Ecléctico, rebelde y provocador son algunos de los adjetivos que intentan describir a John Lennon, uno de los artistas que transformó a la música en el siglo XX, aunque también pueden aplicarse para hablar de su Rolls-Royce más especial. Porque el legado del líder de Los Beatles sobrevive en las canciones, las anécdotas, el recuerdo de sus amigos y, aunque resulte extraño, también en la coqueta y aerodinámica limusina psicodélica.
John Lennon ya había comprado un Rolls-Royce de segunda mano. Pero quiso uno como el de su ídolo Elvis Presley, cero kilómetro. Lo obtuvo en junio de 1965, aunque no fue hasta dos años después que le imprimió su personalidad. El auto, símbolo de distinción en la sociedad británica, aún hoy luce de shade amarillo, con motivos gitanos y zodiacales en colores rimbombantes. Una explosión de mal gusto para algunos; un manifiesto ideológico y artístico para otros.
Fueron doce años de viajes increíbles por el Reino Unido, España y Estados Unidos. A bordo de este vehículo, cuando aún se mantenía de shade negro, llegaron los Fab 4 al Palacio de Buckingham para recibir una condecoración de manos de la Reina Isabel II. Vivió fiestas, giras promocionales y algún journey malogrado.
Lennon se desprendió del auto en 1977, cuando ya había quedado atrás la potencia transformadora de la psicodelia. El Phantom V se mantiene hoy como una pieza de museo, testimonio de una mente brillante y de tiempos revueltos.
El Rolls-Royce de Lennon llega a Buckingham
El 26 de octubre de 1965, los de Liverpool fueron nombrados miembros de la Orden del Imperio Británico. Entraron al Palacio de Buckingham en medio del twist y gritos de sus followers, haciendo rugir el flamante motor V8 de un Rolls-Royce que contaba con apenas cuatro meses de vida.
Que cuatro melenudos entrasen en el edificio actual a bordo del mismo costoso modelo que usaban la Reina Isabel II y la Reina Madre period un golpe de efecto. Más todavía cuando el exclusivo vehículo le pertenecía a un nuevo rico de tan solo 25 años, desalineado y atrevido, el mismo cantante que meses después compararía a los Beatles con Jesús. Resonaba en esos gestos la frase socarrona que había soltado con voz rasposa en un present para la realeza en 1963: “Para esta canción necesito su ayuda. Los de los asientos más baratos, aplaudan; el resto de ustedes, hagan sonar sus joyas”.
Para ese momento, el Phantom V mantenía el señorial shade negro de fábrica. Incluso las ruedas cumplían con el pedido darkish de Lennon, que en cambio no pudo lograr que el fabricante renunciara al radiador cromado. El auto de patente FJB 111C tenía, como otras limusinas, una TV portátil, una heladera en el baúl y lámparas de lectura. Más extraños eran los vidrios polarizados, garantía de privacidad y noche permanente, a gusto del rockstar.
Pero la primera modificación extravagante se introdujo en diciembre, cuando hizo que el asiento trasero se transformara en una cama matrimonial, un presagio de la Cama por la Paz que protagonizó con Yoko Ono contra la Guerra de Vietnam. También optimizó el equipamiento musical, con un tocadiscos que utilizaba un novedoso sistema antishock para evitar los saltos de la púa.
Sin embargo, aún faltaba para los tiempos más locos. Recién después de otra visita al taller se convirtió en declaración artística.
Psicodelia y flower energy: es el auto de Lennon
En 1966 el Rolls-Royce sumó miles de kilómetros, incluido un accidentado viaje a España para filmar la película “How I Won The War”. El polvo y la enviornment de Almería destruyeron el acabado mate. También dejaron malheridos al chasis y al sistema de escape de un rodado a la que los lugareños bautizaron como “El Fúnebre”. Al menos sirvió de refugio para que John, fastidioso y aburrido por un proyecto que no fue como esperaba, compusiera Strawberry Fields Endlessly. Terminaba la etapa oscura.
