Un reloj gigante destinado a durar 10 mil años. Microchips que extienden las capacidades humanas. Autos que se conducen solos y planes para llegar a Marte. Invirtiendo de a millones y con confianza, los hombres más ricos del mundo dan rienda suelta a proyectos que desafían el límite de lo posible y la ciencia ficción.
El poderío de los que más tienen ya no se refleja en sus colecciones de arte ni en la ropa de diseñador: a mitad de camino entre científico loco y emperador, los emprendedores de hoy buscan reinventar el mundo a su mirada.
De los proyectos transhumanistas de Elon Musk a las ambiciones eco-friendly de Invoice Gates, los nombres que encabezan la lista de mayores fortunas de la revista Forbes quieren dejar su huella más allá de las compañías que los hicieron famosos.
En caso de lograrlo, la naturaleza humana misma podría cambiar. Una vejez que nunca llegará, carne de laboratorio y automóviles aéreos. ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de mito? Los más poderosos no solo sueñan con ovejas eléctricas: están dispuestos a hacerlas realidad.
Jeff Bezos: el espacio y el tiempo
Con una fortuna estimada de 181.500 millones de dólares en su haber, Jeff Bezos puede respirar tranquilo: es nuevamente el hombre más rico del mundo, según Forbes. Se trata de un puesto que hasta hace semanas ocupaba Elon Musk, quien le pisa los talones de oro en la exclusiva competencia por la mayor fortuna.
Pero no es lo único que tienen en común: la nueva carrera espacial y una futura colonización del universo es otro rasgo que los hermana y obsesiona. Mientras que el magnate sudafricano es quien por el momento ha dado los pasos más grandes de la mano de su empresa SpaceX, Bezos hace lo suyo con Blue Origin, compañía que fundó dos años antes que su rival, en 2000.
Jeff Bezos, fundandor de Amazon, asegura que los motores de su compañía Blue Origin llevarán a la primera mujer a la Luna.
A futuro, el millonario planea que turistas, científicos y astronautas profesionales paguen por viajes en cápsulas de su producción. Y otra promesa, acorde a los tiempos: el fundador de Amazon asegura que los motores de Blue Origin llevarán a la primera mujer a la superficie de la Luna.
Pero no sólo los ideales de extender la raza humana por la galaxia motivan los proyectos más futuristas de Bezos: la conquista del tiempo es otra de sus obsesiones. En 2017, la noticia de que tanto él como otros pesos pesados de Silicon Valley planean ser jóvenes por siempre escandalizó y sorprendió por igual.
Un auto aéreo de despegue vertical, desarrollado por Larry Web page, creador de Google.
¿La manera? Inversiones millonarias en UnityBiotechnology, una firma que investiga la extensión de vida mediante drogas que retrasan el envejecimiento celular. Sin embargo, la compañía parecería no poder asegurar antes su propia existencia: fallas en sus fármacos para combatir la osteoporosis hicieron derrumbar sus acciones el año pasado.
El tiempo en su vertiente simbólica parecer ser un objetivo más asequible para Bezos. Mitad instalación de arte, mitad testamento a su egolatría, el hombre más rico del mundo podría vivir por décadas de otra forma: ha encargado la construcción en una montaña de Texas de un reloj gigante destinado a durar 10 mil años. Potenciado por ciclos termales de día y noche y una estructura mecánica a prueba de todo, seguirá funcionando durante generaciones, incluso cuando su creador ya no esté.
Elon Musk: la ciencia cool.
Millonarios los hay para todos los gustos. Algunos optan por un perfil bajo y el secretismo, como Zhong Shanshan, el hombre más rico de China. Pero ese estilo de vida nunca cuajó con Elon Musk, el rockstar del mundo de la tecnología. Con un perfil público y polémico, el emprendedor sudafricano reinventó cómo ser un multimillonario. A diferencia del estilo más geek a lo Invoice Gates, ha sabido transformar la ciencia en diversión y espectáculo gracias a un tono que sabe apelar a las nuevas generaciones.
Cada nueva acción de Musk se convierte en un evento e invita a soñar. Promete que, para mediados de la década, su compañía SpaceX –la única empresa privada en enviar con éxito astronautas a la Estación Espacial Internacional– llevará a los primeros humanos a Marte. Aunque, de hacerse realidad sus deseos más desaforados, quizás cuando conquistemos el espacio no seamos ya más personas: la period post-humana se avecina.
Elon Musk presenta Neuralink, su proyecto de chips cerebrales.
Mediante su proyecto Neuralink, el empresario ambiciona a desarrollar implantes craneanos con inteligencia synthetic capaz de arreglar “lo que funciona mal en el cerebro”. Aún en fase experimental, los resultados serían sorprendentes.
De controlar dispositivos digitales con la mente a un nuevo tipo de comunicación que no requeriría el uso de la boca, los sueños de Musk nos acercarían a lo que se ha dado a llamar como transhumanismo: la creencia de que las tecnologías llevarán a una transformación radical más allá de la condición humana.
Aún todo parece más lejano de lo que el optimismo ilimitado de Elon nos invita a creer y las implicaciones éticas de fusionar lo humano con lo ciborg merecen un debate acorde.
