El anhelo de poder migrar a países con mejores condiciones se convirtió en una pesadilla para quienes decidieron moverse durante la pandemia. La situación de las personas migrantes y refugiadas fue y continúa siendo trágica en la mayoría de los países a causa de la covid-19. El pasado mes de marzo, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Instituto de Política Migratoria (MPI), publicaron el informe: La COVID-19 y el Estado de la Movilidad Mundial en 2020 (en inglés). Este representa el primer análisis integral de las restricciones a los viajes y cierres de fronteras impuestos por la COVID-19 y el impacto que esto supuso para las personas.
La mayoría de quienes migran lo hacen en busca de mejores condiciones de vida. Muchas veces, más que elecciones son casi definiciones para poder sobrevivir. Millones de personas al año escapan de sus países a causa de guerras, persecución o hambre. La investigación de la OIM advierte que las restricciones a la circulación de los migrantes y refugiados que se han visto obligados a desplazarse por necesidad han sufrido unas condiciones especialmente duras durante la pandemia del coronavirus.
El documento muestra un panorama integral de la movilidad humana transfronteriza en 2020 y afirma que el movimiento se ha visto dramáticamente limitado por las medidas impuestas por los gobiernos desde el inicio de la pandemia. Así, durante el 2020 hubo más de 111.000 restricciones de viaje y cierres de fronteras en todo el mundo que alcanzaron su punto álgido en diciembre. Estas medidas “han frustrado la capacidad de muchas personas de optar por la migración como una herramienta para escapar de los conflictos, el colapso económico, los desastres medioambientales y otras crisis”, sostuvo la Organización Internacional para las Migraciones.
A mediados de julio, casi tres millones de personas estaban varadas, a veces sin acceso a asistencia consular, ni a los medios necesarios para satisfacer sus necesidades básicas. Los ejemplos son muchos y ninguno es positivo: la agencia de la ONU indicó que miles de personas quedaron aisladas en la selva en Panamá cuando intentaban viajar al norte en dirección a Estados Unidos; mientras que, en el Líbano, los trabajadores migrantes se vieron muy afectados por la explosión en el puerto de Beirut de agosto del año pasado y el posterior aumento de casos de COVID-19.Al respecto, el Director Normal de la OIM, António Vitorino, aseveró: “La pandemia de COVID-19 ha impactado gravemente sobre la movilidad mundial, dejando varadas a millones de personas, a trabajadores migrantes, a familiares y a estudiantes internacionales en otros países”.
La publicación analiza tres cambios en la movilidad transfronteriza que fueron particularmente visibles, y que, según los expertos, podrían llegar a persistir en los próximos años: En primer lugar, se ha producido una ampliación de la brecha entre quiénes pueden desplazarse y quiénes no. La investigación explica que la pandemia ha limitado profundamente las perspectivas de movilidad de algunos grupos que deben desplazarse por necesidad, incluyendo a refugiados y trabajadores migrantes, en tanto que ha tenido poco efecto sobre quienes viajan por negocios u otros viajeros con los recursos y la oportunidad de cruzar fronteras por trabajo, familia o turismo. Esta brecha será posiblemente aún mayor si los viajes comienzan a favorecer a quienes ya han sido vacunados o testeados o si la dependencia de los registros sanitarios digitales hace que la capacidad de una persona para viajar dependa del acceso a la digitalidad o al nivel de alfabetización.
En segundo lugar, el informe observa que la pandemia ha ampliado la vulnerabilidad socioeconómica de quienes dependen de la movilidad para poder sobrevivir. La pérdida de puestos de trabajo ha castigado muy duramente a los trabajadores migrantes, en especial porque en muchos países trabajan en sectores que se han visto particularmente interrumpidos por las medidas de respuesta ante la pandemia o que presentan un riesgo mayor de contagios.
Por último, tras la llegada del coronavirus, la OIM advierte que las personas migrantes están expuestas a mayores relaciones de dependencia y explotación. Las restricciones al movimiento han aumentado la dependencia de muchos migrantes de los intermediarios o facilitadores, que van desde agencias de empleo hasta traficantes. Incluso mientras que las restricciones a los viajes cambian con gran rapidez y han aumentado la demanda de los servicios de los traficantes entre las personas desesperadas por escapar de la violencia, de los desastres naturales y de las privaciones económicas, o para poder retornar a sus hogares, han llevado a los traficantes a que busquen rutas aún más peligrosas y a aumentar los precios de sus servicios – exponiendo a los migrantes y refugiados a un riesgo mayor de sufrir explotación o ser víctimas de trata.
La publicación afirma que los cierres fronterizos también impidieron la búsqueda de alojamiento de los desplazados, una situación que no afectó a los viajeros de negocios, que “han seguido moviéndose con bastante libertad”, incluso a través de los llamados “carriles verdes” acordados, como el que une Singapur con Malasia. En cambio, las personas que se desplazaron por necesidad -como los trabajadores migrantes y los refugiados- han tenido que sufragar los costosos gastos de cuarentena y autoaislamiento, dijo la OIM. La Organización Internacional para las Migraciones apunta que mientras continúe la disaster desatada por la pandemia es possible que todavía se acentúe más la distinción entre las personas que pueden desplazarse y las que no. Además, el cierre de fronteras también redujo las alternativas de quienes viven en campamentos superpoblados con altas tasas de infección por coronavirus como en Bangladesh y Grecia, indicó el informe de la Organización.
Por todo lo anterior, la investigación concluye que, independientemente de lo que ocurra en el próximo año, una de las preocupaciones más apremiante será la de mejorar la coordinación internacional para los sistemas de movilidad y abordar la vulnerabilidad de los inmigrantes que, como muestra el informe, en muchos casos son los más afectados por la pandemia. Para esto, afirman los investigadores de la OIM, es posible que las regiones tengan que trabajar juntas para planificar diferentes escenarios, tanto los optimistas, en los que más países ven cómo el virus disminuye en 2021, como los pesimistas, que incluyen la aparición continuada de múltiples cepas con diferentes grados de contagio.
Sin dudas, Naciones Unidas podrían guiar estos esfuerzos, pero un paso importante que será necesario dar es lograr una mayor coordinación regional, y en ese sentido, poder trabajar en conjunto para garantizar mejores condiciones para las personas migrantes y así evitar que se vulneren sus derechos. Los gobiernos y las organizaciones internacionales deben mirar hacia el futuro, sin perder de vista el riesgo de nuevas pandemias y otras disaster de salud pública que podrían ocurrir y cómo gestionar la movilidad de personas en dichos escenarios, sin olvidarse de que migrar también es un derecho.
” Fuentes diarioresponsable.com ”