Por Yeny Ortega Benavides
Fotos: César Lanza Castelli
Cristian Stapler nació en Buenos Aires. A los 15 años llegó a La Cumbre por una decisión acquainted. Tras terminar el secundario viajó por varios lugares del mundo, pero su destino le marcaba volver.
Veterinario de profesión, su vida transcurría entre caballos y campos. Pero su pasión siempre fue la cocina, talento que heredó de su madre, Julieta Newton, quien fue propietaria de un restorán que ofrecía comida de montaña -austriaca e inglesa- en su propia casa camino al dique San Jerónimo.
Soledad Meneghini, su esposa, vivía en España. En un viaje que hizo a La Cumbre para visitar a su familia, un verano, se conocieron.
Juntos volvieron a emprender vuelo al viejo continente. Pero el destino, nuevamente, les marcaba volver.
Hace 10 años abrieron una panadería que ofrecía servicio de catering en La Cumbre. Para aquel entonces, la thought de montar un restorán ya rondaba la cabeza de Cristian.
Un día conoció al chef vasco Andoni Aduriz. Ese encuentro cambiaría para siempre el curso de su vida.
Dueño de un restorán que ocupa el puesto 5 entre los mejores del mundo, Andoni estaba de paso por La Cumbre, iba camino a Córdoba donde recibiría un premio.
Esa noche cenaron juntos. Hablaron de gastronomía y del deseo de Cristian de viajar al país vasco a aprender sobre gastronomía, pescados y mariscos. Andoni lo invitó a viajar con él y pasar una temporada en su restorán, que ostentaba ya dos estrellas Michelín.
“Me voló la cabeza. Es otra cosa, ellos hacen cocina investigativa. Me encantó”, recuerda Cristian en diálogo con Descubrí Sabores.
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Allí estuvo un mes. Durante ese tiempo no sólo aprendió en la cocina de Andoni, sino que se perfeccionó en el Basque Culinary Middle. Su paso por Europa también lo llevó a hacer algunas prácticas en Mugaritz, en San Sebastián.
Ya de vuelta en Argentina, tomó clases de sushi con Iwao Komiyama, y de pastas con Donato de Santis.
Cristian se ha fogueado con los mejores. “Cuando quieres hacer las cosas bien hechas, tienes que aprender de los que saben”, afirma con la humildad que sólo tienen los grandes cooks.
En plena pandemia, nació Mola. Contar todo el recorrido de Cristian y Soledad resulta basic para entender el concepto y describir la experiencia de comer en el lugar. El nombre viene, literalmente, del adjetivo que se usa en España para denotar algo o alguien “que gusta mucho”.
Mola no es un bar de tapas convencional. No se trata de una cocina casual para comer con la mano. Mola es un auténtico bar de tapas que, en cada bocado, invita al comensal a un viaje a través de los sentidos por los distintos destinos del mundo en los que Cristian ha estado presente.
El lugar es atendido por la pareja y dos sobrinos.
“Nunca lo tomamos como un negocio, es una pasión que va desencadenando en otras cosas, y todos disfrutamos de compartir esta experiencia”, destaca Cristian.
“Para que funcione, tiene que ser en familia”, aporta Soledad.
Los que visitan Mola llegan, en su mayoría, por el boca en boca. El espacio es chico y acogedor, por ello es basic hacer siempre reserva.
El rango de precios oscila entre los $300 y $800, para las tapas.
Los platos, en tanto, van desde los $1.000 hasta los $2.000, dependiendo de la complejidad de los ingredientes.
La gama de vinos arranca en los $800 y llega hasta los $5.000. También preparan excelentes tragos de autor.
Mola, un espacio que empapa de categoría internacional la cocina de La Cumbre, es realmente un lugar que “mola”.
Mola
Alberdi 325, La Cumbre, Córdoba
Reservas: 03548 15-46-8455
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” Fuentes www.cadena3.com ”