Por lo pronto, tiene éxito concreto como propulsor de las criptomonedas –bastó con que agregara “Bitcoin” en su biografía de Twitter para que el valor de la divisa se disparase en 5 mil dólares– y del transporte en la Tierra. Tesla, su empresa de vehículos eléctricos, es la líder indiscutible del mercado y la principal responsable en la popularización de la tecnología. Marte quizás deba esperar, pero nuestro planeta ya ha comenzado a sentir el efecto Musk.
Los emprendedores multimillonarios buscan, a través de sus empresas, reinventar el mundo según sus miradas.
Invoice Gates: ¡Salvemos al planeta!
De 1995 a 2017, pocos podían hacerle competencia a Bill Gates: en cada uno de esos años, excepto cuatro, fue nombrado el hombre más rico del mundo por Forbes. Hoy por hoy, su fortuna lo hace fluctuar entre el tercer y cuarto puesto –disputado con el magnate de la moda Bernard Arnault– pero, millón más, millón menos, su poder e impacto cultural siguen intactos.
Más alejado de Microsoft, donde ocupa el rol de consejero tecnológico para el precise CEO (Satya Nadella), estos últimos tiempos han visto una profundización de su faceta como filántropo de omnívora curiosidad. Entre vaticinios de cómo será el mundo post-pandemia y las operaciones de la Fundación Invoice & Melinda Gates –la más grande entidad privada de beneficencia del mundo– ha sabido convertirse en gurú sobre qué rumbo debe llevar adelante la humanidad.
Objetivo Gates: reemplazar carne de vaca por sintética.
En su nuevo libro, titulado Cómo evitar un desastre climático, el magnate de la computación nos da pistas de los cambios que ve necesarios para frenar el efecto invernadero.
¿La última propuesta en encender debates? Reemplazar la carne de vaca por sintética, a fin de reducir la emisión de gasoline metano que produce el ganado. A diferencia de Musk y en sintonía con Mark Zuckerberg, el fundador de Microsoft considera que, antes de soñar con el espacio, nuestro planeta debe ser la prioridad.
En ese sentido, ha financiado con millones de dólares start-ups de energía sustentable y alternativa a través de Breakthrough Power, una iniciativa que lleva adelante desde el año 2015.
Entre los proyectos en los que ha invertido se encuentra el “reciclado nuclear”, que implica el uso de reactores no basados en uranio enriquecido sino en el desecho de las actuales plantas de energía.
Invoice Gates le da prioridad a mejorar el planeta, antes que a la carrera espacial.
Discernir qué hay de cierto en sus jugadas es más complejo que en el caso de otros billonarios. Hace tiempo que Invoice se ha convertido en blanco de teorías conspirativas y titulares exagerados. El más reciente indicaba un proyecto para tapar el sol, más cercano al rol de un supervillano de película que lo que efectivamente ocurre.
En verdad, Gates ha invertido en una iniciativa de la Universidad de Harvard que simula modelos computacionales para manejar la radiación photo voltaic, sin una práctica actual a la vista.
Serge Brin y sus lentes con interfaz para aplicaciones.
Larry Web page y Sergei Brin: dupla ambiciosa
Si en la última década Google ha dejado de ser solo un buscador para pasar a hacer pie en todo el ecosistema digital, ha sido debido a las inquietudes de Larry Web page y Sergei Brin. Los cofundadores de la multinacional –y octavo y noveno hombre más rico del mundo respectivamente– demuestran tener un interés activo en diversas áreas, en las cuales invierten asiduamente. Algunos de estos proyectos se hacen bajo el paraguas de la compañía, pero otros responden a sus pasiones más personales.
En líneas similares a Elon Musk –Larry incluso invirtió sus buenos millones en Tesla–, Web page y Brin demuestran tener su mente puesta en el transporte del futuro. Desde 2007 y a ritmo constante, Google ha invertido generosas sumas en el incentivo de autos y baterías eléctricas. El más reciente avance ha sido la presentación en sociedad el año pasado del Polestar 2 (Volvo), el primer auto con un “cerebro” exclusivamente nativo de Android. De la radio a la calefacción, todo el management operativo pasa por el asistente de Google.
Larry Web page trabaja junto con Sergei Brin en el transporte del futuro.
Web page ha ido un paso más adelante en otra área del transporte: el aéreo. Es uno de los principales inversores de Opener Inc., empresa pionera en vehículos de este tipo para uso private. El fruto de ese capital parecería literalmente estar tomando vuelo: tras nueve años de desarrollo, el Black Fly, primera aeronave ultraliviana de vuelo vertical para una persona, estaría listo para la producción masiva.
Sumemos a esto los avances que tanto él como Brin esperan obtener en anteojos inteligentes –con cámara e interfaz para aplicaciones incluidas– y la próxima generación de películas Bond ya tiene sus devices asegurados.
Otra de las inversiones más innovadoras de la millonaria dupla es aquella que han destinado en un área que conocen muy bien: los empleos del futuro. Ambos están entre los backers principales de la Singularity College, una incubadora de negocios y educación alternativa que busca lograr un “impacto positivo a escala planetaria” mediante la innovación científica, tecnológica y económica.
Los próximos líderes bien podrían salir de esta novedosa escuela, o al menos eso parecerían creer Web page y Brin.
” Fuentes www.clarin.com ”