El Vicario Apostólico de la Santa Sede para Arabia del Sur subraya la continuidad de la próxima visita del Pontífice con la de Abu Dhabi en 2019 para inspirar buenas relaciones basadas en el bien común. De una Iglesia de emigrantes y en minoría la oportunidad de ser una “casa de puertas abiertas” para todos
Emanuela Campanile – Ciudad del Vaticano
El viaje del Papa Francisco al Reino de Baréin llevará de nuevo al Pontífice a la región árabe, después de la histórica visita a los Emiratos Árabes Unidos en febrero de 2019, cuando en Abu Dhabi firmó el histórico documento sobre la fraternidad humana junto al imán de Al-Azhar Al-Tayyeb. Esta vez, el Santo Padre será acogido por un país de mayoría chiíta, monseñor Paolo Martinelli, Vicario Apostólico de Arabia del Sur -que incluye los Emiratos Árabes Unidos, Yemen y Omán- destaca los aspectos de continuidad entre estos dos viajes apostólicos.
¿En qué contexto se produce esta visita del Papa a Bahrein?
“Esta segunda visita tiene mucho sentido por su relación con la primera. La visita de Francisco a Abu Dhabi ha sido, en efecto, un acontecimiento muy importante para la Iglesia, pero también para la sociedad porque ha inspirado profundamente el diálogo interreligioso, la convivencia, la confrontación pacífica, la puesta en común de los bienes espirituales y la posibilidad de promover, precisamente a través de las buenas relaciones entre las personas de diferentes confesiones, una sociedad más humana y más fraterna, sobre todo a partir del gran y profético documento sobre la fraternidad humana de Abu Dhabi, firmado por el Papa y el gran imán de Al-Azhar”.
“Yo diría – continúa diciendo monseñor Martinelli – que este encuentro en Bahrein sigue teniendo la resonancia de Abu Dhabi y creo que tiene la posibilidad de profundizar y retomar las motivaciones de aquel encuentro y seguir inspirando tanto a la comunidad cristiana como a los católicos y a todas las personas que también pertenecen a diferentes religiones, y por eso puede ser realmente un momento muy significativo”.
Por otra parte, el vicario apostólico de Arabia del Sur se refirió a la guerra en Ucrania: “Ciertamente estamos en una contingencia histórica muy, muy, seria. El conflicto dentro de Europa es obviamente algo que se siente en todo el mundo, por lo que creo que este encuentro del Papa -como también sus recientes encuentros anteriores- se produce de hecho en un momento de la historia que puede ser fuertemente “inspirador” para una promoción de la paz y la reconciliación real. El Golfo, como lugar, con una imagen de una sociedad compuesta, de una sociedad formada por muchas culturas diferentes y muchas espiritualidades diferentes, en este encuentro puede ser una gran provocación hacia un replanteamiento de las relaciones internacionales y puede inspirar las buenas relaciones, la búsqueda de una vida buena para todos, permitiendo descubrir cómo las diferencias, las diversidades, -dentro de un amor por el bien común- pueden ser una riqueza y no una objeción. Este encuentro, por tanto, tiene lugar en un momento de gran preocupación mundial, pero en su núcleo está precisamente la idea de una posible coexistencia del bien, la paz, la reconciliación y el apoyo a la buena vida para todos. Puede ser realmente una bendición no sólo para las regiones del Golfo, sino también inspirar con fuerza una visión diferente de las relaciones internacionales”.
En su opinión, ¿cuál es el rasgo que hace única a la Iglesia de Arabia?
“Hay un doble rasgo. Por una parte, es esencialmente una Iglesia de emigrantes, en su composición mayoritaria, y esto significa al mismo tiempo ser una Iglesia que es pueblo de Dios y que está compuesta por diferentes pueblos. Hay tantas nacionalidades, culturas, incluso entre los propios católicos presentes en el Golfo, por lo que el gran reto para nosotros como Iglesia es captar la pluriformidad de la experiencia cristiana con una riqueza que debe vivirse en profunda unidad. Esta es la primera característica fundamental: es una Iglesia de emigrantes, por lo tanto compuesta por diferentes pueblos, a todos los niveles. Tanto a nivel de los fieles laicos y de las personas consagradas, como a nivel del clero”.
Precisamente refiriéndose a los clérigos presentes en toda la región del Golfo – monseñor Martinelli explicó que “proceden de diferentes realidades, de diferentes naciones, y también pertenecen a diferentes institutos de vida religiosa. Así que es interesante esta capacidad -que siempre es un reto, por supuesto- de mantener la diversidad en favor de la unidad. Esa es la primera gran cosa.
“El otro gran reto es, sin duda – subrayó el prelado vaticano -, el hecho de que se trata de una Iglesia minoritaria, que se encuentra dentro de países con mil características diferentes, y es ciertamente minoritaria con respecto a la realidad islámica y a los fieles musulmanes. Esto nos empuja a buscar lo esencial en la vida cristiana. Nos empuja a buscar siempre la buena vida del Evangelio, a evitar por todos los medios cualquier forma de proselitismo, y a favorecer en cambio el diálogo y el testimonio de la buena vida, sobre todo testimoniando serenamente la alegría del Evangelio y de nuestra fe. Creo que estas dos características marcan profundamente la vida de la Iglesia: ser un pueblo de emigrantes y una iglesia de emigrantes, y ser una iglesia de minorías que apunta a lo esencial, es decir, a dar testimonio de la buena vida del Evangelio”
¿Cómo se podría describir la fe o el modo en que se vive la fe en el Vicariato Apostólico y cómo ayuda a la vida diaria de los que han dejado su tierra para poder comer, en el verdadero sentido de la palabra, y alimentar a sus familias?
“El hecho de ser un emigrante que pertenece a la Iglesia es algo que hace que uno busque vínculos significativos en la experiencia de la fe y en la Iglesia. Una pertenencia que da fuerza, que da coraje, que sostiene en las dificultades que hay que afrontar. Desde este punto de vista, la fe de los emigrantes es muy sencilla y esencial, pretende encontrar en la experiencia cristiana un apoyo para vivir las dificultades de cada día. Me llama mucho la atención ver a tantos fieles muy implicados en la vida de la Iglesia. Ver las iglesias siempre llenas cuando hay celebraciones y los padres deseando comunicar y transmitir la fe a sus hijos. Una implicación también muy fuerte de los voluntarios, la voluntad de hacer catequesis, de encontrarse incluso más allá del momento de la celebración eucarística”.
“Todos estos son signos de una fe viva que quiere encontrar en la Iglesia un hogar de puertas abiertas. Un hogar en el que uno puede encontrarse a sí mismo y, por tanto, también encontrar su propia identidad y, por otra parte, también encontrar la fuerza para vivir serenamente en las relaciones con todos. Es la imagen de una casa de puertas abiertas en la que se encuentra el abrazo de la comunidad cristiana, pero también la fuerza para vivir en buenas relaciones con todos aquellos con los que se convive diariamente”, concluye monseñor Martinelli.
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