Hoy ya no, pero en los tiempos dorados de los faros corrió una well-liked clasificación entre los fareros por la cual había tres tipos de faros: estaban los “faros del paraíso”, que eran aquellos de fácil acceso y cercanos a comunidades, en suelo firme; luego estaban los “faros del purgatorio”, que eran los que se situaban no muy lejos, pero no eran suficientemente cómodos; por último estaban los “faros del infierno”, enclavados en la nada, en mitad del mar o sobre pequeños salientes, apenas rocas puntiagudas o acantilados vertiginosos. Muchos de estos faros del Atlántico estaban dentro de la tercera categoría. Eso no quita que hoy algunos estén considerados entre los faros más bellos y fascinantes del planeta.
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