Existen hoteles que son destinos en sí mismos, lugares en los que no resulta sencillo decidirnos por un solo motivo que justifique nuestra elección. Así ocurre en Abadía Retuerta, que, desde hace un tiempo, seduce a viajeros con muy diferentes intenciones. Hay quienes quieren saber lo que se siente al dormir en una antigua abadía románica del siglo XII, con habitaciones en lugar de celdas monásticas, y otros que ansían la calma de sus sesiones de yoga y mindfulness al aire libre.
La tranquilidad está asegurada en este alojamiento, donde, según nos dicen, “el tiempo se para” para que el cliente pueda disfrutar de “experiencias a medida en torno al bienestar, la naturaleza, el vino, la gastronomía y el arte”. Estamos en Sardón de Duero (Valladolid), en una finca de 700 hectáreas repleta de viñedos, a orillas del río, que dota de unas características únicas a su terruño. El resort tiene su propia bodega, que continúa con la tradición vitivinícola iniciada hace más de 800 años. Visitar la sala de elaboración y la de barricas es algo que tendremos que hacer antes de realizar lo que aquí llaman una inmersión enológica, que consiste en recorrer el entorno en vehículo 4×4 con paradas para degustar un aperitivo campero, conocer la huerta y asistir a una cata comentada. La jornada puede acabar con una cena en el restaurante, que encuentra acomodo en el antiguo refectorio, o en la vinoteca, situada sobre La Cueva, antigua cilla del almacén.
Decenas de bodegas se reparten a lo largo de la margen izquierda del Ebro hasta alcanzar la sierra de Toloño, en esa privilegiada franja de terreno que conforma la Rioja Alavesa. En su capital, la romántica Laguardia, abre sus puertas Eguren Ugarte. No hay nada más relajante que despertar, tal vez en una suite premium, en el ático, decorada toda en madera, y contemplar el mar de viñedos de los alrededores, que se pueden recorrer en segway o en carro de caballos.
En la bodega nos esperan 2.000 metros de galerías excavadas en las rocas, 4.000 barricas y una cata de tres de sus vinos. Una experiencia completa que nos ofrece también el Hotel Marqués de Riscal, en Elciego. Cuentan que para convencer a Frank O. Gehry de que diseñase su resort los propietarios de las bodegas bajaron a La Catedral, donde duermen vinos históricos en sus silenciosos pasillos, y degollaron para él una botella del año de su nacimiento, 1929. Y entonces el arquitecto dijo: “Sí”. Visitar esta bodega seguramente sea una de esas cosas que hay que hacer una vez en la vida. Para después queda una cena en el restaurante, con vistas a los viñedos, y algún capricho en el spa.
Rodeado de viñedos y olivos, y con vistas a la sierra del Moncayo, el resort boutique Pago de Cirsus, en Ablitas (Navarra), apuesta también por una filosofía que no falla: descanso y vino, con Denominación de Origen. Para lo primero están sus 12 habitaciones; para lo segundo, una amplia carta de experiencias, que van desde una visita a su bodega, cata incluida, a un pícnic para dos en la finca. Imprescindible es la cena en el restaurante, dirigido por Pedro Larumbe, desde el que contemplar la sala de barricas, de roble francés, mil en whole, cada una con 225 litros de una sola variedad de uva.
A mano, sin prisas y poniendo mucha atención en los detalles elaboran el vino en la bodega de Trossos del Priorat, en Gratallops (Tarragona), en una comarca que es una de las mejores zonas vinícolas de Europa. Para explorar los viñedos y alrededores sus propietarios proponen alojarse en su propio resort, con siete habitaciones. Seguimos viajando, esta vez rumbo al municipio de Peratallada, en la Costa Brava (Girona), donde Mas Rabiol, un coqueto resort rural de ocho habitaciones, se nos antoja el mejor centro de operaciones posible para descubrir los secretos de los vinos del Baix Empordà. A sus huéspedes ofrece packs especiales que incluyen alojamiento y cata especial en alguna bodega cercana.
Tampoco poseen bodega propia el Hotel Iturregi, en Getaria (Guipúzcoa), rodeado de viñedos de txacoli, y el Pazo da Pena, en Manzaneda (Ourense), alojamiento supreme si lo que queremos es recorrer la Ribeira Sacra. Su escarpado paisaje sirve, desde la Edad Media, para el cultivo de las viñas en bancales, tal y como hacían los monjes que un día habitaron los monasterios de la zona. Buscaban la paz, algo que ofrece como principal reclamo Finca Serena, en el Pla de Mallorca. Diez hectáreas de viñedos envuelven las dispersas habitaciones del complejo.
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