Traducido por
Diana León Banda
Publicado el
23 feb. 2023
No se puede ser más elegante. Pocas marcas de moda expresan mejor lo que significa el verdadero lujo que Max Mara, que presentó el jueves por la mañana en Milán una colección elegíaca, intelectual y bastante brillante.
Mezcla de siluetas del siglo XVIII, actitud romántica, tejidos excepcionales y una pizca de punk elegante, fue una colección de éxito rotundo recibida con enormes aplausos.
El punto de partida del diseñador Ian Griffiths fue la decisión de Max Mara de patrocinar la restauración de la colección de arte del siglo XVIII del Museo Gulbenkian de Lisboa, a raíz del desfile Crucero de la casa celebrado allí la primavera pasada, que llevó a Ian a considerar la época pasada como “un tiempo muy parecido al nuestro. Las ideas y las comunicaciones de entonces en los cafés pueden compararse con las de hoy en las redes sociales”.
A través de Voltaire descubrió a Emilie de Châtelet, la gran compañera del pensador. Conocida por su encantador Discours sur le bonheur, y por traducir a Isaac Newton al francés.
“Estaba completamente adelantada a su tiempo, y pasó 10 años encerrada en su propio Chateau du Cirey, dedicando sus días a experimentos científicos y discursos filosóficos”, se maravilló el diseñador.
Esto le llevó a empezar a diseñar algo que a ella le hubiera gustado llevar, “aunque, por supuesto, desde el otro extremo del telescopio se trata de algo que llevar ahora”, sonrió.
“Es un enfoque más racional de lo que hay que ponerse en una época en la que la moda era apotropaico, mi nueva palabra favorita, que significa algo así como totémica”, dijo el culto Griffiths, utilizando el antiguo término griego para alejar el mal.
Un elemento clave de la colección fue el abrigo Banyan, una prenda suelta con forma de bata, basada originalmente en el kimono e introducida en Europa en el siglo XVII. Se vio en múltiples versiones en brocado beige o caramelo, jacquard o cachemira. El Banyan se llevaba tradicionalmente con pantalones, pero en Max Mara se combinaba con elegantes botas bovver o con cinturones obi de cuero o incluso corsés.
También impresionó una gran serie de redingotes en cachemira de doble faz, todos perfectos. Al igual que los abrigos más fluidos fruncidos en la espalda, que hacían referencia a los vestidos de corte del reinado de Luis XV, e incluso se veían en parkas arremolinadas y cárdigans de cachemira acanalada.
Griffiths también se atrevió con los volúmenes, con faldas burbuja de brocado cobrizo, vestidos y trajes pantalón brillantemente ondulados. El elenco desfiló con majestuosidad entre las gigantescas columnas estriadas al son de la dramática banda sonora de Addolorata, de Ryan Bigelow, mezclada con funk profundo.
Con la ayuda de un impecable estilismo de la veterana Tonne Goodman y luciendo un conjunto de nuevas modelos, ataviadas casi modestamente, con el pelo recogido con sencillos lazos, fue un gran despliegue de moda con mucha clase.
El desfile, que tuvo lugar en La Rotonda della Bessana, un antiguo hospital renacentista, marcó también el regreso masivo a los desfiles europeos de las estrellas e influencers chinas, a medida que los efectos de la pandemia se hacen menos patentes en los viajes desde China. Sus fotógrafos se pasaron media hora después del desfile fotografiando a decenas de influencers bajo las columnatas finamente iluminadas, un excelente pulido de marca en las redes sociales para Max Mara.
Aunque el mejor recuerdo de la mañana será la magnífica colección de Ian Griffiths.
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