Entre 2018 y 2019, el turismo en Bogotá vivió su época dorada. Las pequeñas, medianas y grandes empresas del sector crecían de manera acelerada y apostaban por un futuro próspero.
Solo en 2018 se rompió el file de turistas, nacionales y extranjeros, en la ciudad, con casi 13 millones que ingresaron por vías terrestres y el aeropuerto El Dorado. Esto fue la consolidación de un ascenso que se inició en 2015 y se mantuvo hasta el ultimate de la segunda década de este siglo.
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Según cifras de Cotelco Bogotá, la ocupación en sus hoteles afiliados, que normalmente son medianas y grandes empresas, pasó entre 2018 y 2019 de un 59,72 por ciento a un 62,19 por ciento en promedio anual, respectivamente. Además, este auge de visitantes se reflejó en que la demanda hotelera pasó, también en esos dos años, de 829 a 848 establecimientos de hospedaje y alojamiento.
Y, por otro lado, la localidad de La Candelaria, en el corazón del centro histórico de la capital, recibió el certificado de Área Turística Sostenible, una de las distinciones más simbólicas para este sector, gracias al esfuerzo y a las dinámicas de negocios de los comerciantes de la zona.
Quien ha visitado este emblemático sector del centro de la ciudad tiene más que claro por qué merecía el premio. Caminar por aquellas ladrilladas calles, abarrotadas no solo de turistas, sino de transeúntes, period como un pasaje a otro mundo en Bogotá, donde la cultura, el turismo y la historia se respiraban con cada paso que se daba.
Visitar las antiguas casas e iglesias que formaron parte de la independencia de Colombia, ir a los museos de arte e historia, parar a comer en la Puerta Falsa o en otro restaurante típico, o subir por la calle del Embudo para tomarse una chicha en el histórico Chorro de Quevedo, y muchos otros planes que se tenían en la localidad más pequeña pero a la vez más turística de la ciudad.
Un sector muy concurrido y al que, por supuesto, los pequeños hostales le daban esa esencia para consolidarse como uno de los epicentros de la hotelería bogotana, con 66 de estos negocios registrados en 2018, según cifras del Instituto Distrital de Turismo (IDT).
“Muchos de nosotros estábamos acostumbrados a un buen flujo de ocupación. Por lo menos en mi hostal había que reservar mínimo dos semanas antes o no encontrabas disponibilidad, y normalmente el 95 por ciento de los visitantes eran extranjeros y el 5 por ciento, locales”, cuenta Óscar Payán, dueño del Hostal Botánico, ubicado en una antigua casa, lo que period el día a día de los hoteles en este sector de la capital antes de la dura actualidad.
La debacle
Con esta antesala, el sector hotelero preveía un 2020 optimista, para el cual la única meta period superar las positivas cifras de los años anteriores. Incluso, el comienzo del año pintaba bien, pues la tasa de ocupación de los hoteles period de un 52,46 por ciento en enero y un 67,68 por ciento en febrero, es decir, superaba el promedio con el que se cerró el año anterior.
Period una ilusión con la que cada vez más soñaban para seguir creciendo, pero de la que despertaron de manera abrupta por la llegada de la pandemia de covid-19.
Con la delicada situación de salud pública, comenzaron los cierres de establecimientos comerciales de todo tipo para evitar el aumento de los contagios, por lo que muchos entraron en una serie de disaster laborales y financieras. Los pequeños y medianos hoteles y hostales no han sido ajenos a esta problemática, pero el golpe sí fue más duro para ellos por la racha positiva que traían.
Paula Gómez, dueña del hostal Fátima, uno de los hospedajes más reconocidos de La Candelaria, cuenta que en un principio no medían la magnitud del desenlace del confinamiento. Debido a los cierres de viajes terrestres y aéreos, los huéspedes tuvieron que prolongar su estadía, lo que no solo fue un alivio económico, sino anímico, pero, como todo, no duró para siempre.
“Se nos quedaron unas 25 personas atrapadas en el hostal, y fue una experiencia muy linda para ellos y para nosotros. Porque para pasar la pandemia convivimos juntos, con gente de otros países, lo cual fue muy simpático”, contó.
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Esta fue una situación que, aunque ocurrió en todos los hoteles por los bloqueos de movilización descritos, se vivió de manera más humana en los negocios más pequeños, como cuenta Paula. Pero con las llegadas de los vuelos humanitarios y las reaperturas viales en los primeros meses de la pandemia, los huéspedes comenzaron a irse, lo que agudizó el panorama.
Los negocios se iban desocupando, y con ello llegaban las disaster financieras por el estancamiento de ingresos, las deudas por arriendos y los cierres parciales o totales.
Entre tristeza y desolación, los dueños de hostales y hoteles describen su precise situación. Por ejemplo, aquellas concurridas y alegres calles de La Candelaria, que se sostenían con el turismo, tuvieron que enfrentarse a otra realidad: negocios cerrados, muchos menos visitantes recorriendo sus calles y los dueños de pequeños negocios turísticos preocupados por el momento que vivían y la incertidumbre por el futuro.
