Me parece que fue Joaquín Garrigues, el jefe de la tribu liberal de UCD, quien escribió en sus memorias que si los españoles pudiéramos observar por el ojo de la cerradura las deliberaciones de los Consejos de Ministros acudiríamos en masa a las agencias de viajes para buscar destinos que nos alejaran cuanto antes del país. A mí me ha invadido una tentación parecida después de leer el libro –’Hasta aquí hemos llegado’– en el que Rodrigo Rato y su mujer, Alicia González, cuentan las peripecias que dieron con los huesos del exvicepresidente económico del Gobierno en la cárcel.
La única ventaja de no ser un experto en información económica es que te permite pasar de puntillas por las cuestiones más técnicas de su gestión bancaria, primero en Caja Madrid y después en Bankia, sin tener que calibrar si la versión de los hechos se acomoda a la mejor conveniencia del autor. Esa parte –la de las fusiones, las provisiones de fondos, la salida a Bolsa o los continuos cambios en las reglas del juego– son lo de menos para el lector del común, aunque hayan sido lo de más para los peritos que elaboraron los informes que sirvieron de base acusatoria durante el procedimiento penal.
La conclusión a la que llegamos las personas menos instruidas es que vivimos en un país donde los organismos reguladores del sistema financiero cambian de opinión según le convenga al Gobierno de turno. Donde el Banco de España habla o calla según le ordena el Gobierno de turno. Donde agentes de Policía maniatan a madres e hijos para entrar en sus domicilios a llevarse los documentos que comprometen la honorabilidad del presidente del Gobierno de turno. Donde las instrucciones judiciales se mantienen abiertas o se archivan en función de lo que más interese al Gobierno de turno. Donde el poder político premedita el encarcelamiento de las personas que selecciona el Gobierno de turno. Donde el Ministerio de Hacienda filtra los datos fiscales de contribuyentes señalados por el Gobierno de turno. Donde periódicos y periodistas se convierten en herramientas implacables para atacar la reputación –o retransmitir en directo la detención policial– de los chivos expiatorios del Gobierno de turno. Donde la Dirección General de Prisiones niega permisos penitenciarios a los reos que incomodan al Gobierno de turno. O, en fin, donde el territorio de la política se convierte en un campo de sangre donde se apuñala a los viejos amigos por orden del Gobierno de turno.
Este es solo un apretado resumen del paisaje que describe Rato, no sé si queriendo o sin querer, en las páginas de su libro. Puede que haya quien piense que las referencias al Gobierno de turno están inspiradas en fechorías del sanchismo, pero conviene aclarar que las perpetró el mismo Partido Popular que llegó al poder, con Rato en el pelotón de vanguardia, enarbolando la bandera de la regeneración democrática. Si yo fuera Feijóo no hablaría solo de derogar el sanchismo, sino también su equivalente propio, llámese como se llame. Eso sí: pincho de tortilla y caña a que no me hace ni puñetero caso.
” Fuentes www.abc.es ”