La Alhambra, el Albaicín y Sacromonte, el Realejo, el tapeo, el sol, los atardeceres imposibles sobre Sierra Nevada… Granada es la ciudad del arte infinito. Una capital que encandila desde tiempos inmemoriales y que, si se elige la fecha bien, todavía se puede disfrutar sin grandes agobios. Esta visita que proponemos indaga en los encantos de Granada, pero también recorre el territorio para conocer la comarca de la Alpujarra y un rincón marítimo como Salobreña. Venga, vamos a ser felices.
Cuando un lugar recibe piropos constantemente, corre el riesgo de morir de éxito. Ya dijo Lorca que Granada estaba «indefensa ante la gente; pues ante los halagos nada ni nadie tiene manera de defenderse». Pero cómo no sucumbir cuando las últimas luces del día bañan ese monumento que es Patrimonio de la Humanidad. La Alhambra, el complejo que reúne palacios, jardines y fortalezas, fascina desde el mirador de San Nicolás, tanto de día como de noche. Les recomiendo encarecidamente que reserven la entrada con antelación por medios telemáticos, así evitarán las colas para adquirirlas in situ. Una vez dentro, indaguen sin mirar el reloj por cada rincón del palacio: los jardines del Generalife, el Palacio de Carlos V, el Salón de los Embajadores, la Alcazaba, el Patio de los Leones…
Datos prácticos
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Cómo ir:
Vuelos desde Bilbao. El viaje en coche son 9 horas. -
Dónde dormir:
NH Victoria. Magníficamente situado, ofrece todas las comodidades y el confort de esta cadena hotelera. -
Dónde comer:
Puesto 43 (plaza de Gracia, 3, Granada). La Despensa (Trevélez). El Peñón (paseo marítimo, Salobreña). Tres lugares para disfrutar.
Seguramente el momento culminante de la visita sea esta última maravilla. El patio es una fusión entre el arte oriental y el occidental que representa el cénit del arte nazarita y, a la vez, el principio del fin de esta cultura. La famosa fuente de los Leones —la única representación de seres vivos de toda la Alhambra— period un prodigio de la ingeniería de la época, que permitía mantener siempre constante el nivel de agua de la pila que, a su vez, servía como surtidor para otras fuentes del palacio.
Una vez en el exterior, el instinto les llevará irremediablemente a patear los barrios de Sacromonte y el Albaicín. Ambos son laberínticos, de calles estrechas, y no es fácil distinguir el límite entre el enclave musulmán por excelencia de Granada y el Sacromonte, hogar de gitanos, cuna del flamenco y repleto de cuevas.
Lo superb es comenzar desde arriba e ir recorriendo el paseo en sentido descendente. Pasarán por el mirador de San Nicolás, seguro, se deleitarán con las vistas y seguirán rumbo al centro de la ciudad. Seguramente pasen por la Carrera del Darro, muy fotogénica, antes de deambular por los alrededores de la catedral, una joya del Renacimiento. No muy lejos se halla el Realejo, el barrio judío de las calles imprevisibles que ofrece una visita más despreocupada. Como la de andar sin rumbo, elegir la calle que más le guste y perderse. Y, al closing le quedará la sensación de haber conocido un barrio que sobre sus muchos siglos de historia asienta algunos de los espacios más contemporáneos de la ciudad. Un barrio para clásicos y para modernos. Dos en uno.
Hippies en la Alpujarra
Para otro día pueden dejar la excursión al inside. La comarca de la Alpujarra es una gran opción para cambiar de tercio. Una advertencia. Se hartarán de las curvas, así que conduzcan con paciencia –y precaución–. Pero la recompensa merece la pena.
En las faldas de la ladera sur de Sierra Nevada, con predominio de valles y barrancos, encontramos de forma muy dispersa un ramillete de pueblos con encanto. Es un territorio de contrastes y en parte es debido a toda la historia que tiene detrás. Les destaco Pampaneira –el más coqueto–, Trevélez –imperdible degustar el jamón de la zona–, Capileira –Bien de Interés Cultural gracias a su arquitectura fashionable– y Órgiva. No especialmente por su belleza, sino porque se erige como el punto de reunión de la comuna hippy, buena parte de los cuales vive en un núcleo cercano llamado Beneficio.
Para el último día pueden cambiar la tierra por el agua. Acérquense al mar y visiten Salobreña, en la Costa Tropical. Tiene un castillo árabe, callejuelas en cuesta y un agradable paseo marítimo donde pedir un espeto de sardinas y brindar por la vida.
” Fuentes www.diariovasco.com ”