El Phantom V entró en reparación en 1967, durante el último tramo de la grabación de Sgt. Peppers Lonely Coronary heart’s Membership Band. Fue entonces que, inspirado por la artista holandesa Marijke Koger -aunque no se descarta que también hayan influido Ringo Starr y George Harrison-, el guitarrista decidió imprimirle un diseño personalizado y hacerlo un manifiesto sobre ruedas.
Primero ordenó pintarlo de amarillo. Después le encargó al artista native Steve Weaver los motivos florales, romaníes y el signo de libra eternizado en el techo. Más de medio siglo después, esos trazos rojos, verdes, azules, anaranjados y blancos lo siguen caracterizando. Fue la provocación definitiva.
Cuando salió a la calle generó reacciones que quedaron resumidas en la anécdota que el dueño contaba una y otra vez: una anciana se acercó, ofuscada por lo que consideraba una ofensa rodante, y lo golpeó en el capó con su paraguas.
La versión renovada había nacido para ser salvaje. En el viaje a la fiesta de lanzamiento del flamante álbum -obra cumbre del rock psicodélico- llegó a albergar a nueve personas en su inside. Lennon, Harrison, sus parejas y varios invitados arribaron a la casa de campo del supervisor Brian Epstein bañados en ácido y con música y vestimenta alusivas a los tiempos del flower energy.
Para los distraídos, el auto y su dueño se hacían notar a la distancia. Aprovechando un sistema de sonido exterior adosado en una de sus refacciones, podían sorprender a transeúntes desprevenidos o a héroes del rock. “No se resista y entréguese” period la orden que retumbaba en una persecución a la Ferrari 365 GTC 1969 de Harrison; o la que escuchaba Brian Jones, de los Rolling Stones, cuando John lo sorprendía en líos.
El last de la revolución
El protagonismo de la limusina extravagante fue cediendo. Una primera señal ocurrió en 1968. Después de la muerte de Epstein, John adquirió un segundo Phantom V, de chapa EUC 100, pero lo pidió de shade blanco. Un auto minimalista en cercanías de su fase más introspectiva y, casualidad o no, en momentos del White Album.
Los cortocircuitos entre los integrantes de Los Beatles ya eran evidentes. La separación se concretó en 1970. El hombre y la máquina se mudaron a Estados Unidos. Allí, Bob Dylan y los Rolling Stones se dieron el gusto de conducir el Phantom V, que ya no escandalizaba al público, tan diferente al británico, ni encontraba espacio en el camino solista de su propietario y sus nuevas inquietudes.
Con el last de los sesenta, el auto-manifiesto empezó a convertirse en un recuerdo. En apuros por deudas, Lennon lo donó en 1977 al Museo Cooper-Hewitt del Instituto Smithsonian, a cambio de un alivio fiscal. Alcanzó a verlo desfilar en exposiciones de diseño antes de que, en diciembre de 1980, se produjera el deadly encuentro con Mark David Chapman en las escalinatas del edificio Dakota.
El vehículo volvió a ser noticia en 1985, cuando un empresario canadiense rompió los pronósticos y desembolsó US$ 2.299.000 en una subasta. En 1987 se lo entregó al gobierno de su país, que lo exhibió en el British Columbia’s Historic Transportation Heart. Desde 1993 está bajo custodia del Royal B.C. Museum, en Victoria.
Hoy se puede visitar el Rolls-Royce de John Lennon en exposiciones muy ocasionales. Su equipamiento de audio ya no funciona y la conservación de la pintura es un dolor de cabeza incluso para los expertos. Sale a rodar cada seis meses para mantener la mecánica. El resto del tiempo duerme en Victoria, donde todos lo conocen como lo que fue: la ecléctica, rebelde y provocadora limusina psicodélica.
” Fuentes www.clarin.com ”