Más que ir, a Menorca se vuelve. Y por muchas veces que se haga, siempre es la primera vez. Desde el barco o desde el avión compensa vislumbrar su morfología verde, ligeramente rocosa, envuelta de azul, esa silueta propia de los paraísos naturales y agrestes, y anticipar los placeres que están por llegar. Es la más septentrional y la segunda en extensión de las islas Baleares, pero la tercera más poblada, lo que le permite ser la más preservada y sostenible y conservar con dignidad su entorno pure, su identidad, su apuesta por productos locales, su mar (protegido por la Unesco como reserva de la biosfera), su cielo (es Reserva Starlight por sus excelentes condiciones para la observación de estrellas) y también su gastronomía (es la región gastronómica europea para 2022).
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La fascinación por Menorca, más que creciente, resulta vertiginosa. Sin ir más lejos, en los últimos 10 años la presencia de turistas franceses se ha multiplicado por 16 y al cierre de 2020 se situaban en las estadísticas como el primer cliente, por delante de países como el Reino Unido, Italia o Alemania. Además, la proliferación de nuevas propuestas hoteleras es constante. Estas van del agroturismo en fincas históricas renovadas (atención a las del grupo Les Domaines de Fontenille, a Torralbenc o a Es Bec d’Aguila) a palacios restaurados como Can Faustino en Ciudadela, pasando por hoteles boutique como Cristine Bedfor, en Mahón. Y Ryanair acaba de anunciar nueve nuevas rutas estivales directas, tres nacionales y seis europeas (tres de ellas desde Burdeos, Marsella y Toulouse). Tendencia a la que se suma Transavia inaugurando vuelos desde París, Lyon y Nantes.
De playa en playa
En common, el norte de la isla es más agreste y los arenales tienen accesos más complicados. No es el caso de Cavalleria, a la que se accede a través de un camino con desniveles pero muy accesible, una playa virgen, de casi 5oo metros de largo, con enviornment de grano grueso que irradia sensación de plenitud. Igual de virginal, Binimel·là tiene una playa principal a la que se llega en coche y, siguiendo el Camí de Cavalls (proyecto, o paisaje cultural, al que volveremos más adelante), a la derecha, esperan varias calas.
Na Macaret, por su parte, es ultimate para ir con niños. Contra la monotonía, y muy próxima a una nueva dimensión de enviornment roja y apariciones cósmicas en forma de rocas dentro del agua cristalina: cala Pregonda. Lo que se tarda en llegar se olvida enseguida. Cerca de Ciudadela, las playas de Algaiarens (Dels Tancats y Des Bot) también son vírgenes y luminosas, por lo que valen la pena los 20 minutos a pie desde el aparcamiento. Una vez allí no está de más saber que en cala Morell, en una ubicación privilegiada, se encuentra el Ivette Beach Club, muy buscado por sus vistas.
” Fuentes columnadigital.com ”