mollesaja. Sus aguas renuevan la pasión por el trekking, ante una ruta rocosa para llegar a este lugar. ¡Pero bien que vale la pena y el esfuerzo
Del pisco y del vino
En el centro de la Casa de la Cultura Moqueguana descansa una histórica tinaja roja de 1540. Una prueba palpable para definirla como una de las primeras tierras vitivinícolas del país.
Este año del bicentenario, la Municipalidad Provincial de Moquegua hizo posible la ‘Ruta del pisco y del vino’. Las cuatro bodegas con el sello ‘Safe Travels’ son fieles herederos de la tradición acquainted que se mantiene a pesar de los años.
En nuestro recorrido, encontramos reservas vitivinícolas, en las que los piscos son codiciados. En sus amplios viñedos destacan las bodegas coloniales, donde podemos apreciar el proceso de destilación y las enormes barricas en que reposa el elíxir de las uvas.
Un buen vino necesita de un acompañante. En Moquegua, la panadería nació para ocupar ese lugar, dando paso a los tradicionales pasteles o dulces moqueguanos. Entre ellos los famosos guargüeros, los voladores, alfajores de maicena y su pastel estrella: el alfajor de penco.
Y en la caída de los atardeceres, la gastronomía nos deja simplemente sin palabras. El exquisito cuy frito y el sancochado engríen al paladar, una mezcla de manjares.
Con su sello de destino seguro, Moquegua nos espera para que el visitante lo defina a viva voz, como “el mejor lugar para vivir”.
Más datos:
-Moquegua se ubica a 1,174 kilómetros de Lima. Por vía terrestre, el viaje dura 18 horas. Por vía aérea, 100 minutos.
-El sello ‘Safe Travels’ ‘Moquegua: Capital de los dulces y los piscos’ considera tres circuitos y rutas turísticas: Moquegua monumental, Ruta del Pisco y Vino y la Villa Heroica de Torata.
-La ‘Ruta del vino y del pisco’ permite a los visitantes conocer las cuatro bodegas coloniales donde están las mejores reservas vitivinícolas de la zona: El Mocho, Rayito de Sol, Atencio Tapia y Biondi.
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