Bajo el Cielo Estrellado: Una Noche Dentro de un Templo en Monte Koya
Cuando uno piensa en viajar a Japón, imágenes de bulliciosas calles de Tokio, templos ancestrales sumergidos entre cerezos en flor y la serenidad del Monte Fuji acuden a nuestra mente. Sin embargo, es en el corazón del país, entre la espesura de venerables bosques y la contemplativa tranquilidad de Monte Koya, donde yace una de las experiencias más transformadoras que un viajero puede vivir.
Monte Koya, conocido en japonés como Koyasan, es famoso por ser la sede del budismo Shingon, una rama del budismo esotérico japonés, fundada hace más de mil años por Kobo Daishi (también conocido como Kukai). Aunque inicialmente puede ser la sed de aventura cultural lo que atraiga a uno a este destino, muchos descubren que lo que encuentran va mucho más allá de una simple visita turística.
La verdadera joya de Koyasan es la oportunidad inigualable de pasar una noche en uno de sus diversos shukubo, alojamientos dentro de templos destinados a los peregrinos. Dicho privilegio no es solo una inmersión en la ancestridad de esta forma de vida, sino una ventana a la contemplación y el entendimiento profundo.
Desde el momento de la llegada, el viajero es recibido con el imponente portón Daimon, una puerta monumental que sirve de portal entre el bullicio de la vida cotidiana y la paz que solo puede encontrarse en este enclave sagrado. Las calles serpenteantes, bordeadas por majestuosos cedros centenarios, guían al visitante a un ritmo donde la prisa pierde todo significado.
Participar en las actividades del templo, desde la meditación matutina hasta las ceremonias de fuego, permite no solo abrir una ventana a una práctica espiritual milenaria, sino también a encontrar un momento de introspección personal. La ceremonia de fuego, en particular, es hipnótica, donde monjes recitan mantras al ritmo de los tambores, mientras las llamas danzan al compás de plegarias por la paz y la salud.
Una estancia en un shukubo ofrece más que un lugar para reposar; es una experiencia culinaria en sí misma. La cena kaiseki vegetariana, elaborada con meticuloso cuidado y presentada con delicadeza, compuesta enteramente de platos shojin ryori (comida budista), no solo deleita el paladar, sino que también alimenta el alma.
El silencio de la noche en Koyasan es, para muchos, un sonido en sí mismo. Ausente de contaminación sonora, lo único que se escucha es el susurrar de los bosques que rodean el área. Dentro de este silencio, bajo un cielo dejado al descubierto por la falta de luces artificiales, el viajero encuentra un momento de paz inigualable.
Despertar al son de la campana del templo, seguido de una participación en las oraciones matutinas, conecta a uno con un ritmo de vida que parece haberse perdido en el alboroto moderno. Es un recordatorio de la importancia del aquí y ahora, y de la belleza encontrada en la simplicidad de la existencia.
Monte Koya no es simplemente un destino; es una experiencia transformadora que invita a la reflexión y la introspección. Al final de la estancia, uno no solo se lleva consigo memorias imborrables, sino también enseñanzas que surgen de la convivencia con la comunidad monástica, un recuerdo de que en la tranquilidad y la contemplación, se encuentran los ecos de la verdadera felicidad.
La visita a Koyasan es un viaje hacia el interior tanto como uno hacia el corazón de Japón, un paso hacia la comprensión de que en la espiritualidad y la conexión con la naturaleza, hallamos los verdaderos tesoros de la vida.
” Sources viajes.nationalgeographic.com.es ”
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”