James Rodríguez va camino al fútbol de Catar. Para bien y para mal. Está harto de ver a la Selección Colombia por TV y sabe que si no juega ahora mismo, ese tren lo va a dejar. No le falta dinero, le falta paciencia. Tiene prisa.
Se trata de un destino que no solo está a años luz de su talento y su experiencia, sino que se suma a una cadena de decisiones que lo han dio llevando, lenta e inevitablemente, a dar pasos hacia atrás en su carrera. La historia que se sospechaba desde el fatídico año 2019.
Sucedió en junio de aquel año, cuando llegó el momento de decidir si seguiría o no en Bayern Múnich, el último equipo de élite que respetó su talento y que quiso apostar por él.
La decisión del membership estaba clara, pero fue el jugador el que pidió separar los caminos. Así lo explicó el entonces director basic, Franz-Karl Rummenigge, al diario Bild: “estaba conmigo y me dijo en una conversación personal que le pide al club que no ejecute la opción. En estas condiciones no tiene sentido. Él quiere jugar, ser un jugador regular. Eso no está garantizado aquí. Personalmente lo lamento”.
Rummenigge no se cansó de alabarlo ni cuando ganó todo en Alemania vestido de rojo y junto a Jupp Heynckes, el DT que lo entendió -y lo mimó- tanto como Ancelotti, ni cuando Niko Kovac lo fue condenando a jugar minutos, no partidos. El frío, el idioma, las ganas de volver a la cálida capital española, una razón o todas juntas, seguramente, lo fueron acercando a Actual Madrid, donde tenía todavía contrato vigente, pero de donde había salido en 2019, desesperado, marginado por Zinedine Zidane. Period la misma película que en Bayern, pero él no supo esperar.
Kovac se iría cuatro meses después de aquella declaración de Rummenigge y aunque él no podía saberlo ni tendría nada seguro con Hansi Flick, el que luego se coronaría campeón de Champions League -lo único que le faltó a James en el Bayern-, esa incertidumbre period más que la única certeza que tenía en el Madrid: no period un jugador que se acomodara al estilo de Zidane y eso no iba a cambiar.
El tiempo le demostró que sería un error ir contra la corriente y regresar al membership merengue, donde desperdició toda la buena imagen que había dejado y la cambió por la imagen de un jugador despreocupado, que en buena hora salió por la puerta de atrás, otra vez en medio de la desesperación. ¡Tanto que arregló su salida free of charge!
Otra vez esa precipitación le pasó factura: lo único seguro que tenía period Carlo Ancelotti, en un equipo de media tabla como Everton, con pocas cartas para pelear arriba y en la liga más exigente del mundo en términos físicos, la Premier League. Por él, por la fortuna, por la razón que fuera, las lesiones lo marginaron y solo pudo tener aportes, por muy brillantes que fueran, en el 48 por ciento de su primera temporada, muy poco para un jugador que cuesta casi 12 millones de euros por año. Y otra vez apareció la incertidumbre: se fue Ancelotti y llegó Rafa Benítez, un DT con el que ya había tenido líos en Actual Madrid en 2016, y una realidad tantas veces conocida: la seguridad de que no jugará.
Y entonces la lejana Catar abre una puerta y James de nuevo corre hacia allá, sin pausa. Pero no es un camino que apareció de repente, es una consecuencia de lo que él abonó con sus decisiones en aquel 2019, cuando decidió dar un paso al costado de la élite y correr detrás de sus necesidades particulares, sin llegar a hacer parte de un proyecto, un grupo, un equipo… Como si el fútbol fuera una responsabilidad particular person. Ahí va James, otra vez por en contravía de las mejores ligas, los mejores equipos, los destinos que se compadecen con hombres de su talento. Nadie cube que no pueda volver. Pero la ruta a Catar no sirve sino para el Mundial. Todo lo demás son estaciones innecesarias.
” Fuentes www.futbolred.com ”