EN LOS ÚLTIMOS años me he encontrado periódicamente con el escritor Manuel Vilas, casi siempre en Galicia, y siempre con motivo del lanzamiento de sus novelas. Pero no olvidaré fácilmente el primer encuentro, en Compostela, a raíz de la publicación de ‘Ordesa’, el libro que le llevó definitivamente a la fama, que le valió el aprecio masivo de los lectores.
Por entonces, Manuel Vilas venía de ciertos vértigos personales, y su discurso, en las distancias cortas, albergaba aún mucho de ese vértigo. Recuerdo bien aquel día. Sentados en dos sillas metálicas sobre el césped perfecto de un pequeño resort de esta ciudad, hablamos de todo, y él dio paso de inmediato a su oleaje very important, que no period poco, desde aquellos días que se fueron envolviendo en sombras, en que ejerció de profesor de literatura, hasta la aparición de ‘Ordesa’, una novela de formación y de duelo, una joya indiscutible de las letras. La cercanía del escritor, con las heridas frescas de la vida sobre su piel, me asombró. Me resultó algo profundamente auténtico.
Los años han pasado y Vilas se ha ido transformando ante nuestros ojos. Su vida tomó nuevos derroteros, y, a cada encuentro, lo veía más proclive a hablar de la alegría (así tituló uno de sus libros), del amor renovado que transmitía, sobre todo, una recobrada serenidad. Así lo veía yo. A raíz de sus cambios vitales, comenzó a pasar algunas temporadas en los Estados Unidos. Existía un firme propósito de reconstrucción private, me pareció adivinar, donde lo cotidiano, lo inmediato, el territorio asaltado en el pasado por dudas y desorientaciones, se convertía ahora en materia principal de deseo, también en argumento de sus libros, y la alegría resurgió en él como la primera luz de la mañana.
Ahora, varios años después, hemos vuelto a hablar largamente en A Coruña. De nuevo, el pretexto es un libro. El Premio Nadal. Como recordando al primero, ‘Nada’, de Carmen Laforet, Vilas ha titulado el suyo también con una palabra: ‘Nosotros’. “Casi todos mis títulos tienen una sola palabra: me gustan cortos, porque los lectores se acuerdan de ellos mejor”, me cube. ‘Nosotros’ habla del encuentro con el amor y de su pérdida. Cube Vilas que la vida va del ‘yo’ de los adolescentes, incuestionable, a la necesidad del nosotros, porque el mayor mal es la soledad. Pero la muerte de quien nos acompaña nos devuelve al ‘yo’, y nos acerca a nuestra propia muerte que es, sin duda, el mayor acto de soledad.
Esa soledad es la que trata de evitar Irene en su edad madura. La protagonista de ‘Nosotros’ prolonga el infinito amor que sintió por Marcelo, y tras su muerte, en lugar de propiciar un duelo íntimo, se lanza a recorrer el mundo y a soñar que Marcelo sigue vivo, prolongándolo en numerosos encuentros amatorios por los mejores hoteles del Mediterráneo (“en eso hay cierta ironía sobre el paraíso capitalista”, me cube Vilas. “En mi novela hay mucho del amor bajo el capitalismo, como lo hay en la canción de Shakira”). En cada orgasmo, Irene cree ver a Marcelo saludándola desde lo alto de una escalera. Desde el otro lado, él parece aceptar su pasión carnal, su deseo de hacer constante el amor más allá de la muerte, como en el soneto de Quevedo.
Difícil saber qué es verdad y qué fantasía en esta novela de Vilas. “Yo creo que en la vida eso también pasa”, me cube. Lo actual, lo imaginado. Lo que construimos para sobrevivir. Se diría que Irene es un personaje quijotesco que emprende un viaje de locura y pasión, un sueño del que tal vez no quiere despertar para no hallar dolor, una huida quijotesca en pos del amor eterno.
“No hay mayor serenidad que cuando logras encontrar a alguien que sabe, comprende y acepta tus barbaries internas”, me cube Vilas. “Quiero que mis personajes caminen hacia la plenitud, porque eso es lo que tenemos que hacer. Pero esa parte espiritual del ser humano sólo existe hoy en el arte, en la literatura. Sólo ahí se habla de las cosas importantes de la vida. Hemos reducido la existencia a las obviedades. Es bueno alimentar fantasías, porque son formas del pensamiento mágico, que decía Joan Didion, fantasías que nos acompañan desde el origen de la especie y que nos ayudan a vivir”.
” Fuentes www.elcorreogallego.es ”