El sector turismo cada día resulta más atractivo para los medios de comunicación nacionales. Ya es fuente prioritaria.
No es para menos. En el marco de la economía de servicios, genera divisas que fortalecen el Producto Interno Bruto (PIB) y muchos empleos, aunque distantes de los salarios adecuados.
Y aporta un detalle que desata pasiones desmedidas en el periodismo tradicional, como rama de la Comunicación: el dato seco, bajo el alegato de insumo ideally suited de “lo objetivo” para construir la nota con apego a la “verdad”.
El sector en cuestión produce amasijos de cifras frías que luego en medios vacían de un tirón en titulares y arranques de las noticias, como este:
“En 2019 ingresaron 6.4 millones de turistas.
O como la siguiente nota, titulada:
“La llegada de visitantes durante la década (2009-2019) superó los 65 millones”.
A continuación, lid de la noticia:
“Santo Domingo, D.N. En la República Dominicana, de 8 de cada 10 dólares ingresados por concepto de turismo, permanecen en el país y el 60% de todas las ganancias se ha reinvertido”.
El cuerpo de la información:
“De acuerdo a la investigación elaborada por la firma de inteligencia económica Analytica, durante el período de estudio, la entrada acumulada de divisas generada por el gasto de viajeros más la inversión en turismo alcanzaron los US$68,217 millones, de los cuáles permanecen en el país el 82%, tomando en cuenta las salidas por importaciones, publicidad exterior y rentabilidad de la inversión…
La inversión extranjera acumulada del sector superó los US$5,207 millones, representando el 20% del total de la inversión extranjera directa en el país durante los diez años que cubre la investigación y un 30% para el último quinquenio…
Este masivo ingreso de recursos en la economía dominicana se explica porque la llegada de visitantes durante la década superó los 65 millones, 7.5 millones en 2019, con un gasto total de US$63,000 millones. Esto representa un incremento de 68% en el período”.
Productos similares se repiten todo el año, como si fuera cuestión de vida o muerte en la existencia de los medios.
A usted deben de resultarle sonoras, entregas sobre los siguientes temas: ingreso de turistas, inversiones en construcción de nuevos hoteles, aportes al fisco, cantidad de empleos.
Impresionante, si no si no se enfoca a través de una lupa que facilite la mirada integral del turismo, de las demandas del nuevo turista y, sobre todo, si no se piensa en historias.
El modelo dominante, impuesto por la fuerza de la costumbre, limita el fenómeno social a una industria que genera actividad económica, dejando afuera al sujeto; por tanto, circunscribe al profesional de la comunicación que labora en esa área a correr hacia las fuentes oficiales (privada o y pública) donde le ofrezcan una declaración con números porque “hay que ser objetivos”.
Pero más allá de las cifras frías, “hay un mundo por descubrir”. El traspatio, periodísticamente invisibilizado, “lo tiene todo” en términos de insumos periodísticos, incluidas las andanzas de turistas pedófilos, zoófilos y mafiosos, y las violaciones a las normas ambientales por parte de inversionistas. Allí está la gran mina, inexplorada e inexplotada.
Y esa “mina”, en normal, queda fuera del foco del reporteo. Por el paradigma, pero también porque, en algunos casos, se ha producido un “enamoramiento” fuentes-medios-reporteros que sepulta la denuncia y la crítica, pese a ser tan necesarias para el éxito de cualquier empresa.
No debería extrañar entonces el porqué en el corazón de la mayoría de los productos periodísticos todo es espectacular, maravilloso, perfecto. Y los identificados como únicos protagonistas del sector, los dueños de las riquezas, habitan en lugares más alto que el humano perfectible.
El contexto precise nos pone ante la emergencia de un nuevo paradigma en el Periodismo Turístico. El enfoque economicista dominante luce agotado. Su cojera se evidencia en la insoportable monotonía de la puesta en escena de los hechos reconstruidos a partir de sus parámetros.
Porque –como bien ha puntualizado Miguel Ledhesma- más que una actividad económica, el turismo es un fenómeno social complejo en el que interactúan múltiples actores en diferentes espacios que trascienden el perímetro de los resorts, y todos son vitales.
Los enclaves pierden fuerza; los destinos vistos holísticamente quitan terreno a los polos que aíslan a las personas.
El turista no es un ser extraño que viene a gastar, como lo ha dicho el pintoresco senador Antonio Marte.
Se trata de un humano, dominicano o extranjero, que -si es responsable- acumula dinero un tiempo para trasladarse a otro lugar con el objetivo de descansar y tener experiencias inolvidables a partir de los atractivos, sin dañarlos, e interactuar con sujetos de otra cultura.
Para él, el encerramiento no está en agenda. Y menos, ser parte de una masa aislada de la comunidad. Prefiere espacios más íntimos con atenciones personalizadas, convivir con la comunidad y apreciar la naturaleza, sin destruirla. Así que no viajaría a destinos donde se agreda a playas, humedales, montañas, bosques húmedos, ríos, cenotes, flora, fauna.
Bajo esa matriz, el gobierno nacional ha anunciado el Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales. Falta ver la ejecución en el terreno porque siempre está latente la tentación de transgresión a lo pensado y escrito.
Hay que sintonizar con la necesidad de desarrollo integral de los pueblos y los requerimientos del nuevo turista.
Si abrimos el lente, descubriremos que el turismo no se agota entre las paredes de los grandes hoteles, ni en la asistencia a ferias internacionales. Aprenderemos que los trabajadores y las trabajadoras de los “todo incluido” no son sirvientes de los huéspedes, sino seres humanos. Igual los dependientes de las empresas de servicios, las plazas, las zonas agrícolas, las calles y los atractivos de los destinos.
Primero que servidores, son seres humanos a quienes las familias y la sociedad les han ecualizado el comportamiento y les han hecho partícipes en la construcción de la cultura que comparten con los huéspedes, y se aceptan en la diversidad.
Esas personas tienen muchas historias que contarnos, pero sufren de invisibilización mediática.
El paradigma que, temprano o tarde ha de imponerse, requiere una conciencia crítica y una afinación en el reporteo, la selección de la información y la construcción de las historias. Urge una nueva narrativa diferente distante de las loas.
Hay que “abrir el lente” para tener la panorámica y la perspectiva, y “cerrarlo” para obtener los detalles de los hechos. Usar los cinco sentidos para salir de la sequedad rutinaria que nada informa.
Necesitamos sensibilizarnos ante la realidad, mirarla desde su complejidad, para lograr plasmarla sin miedos en relatos vivos lo más cercanos posible a la película que representa la cotidianeidad de la gente.
Un ejercicio de Periodismo Turístico desde un paradigma que responda a las demandas globales y locales actuales, conviene a los medios de comunicación, a los empresarios, al gobierno, a las comunidades-destino, a la sociedad. Y todos deberían promoverlo. Ser indiferentes, lleva a la pista del fracaso
” Fuentes acento.com.do ”