Ahora, de aquellos numerosos hoteles y hostales que había en La Candelaria solo quedan alrededor de 10. Para Óscar ha sido difícil ver cómo colegas suyos con los que ha convivido en el sector tienen que cerrar sus establecimientos, que a pulso lograron sacar adelante. Al ser este un sector tan pequeño, allí todos se conocían y había lazos de fraternidad.
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Y las medianas y grandes empresas tampoco eran ajenas al sufrimiento de sus colegas de los pequeños negocios. Cotelco registró que la ocupación hotelera había pasado de ese 62,19 por ciento a una drástica caída del 20,39 por ciento, es decir, una baja del 41,8 por ciento (ver gráfico).
Aunque tienen mayor capacidad para sostenerse, los empleados de los hoteles más consolidados de Bogotá, ubicados en distintas zonas, como el centro histórico, la avenida Chile, la avenida 26, la calle 93 y otros puntos, contaron la complicada experiencia. El Lodge de la Ópera, uno de los más populares, es uno de los casos que muestran el viacrucis por el que han transitado los gigantes de la hotelería como consecuencia de la pandemia. Ubicado en la calle 10.ª con carrera 5.ª, este resort cinco estrellas pasó por una dramática época en la que incluso duraron cerca de cinco meses sin poder operar, quedando en el limbo su futuro.
“Fue un baldado de agua fría, porque veníamos de una recuperación en la ocupación. Teníamos la esperanza de que abriríamos pronto, pero vimos que la pandemia se prolongó. Y fue un duro golpe psicológico para todos los empleados, porque tuvimos que cerrar tras 22 años de funcionamiento. Incluso, tuvimos que recortar el personal para reducir las pérdidas”, relató Nohora Guzmán, gerente de La Ópera.
Este testimonio es solo un contexto de lo que desencadenó la disaster financiera en los hoteles, pues este gremio registró pérdidas mensuales, en promedio, de 197,75 mil millones de pesos entre marzo y diciembre de 2020, por efecto de las caídas en la tasa de ocupación. Además, la Cámara de Comercio de Bogotá mostró que de los 5.104 prestadores de servicios turísticos que trabajaban en 2019, al menos 674 perdieron sus empleos durante el año pasado; entre ellos, guías y private de servicios.
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A pesar de los altibajos, los empresarios son optimistas con respecto a un futuro esperanzador. Las reaperturas económicas vividas en la pandemia les permitieron volver a funcionar y descubrir formas de trabajo que antes no eran usuales. Con la ausencia de los huéspedes, que no eran solo turistas, sino personas que venían a Bogotá por viajes de negocios y necesitaban hospedaje por unos días, las dinámicas laborales cambiaron.
Uno de los principales cambios en un comienzo fue funcionar solo como restaurantes y bares, cuando hubo la reapertura de estos sectores. Si bien la gran mayoría de hoteles ofrecían ese tipo de servicio, lo fortalecieron para mitigar el impacto de, temporalmente, no poder hospedar visitantes.
Pero desde que les dieron luz verde para el hospedaje, notaron una nueva y curiosa tendencia. Antes de la pandemia, el porcentaje de huéspedes eran en su mayoría extranjeros, y con el confinamiento fueron colombianos los que más se alojaron en estos espacios.
En febrero de 2020, justo antes de la pandemia, el origen de los huéspedes period en un 63 por ciento extranjeros y un 37 por ciento colombianos. Pero en ese mismo mes del presente año, los papeles se invirtieron y ahora la mayoría eran hospedados locales, con un 62 por ciento, ante la cuota internacional del 38 por ciento, de acuerdo con datos del Observatorio del IDT.
Aunque esto sería algo lógico por las restricciones, tanto Óscar como Paula y Nohora comenzaron a notar que los huéspedes en su mayoría no eran de otras regiones del país, sino ciudadanos de Bogotá y zonas aledañas. Ellos cuentan que nunca había sucedido, pero que fue positivo el nuevo tipo de clientela: personas que querían escapar de la cotidianidad de sus exhaustas jornadas laborales, parejas que deseaban relajarse un fin de semana, jóvenes que hacen coworking desde su hospedaje de preferencia y otro tipo de razones.
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Óscar relata que esto es importante para impulsar a que los citadinos se apropien de sus riquezas locales. “Nos ha tocado trabajar turismo local, con turistas de aquí. Tenemos personas que quieren vivir una nueva experiencia, estar en restaurantes, sitios históricos, y es muy lindo porque hay muchos bogotanos que no conocen La Candelaria”, complementa Paula.
Ahora los empresarios y empleados del sector guardan la esperanza de salir rápido de la situación precise. Aunque cuentan que han sido satisfactorias algunas experiencias que han vivido durante la pandemia, aceptan que la recuperación no ha sido complete, por lo cual siguen haciendo lo posible por sostenerse con este nuevo nicho de mercado que han experimentado.
SANTIAGO BUENAVENTURA
Especial para EL TIEMPO
” Fuentes www.eltiempo.com ”