El primer embate de la COVID-19 alteró la ordinary estructura de pesos sectoriales en las cuentas regionales de 2020. Hoy, conocidos estos datos, es posible afirmar que potenciar los servicios intensivos en conocimiento es una apuesta estratégica para las islas, no solo para impulsar la creación de valor añadido, sino también para incrementar la resiliencia del tejido productivo regional.
Particularmente, las restricciones a la actividad y la movilidad del primer ejercicio de pandemia afectaron, especialmente, a la generación de valor de los servicios, que redujeron 1,8 puntos porcentuales su aportación al agregado regional (83,9%), el mayor recorte de la serie histórica de los últimos 34 años.
Este comportamiento deriva, fundamentalmente, de la pérdida de peso relativo de las actividades vinculadas a la cadena turística de valor, como el alojamiento (5%; -6,3 pp, respecto de 2019), la restauración (3,7%; -3,8 pp, respecto de 2019), las actividades de las agencias de viajes (0,5%; -0,7%, respecto de 2019), el transporte terrestre (1,8%; -1,7 pp, respecto de 2019) o las actividades de comercio al por mayor (3,3%; -0,4 pp, respecto de 2019) y al por menor (6,8%; -0,5 pp, respecto de 2019).
Por el contrario, la aportación de los servicios intensivos en conocimiento al valor añadido del terciario se elevó al 40,8% (+8,4 pp, respecto de 2019), un hecho que tuvo su traslación tanto sobre la masa laboral (37,4%; +3,3 pp, respeto de 2019) como empresarial (22,7%; +0,9 pp, respecto de 2019).
Entre éstos destacan los servicios de las administraciones públicas (6,9%; +2,3 pp, respecto de 2019), las actividades sanitarias (10,6%; +2,1 pp, respecto de 2019) y educativas (5,5%; +1,4 pp, respecto de 2019) o los servicios financieros (4,9%; +1,3 pp, respecto de 2019).
Dichas ramas se unen a las que, según Eurostat, generan servicios fuertemente basados en tecnología avanzada o conocimientos profesionales, científicos o técnicos, entre los que, además de los mencionados, se encuentran los vinculados a las telecomunicaciones y programación informática, los servicios de consultoría, publicidad, I+D y seguridad, entre otros.
Con todo, cabe tener en cuenta que las actividades vinculadas a la cadena turística de valor atesoran una elevada capacidad de tracción en el desarrollo de los servicios intensivos en conocimiento de Balears. Esto es así, si se toma en consideración que dichas actividades demandan una tercera parte de los consumos intermedios de este tipo de servicios (33,5%).
Territorialmente, se identifican en el archipiélago algunas zonas en las que las economías de aglomeración explican un mayor potencial tractor de las actividades vinculadas al turismo.
Así, en Mallorca, destacan los municipios de la zona norte –sobre todo Alcúdia (1,748), Pollença (1,619) y Santa Margalida (1,191)–, el levante –Son Servera (1,730), Capdepera (1,611) y Artà (1,123)–, la zona sur –Ses Salines (1,584), Santanyí (1,538) y Felanitx (1,102)–, la Playa de Palma –principalmente, Llucmajor (1,513)– y la zona poniente –Calvià (1,629) y Andratx (1,628)–.
Paralelamente, esta situación también se produce de manera notable en Formentera (1,365) y Eivissa (1,373), isla en la que todos sus municipios presentan elevadas concentraciones de actividad en torno al turismo, que oscilan entre el mínimo de Eivissa capital (1,256) hasta el máximo de Sant Joan de Labritja (1,641).
32 de los 67 municipios de las islas experimentaron en 2020 un descenso nominal del valor añadido superior a la media balear.
Estos resultados han nutrido la sesión del Ágora-Impulsa que ha tenido lugar esta mañana en la sede de la Federación de Entidades Locales de las Illes Balears (FELIB) y que ha reunido a alcaldes y agentes de desarrollo native para abordar los efectos de la COVID-19 en la estructura productiva regional, así como el rol que la distribución del valor sobre el territorio puede jugar a la hora de dotar de mayor resiliencia al archipiélago frente a nuevas perturbaciones y shocks disruptivos.
En esta tesitura, Antoni Riera, director de la Fundación, ha señalado que “el ejercicio 2020 nos lega una fotografía atípica pero tremendamente útil para vislumbrar la importancia de actividades que, en circunstancias normales quedaría totalmente diluida”.
Así las cosas, “impulsar el desarrollo de los servicios intensivos en conocimiento, al igual que la industria con una intensidad tecnológica alta o medio-alta, resulta clave, teniendo en cuenta que las islas se mantienen entre las diez regiones europeas con una menor especialización, tal y como lo denota la concentración del empleo tanto de este tipo de servicios (42,2% vs 57,2%, UE-27) como de manufacturas (7,8% vs 37,9%, UE-27)”. Así mismo, se ha puesto en relieve que 32 de los 67 municipios de las islas experimentaron un descenso nominal de su valor añadido superior a la media balear (-21,1%).
Entre estos municipios se encuentran 20 de los 53 de Mallorca, 6 de los 8 de Menorca y los 6 que forman parte de las Pitiüses.
La marcada concentración de la actividad native en los servicios más afectados por la paralización de la pandemia explica este resultado, del mismo modo que las estructuras más diversificadas experimentaron un recorte menor a la media, tal es el caso de las capitales insulares de Palma y Maó. [Ver mapa adjunto] Dicha fotografía está accesible para todos los actores interesados a través de una nueva versión de i|especialización, así como del nuevo número de la colección de insights i|producció ‘Los efectos de la COVID-19 en la estructura productiva de Balears: un aprendizaje para el futuro’.
” Fuentes economiademallorca.com ”