En estos días y coincidiendo con el setenta aniversario de la muerte de Eva Perón, la plataforma televisiva Disney+ estrena Santa Evita, una mini serie de siete capítulos basada en la novela homónima que Tomás Eloy Martínez publicó en 1995.
Tras un sinfín de documentales, películas y musicales centrados en la vida de este singularísimo personaje, Eva Duarte de Perón, “Evita”, la nueva serie aborda lo que el autor denomina “fábula gótica” y que remite al delirante periplo de su cadáver embalsamado, desde su muerte en 1952 hasta su entierro definitivo en el cementerio bonaerense de Recoleta en 1976.
A lo largo de ese periodo, sus restos transitaron por la sede del sindicato CGT, después por dependencias militares argentinas y luego, con la directa colaboración de El Vaticano, bajo una tumba anónima en un cementerio de Milán. Y antes de su traslado definitivo a la patria de sus “descamisados”, la momia pasa por la residencia de su esposo Juan Domingo Perón, en un chalet de la urbanización madrileña de Puerta de Hierro, hasta donde llegó, el 3 de septiembre de 1971, en un furgón fúnebre Citroën conducido por un joven llamado Roberto Germani.
Allí se quedó la difunta a pesar de que Juan Domingo Perón volvió a acceder a la Presidencia de su país por tercera vez en 1973, pero a la muerte de este, un año después, su tercera esposa y sucesora como Presidenta de la Nación, María Estela Martínez de Perón, “Isabelita”, ordenó su regreso a Argentina, donde sería instalada en un panteón blindado en el Cementerio de La Recoleta.
Evita ya había estado en Madrid en vida. En abril de 1946, Argentina y el Gobierno de Franco, aislado internacionalmente y al frente de un país sumido en la miseria y azotado por una hambruna casi generalizada, firmaron un convenio bilateral consistente en un préstamo de 350 millones de pesos a tres años y a muy bajo interés, para la provisión, hasta 1947, de 400.000 toneladas de trigo y otras 300.000 más para 1948, 120.000 toneladas de maíz en 1947 y 100.000 más en el siguiente año, junto a una appreciable cantidad de carne congelada, legumbres (incluidas lentejas sin bichos ni piedras), aceites comestibles y otros productos.
Francisco Franco, exultante, invita a Perón a visitar España, pero los asesores del mandatario argentino le hacen ver que el viaje puede ser interpretado como un gesto de simpatía hacía el Eje que acaba de perder la Guerra Mundial y al que tan ideológicamente próximo ha estado el dictador español, y resolve enviar a Evita, que por entonces aún tiene un perfil político bastante bajo.
El recibimiento a la primera dama es espectacular. Tras una escala en Villa Cisneros, entonces Sahara español, donde la esperan el ministro de exteriores, Alberto Martín Artajo y el secretario private de Franco, su primo Francisco Franco Salgado Araujo, llega al aeropuerto de Madrid-Barajas la tarde del 8 de junio de 1947. Allí, al pie de la escalerilla del DC 4 de Iberia que la trae, está el Caudillo con su gobierno en pleno, las máximas autoridades eclesiásticas, su esposa Carmen Polo y su hija Carmen Franco y Polo.
Al día siguiente, es condecorada con la Gran Cruz de Isabel la Católica en el Palacio Actual y dos días después, se celebra un espectáculo de estética medieval en la Plaza Mayor de Madrid, en el que música y danzas de todas las regiones amenizan la velada. El festejo concluye con la entrega a la primera dama argentina de una colección de trajes típicos de cada una de las 50 provincias españolas, confeccionados especialmente para ella. En grandes cestos de mimbre se le entregan 728 piezas, incluyendo accesorios, calzado, ropa inside, joyas, tocados y pelucas con el peinado característico.
A la enteca, pudibunda y enlutada cónyuge del dictador se le asigna entonces el papel de máxima anfitriona. Lo pasa mal porque a “la collares” no le hace la más mínima gracia esa Evita desenvuelta, que luce pantorrillas firmes, desnuda sus brazos en las cenas y viste como una princesa, pero acepta a regañadientes el papel de cicerone que se le encarga. Pronto empiezan a surgir desavenencias entre ambas. Mientras que doña Carmen se obstina en llevarla a lugares con cierto glamour, Evita y su séquito insisten en conocer barrios de trabajadores, hospitales públicos y orfanatos. De ello quedará constancia en sus memorias: “Una vez casi nos peleamos con la mujer de Franco. No le gustaba ir a los barrios obreros y cada vez que podía los tildaba de ‘rojos’ porque habían participado en la guerra civil. Yo me aguanté un par de veces, hasta que no pude callarme más y le respondí que su marido no era un gobernante por los votos del pueblo, sino por imposición de una victoria […] Le comenté cómo ganaba Perón las elecciones y cómo gobernaba, porque la mayoría del pueblo así lo había determinado. A la gorda no le gustó para nada, y yo seguí alegremente contando todo lo bueno que habíamos logrado”.
Sin dar crédito a lo que oye, Carmen Polo recurre, a la desesperada, a un peregrino argumento: “Vuestros propios obispos pueden dar fe de las tropelías de los rojos”, pero Evita responde al punto y zanja la discusión a la brava: “Señora, cuando se fomentan guerras, hay que aguantar sus resultados. El general Franco gobierna tras la guerra, y es fácil tildar de colores a sus participantes. Nuestros obispos se ocupan de cosas argentinas”. Carmen Polo se queda con la boca cerrada y casi no volverá a abrirla hasta que la esposa del mandatario argentino abandone España.
Eva Perón visita, entre otros lugares, Ávila, Medina del Campo, Segovia, La Granja, Toledo, Granada, Huelva, Santiago de Compostela, Vigo, Zaragoza y Sevilla donde, en el salón Mudéjar de la Plaza de América, se sirve una cena de gala cuyo menú se compone de consomé, caviar, paté, salmón del Bidasoa y pularda, todo ello regado con buenos vinos españoles y abundante champagne. Finalmente desde el aeropuerto de Barcelona, abandona España con destino a Roma el 24 de junio para entrevistarse con el Papa Pío XII.
El régimen franquista respira aliviado y empieza a intuir el fin del aislamiento internacional y la autarquía económica. Pero el proyecto tendrá que esperar hasta la firma de los acuerdos con EEUU, la promulgación del Plan de Estabilización y la visita/espaldarazo a Madrid del Presidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower. Faltan aún una docena de años.
” Fuentes www.diariocritico.com ”