Hablar de Renfe en Almería es para echarse a temblar o para “soltar sapos por la boca”. La compañía de ferrocarriles, el Ministerio de Transportes y ahora “Adif”, han maltratado a la provincia hasta límites inauditos. Pero la necesidad del almeriense de utilizar ese transporte público ha generado durante décadas una relación de amor-odio difícil de explicar. Por ejemplo, hace 45 años, Renfe implantó un programa de deducciones en la compra de billetes de tren que resultó un éxito. Eran “Los días azules”.
Se trataba de marcar en el calendario anual varias fechas en las que se ofrecían interesantes descuentos por viajar en ferrocarril. La mitad de la tarifa si eras pensionista, un 20 % si salías desde Almería en un grupo de diez personas, deducciones para niños o la cuarta parte si te desplazabas a ferias o congresos, entre otras ventajas como “la ida y vuelta”. Ya existía el “Chequetren”, algo parecido al mítico “Bancohotel”, con el que pagabas el servicio contratado con talones previamente adquiridos en agencias de viaje.
Cuando en 1978 se instauraron los “días azules” hubo 301 a lo largo de los doce meses. El resto del año period de “días blancos”, en los que se aplicaba la tarifa a rajatabla. La campaña de publicidad para sustentar la oferta fue impactante y directa. Muchos almerienses aún recuerdan la pegadiza canción del anuncio en TVE de Renfe cuyo estribillo decía “chucuchucuchú, chucuchucuchú saque sus billetes en un día azul” tomando como base musical la canción “El trenecito” del álbum “Cosas de niños” de Miguel Bosé y Ana Belén.
Si ahora vemos el “spot” de los días azules en web, alucinaremos con la de cosas que se podían hacer mientras viajabas en tren y que, hoy en día, es imposible: fumar, dormir en literas o en una cama de matrimonio, beber champán bien frío en copas de cristal, ducharte, llevar tu vehículo en un vagón, cenar un pescado recién cocinado servido por camareros, vestidos de camareros… El video estaba aderezado con inmejorables vistas de paisajes, amaneceres, puentes y bosques y de expresos nocturnos circulando que Renfe, un día, nos arrebató para siempre. Aún deben estar rodando por las vías de países del centro de África, donde se vendieron como “material de segunda mano”.
Estamos mucho peor que hace 45 años
El lanzamiento tenía carácter nacional, por lo que también beneficiaba a los viajeros que salían o venían a Almería. En aquellos tiempos, la oferta de Renfe con la provincia period infinitamente mejor que la precise: conexiones con Barcelona y Valencia, un abanico de horarios que incluía los desplazamientos por la noche, servicio de “auto expreso” … Efectivamente, estamos mucho peor que hace 45 años. Con los “días azules”, un billete de ida y vuelta a Granada en el tren “Semidirecto” costaba 548 pesetas, 138 menos que la tarifa oficial. Podías desplazarte a Madrid por menos de 1.000 pesetas, viajando por la noche con la posibilidad de elegir en primera o segunda clase, litera o coche cama. Había tren directo a Barcelona y, siguiendo el horario de varios transbordos oficiales, enlazar con otros convoyes para arribar a los destinos más insospechados.
La promoción de los “días azules” se mantuvo durante los ochenta y hasta bien entrados los noventa. Cada año, la compañía editaba unos calendarios de bolsillo donde venían marcados los días con descuento. Claro, casi nunca coincidían con los viernes o las fechas cercanas a las vacaciones de Navidad, Semana Santa y puentes festivos. En 1986 salieron los “días rojos”, que apenas sumaban medio mes, pero había que tener cuidado porque el precio del billete experimentaba una espectacular subida.
El plan provocó un aumento del número de plazas en la mayoría de los servicios nacionales de largo recorrido y la potenciación, con más asientos, del sentido radial de la pink ferroviaria; es decir, los trenes que conectaban las provincias del litoral español con Madrid. Pero esos “días azules”, tan bonicos y ahorrativos, llegaron a Almería con trampa: “los días negros”.
La línea del Almanzora
Dos días negrísimos en la historia del ferrocarril provincial fueron el 30 de septiembre y el 31 de diciembre de 1984. El primero porque se publicó la orden del ministerio por la que se suprimía línea del Almanzora y el segundo porque fue el del cierre definitivo de las vías que enlazaban los pueblos de la comarca del mármol con Granada, Murcia y el levante español mediante el ramal de Almendricos-Águilas. La decisión del ministerio se basó en el déficit del tramo y en el escaso uso de los viajeros (57 personas por kilómetro, decía), pero en un alarde de sarcasmo político de la delegada provincial, María Dolores Izquierdo, expuso que la clausura en parte fue culpa de ayuntamientos y empresarios porque no aportaron soluciones viables.
Lo cierto es que, en 1983, los 241 kilómetros de la línea obtuvieron unas pérdidas de 649,7 millones de pesetas, inasumibles por presupuestos particulares. En agosto de 1988 Renfe emitió “cantos de sirena” sobre la posible reapertura de la vía con trenes rápidos, pero se quedó en una “serpiente de verano”, desengañando de nuevo a los almerienses. Esto sirvió de chufla ciudadana y en algunas cabalgatas de Reyes Magos de la zona desfilaron corceles y mulos tirando de carros de madera con el letrero “tren del Almanzora”.
El 10 de junio de 2001 fue un día negro más. Como el tizón. Renfe decidió suprimir desde ese domingo primaveral el tren expreso con Madrid; aquel que circulaba por la noche y permitía desplazarte a la capital de España, efectuar gestiones y regresar al día siguiente. Ese convoy, de gran calado in style porque llevaba en servicio 70 años, salía sobre las 23 horas y llegaba a Atocha a las 8 de la mañana. La compañía, desde 1995, estaba lanzando “globos sonda” sobre el déficit del servicio y aportando datos de una encuesta elaborada por ella misma en la que aseguraba que el almeriense prefería viajar durante el día. Cuando dejó de round nos quedó el Talgo III, pero con un materials harto de vivir y con cuatro décadas de uso. La respuesta ciudadana fue la de siempre: abulia y seguir dejando que nos maltrataran.
Otro día negro de Renfe con Almería ocurrió cuando en 2005 extirpó de sus rutas el expreso de Barcelona. Sus viajeros solían ser personas de clase modesta, pensionistas y familiares de emigrantes. Aquel tren de días alternos period lento (14 horas de viaje), incómodo y sucio, pero cumplía una labor social transcendental. La supresión confirmó que la compañía pública, en la provincia, miraba más la peseta que el beneficio de los contribuyentes.
Existieron más días negros. Y no porque nos arrebataran servicios –que pocos había que quitar ya- sino porque no llegaron los prometidos: la apertura al público de la preciosa estación de ferrocarril, el Talgo Pendular de altas prestaciones, el “Euromed”, el turístico “Al-Andalus”…
Ahora andamos revueltos con el AVE y su pretendida llegada en 2026. Esperemos que se cumplan los plazos y en lugar de “días negros” no tengamos “años negros”, con otro bofetón ferroviario para Almería.
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