Hace algo más de medio siglo la archidiócesis de Oviedo se abría al mundo. La Iglesia asturiana ponía un pie en Gitega, en la capital de Burundi, que está, más o menos, a unos 8.000 kilómetros del Principado. En pleno corazón de África. Allí, los pastores asturianos hicieron una labor evangelizadora y humanitaria muy valorada por la comunidad local. Ayudaron a la puesta en marcha de escuelas, de centros médicos, a la renovación de infraestructuras y a un montón de acciones destinadas a mejorar las condiciones de vida de aquella población desfavorecida.
El viaje continuó luego por otros lugares del mundo. Su historia, sus protagonistas y las peripecias vividas están ahora recogidas dentro de un libro que lleva por título: “La misión, en el corazón de la Iglesia asturiana” y que ayer se presentó en el salón de actos del Seminario de Oviedo. Como maestro de ceremonias participó el arzobispo, Jesús Sanz Montes, que puso el acento en que “este es un libro viajero porque de viajes hablan sus páginas, pero no un cuaderno de bitácora con aventuras turísticas ni mapas de tesoros piratas. Son relatos de hazañas misioneras llevando el evangelio más allá de nuestra hermosa tierra asturiana”. Algunos de aquellos misioneros sufrieron. Muchos se adentraban en zonas que acababan de lograr su independencia y de cierta inestabilidad política. “Algunos lo pasaron realmente mal y pusieron en riesgo propia vida”. Y terminó su intervención con un deseo: “No perdamos la impronta misionera de nuestra comunidad cristiana. Los cristianos no podemos dejar de ser misioneros. Somos Iglesia que no tiene fronteras. La misión continúa”.
Primero fue Burundi, cuya misión se extendió de 1970 a 1985. Pero los misioneros asturianos también pusieron pie, oración y ayuda en Guatemala (de 1977 a 1980), Ecuador (de 1992 a 2011) o Benín (de 1986 al próximo mes de junio, cuando será cerrada) durante estas últimas cinco décadas de actividad. El libro, destacó el actual delegado de Misiones, Pedro Tardón, es también un homenaje a los protagonistas directos de aquellos proyectos de evangelización. Citó entre ellos a Gabino Díaz Merchán, Luis Legaspi Cortina, Ángel González Suárez, Ángel Eladio González Quintana, Fernando Fueyo García, Luis González Fernández, Amadeo Artime Velarde, Miguel Ángel Magadán y José Manuel Álvarez.
La portada del libro se ilustra con una tierra árida y agrietada de color marrón. A ella hizo alusión Tardón como punto de partida de todo. “Este tipo de tierra está asociada, en términos proféticos, a que donde nada existe es el punto de partida de las posibilidades infinitas de Dios”, aseguró. Una especie de contrapunto. Tardón recordó las primeras palabras de Gabino Díaz Merchán cuando tomó posesión como arzobispo de Oviedo. “Dijo que la Iglesia es misionera, también es significativo que el último texto suyo que conservamos es una nota manuscrita manifestando que, cuando decidió establecer el convenio misionero con Burundi, su intención era que toda la diócesis se sintiera misionera”, señaló, “y que no fuese esa misión la aventura de unos pocos”.
En la presentación intervino igualmente Arcadio Alonso, hermano del beato asturiano Juan Alonso que fue martirizado en Guatemala en los años ochenta. “La decisión de la Iglesia de Asturias de compartir su tienda con diócesis de África y América que solicitaban insistentemente agentes de evangelización fue un acontecimiento de singular relevancia en nuestra intrahistoria y es muy grato que esto se reconozca hoy”, destacó. La misión continúa. La llama de ayudar está más viva que nunca y Sanz Montes ha sugerido la posibilidad de establecer nuevos convenios con países de Latinoamérica.
” Fuentes www.lne.es ”