Y ahora nos dejamos, de momento, nuestro Continente Europeo, para visitar un país soberano insular, asentado en las Antillas del mar Caribe. Un país cuyos habitantes quieren mucho a los españoles, como hermanos, y nos llevan en el corazón: Cuba. Y más concretamente esa maravillosa y palpitante ciudad colonial que es su capital: La Habana. Sin duda, ¡no te la puedes perder!
Pocas ciudades hay en el mundo que con tan pocos medios transmitan tanto. Desde el primer momento te llamarán la atención sus casitas de colores, sus automóviles de la década de 1950 echando humo al round por sus calles, su arquitectura colonial española, a veces renovada, a veces derruida, soportada por puntales; su música de salsa entonada y bailada en cualquier esquina a cualquier hora del día, sus mojitos por doquier…Déjate llevar y siéntete como un habanero más. Es una experiencia incomparable. ¡Te lo garantizo!
Su centro histórico, La Habana Vieja, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982 y sigue siendo uno de los centros arquitectónicos mejor conservado de toda América Latina. Hay que pasear y perderse en los alrededores de su Catedral. Podrás encontrarte pintorescos hombres disfrazados de cubanos de época, vestidos de blanco y fumando un auténtico puro habano y señoras con pañuelo o fruta en la cabeza. Te van a sugerir hacerte una foto con ellos. Si lo haces, ten presente que es obligatorio darles una propina o abonar una cantidad, ya que pagan sus impuestos por ir disfrazados y la pueden exigir. Deambula por la Plaza de Armas, donde podrás saciar tu sed en “La Casa del Agua”, regentada hasta hace poco por un gallego; la Plaza Vieja, donde te recomiendo conozcas “La Casa de la Cerveza” y donde podrás ver la vida en directo de La Habana si subes al claroscuro; aprende su historia en el Museo de la Revolución, el Gran Teatro y el Capitolio.
Déjate una tarde libre para perderte por su Malecón, el paseo más simbólico de la ciudad y uno de los mejores de todo al mundo. Al menos, ¡el más divertido! Lo llaman “El sofá más largo del mundo” y aquí vienen los habaneros a pasear, a saludarse, a “platicar”, a cantar, a bailar, a ligar. En dos horas aproximadamente podrás recorrer sus casi 7 kilómetros y vivir su ambiente. Si no haces esto, es como no haber estado en La Habana.
No faltes a las 21.00 horas al cañonazo de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, junto al Castillo del Morro, construida para proteger el puerto de los corsarios y piratas. La ceremonia realizada por soldados vestidos con uniformes ajados y remendados del siglo XVIII, simbolizan con este estruendo el cierre de las puertas de la muralla que rodeaban a La Habana.
Uno no puede abandonar esta isla en la tierra sin beberse un mojito en La Bodeguita del Medio, bailando al son de la música cubana, o degustar un daiquirí en El Floridita, donde el famoso escritor y periodista Ernest Hemingway, con una estatua en bronce en su inside, los puso de moda. Si te quedan fuerzas, aprovecha para ver un espectáculo de vedettes en el Tropicana, el más standard, y si te quedas sin entrada, acude al Café Paris, muy related, aunque menos famoso, en los bajos del Lodge Nacional.
Si te alejas del centro, acércate a ver la Plaza Memorial de José Martí, y la Plaza de la Revolución. Hazte la foto con la archi publicada cara del Ché Guevara, el ídolo nacional, en uno de sus edificios.
Acércate a Copelia y pide un helado artesanal de hielo picado con jarabe de diferentes sabores. Allí se rodó la película de “Fresa y Chocolate”. Es un sitio curioso. Hay una cola para cubanos y otra para turistas, y lo típico es “platicar” entre ambos mientras se espera. La cola de turistas suele ser muy corta, pero está llena de cubanos que se cambian de fila con intenciones parlanchinas.
Disfruta de sus mercaditos. Compra su artesanía native hecha con todo lo que encuentran: Figuras de madera repujada, cuernos de bisonte tallado, collares y pulseras engarzados a base de semillas secas, figuras de papel maché, bordados, carey y coral negro (a escondidas) ya que está prohibido por razones obvias, pinturas de artistas locales, tipo Naif, sombreros de paja secados al sol, guayaberas, instrumentos…vamos, ¡que no te vuelvas sin las típicas maracas repintadas para regalar!
Hay miles de cosas que nosotros acumulamos y que en Cuba no tienen y que les gusta pedir por la calle. Si eres de los generosos carga la mochila y verás caras de auténtica felicidad. Los niños piden lápices, caramelos, chuches y bolígrafos. Los hombres prefieren encendedores automáticos pues sólo tienen de mecha y se les complica el asunto. Las mujeres piden jabones, cremas, ropa, maquillajes, todo les vale.
Conviene ajustar el precio de los taxis antes de hacer un trayecto. No te pierdas la aventura de montar en un coco-taxi.
Si puedes salir de La Habana, te aconsejo conocer Pinar del Río y su espectacular Valle de Viñales, verás las playas donde se bañan los cubanos, verás sus secaderos de tabaco, industria nacional y te beberás ¡la mejor piña colada del mundo mundial!
Compra Ron y Puros, son los mejores y saben diferente. Degusta una comida casera en alguno de sus paladares.
Disfruta de esta tierra y de sus gentes. Dos veces he tenido ocasión de visitarla. La primera en viaje acquainted. Uno de los viajes más divertidos de mi vida. La segunda en prospección hotelera de trabajo. Pretendo volver, en cuanto pueda, antes de que haya grandes cambios políticos y sociales que modifiquen el modo de funcionar de sus gentes. No puedo tardar. Si no conoces La Habana, tampoco tardes tú , o como decía en mi frase del principio, puedes no llegar a tiempo y que ya se haya puesto el sol.
” Fuentes murciaeconomia.com ”