La recuperación turística tras la primera fase de la pandemia sigue estando aun sometida a los posibles nuevos brotes, los controles en destino y la estrategia de vacunación (tanto en los mercados emisores como en el destino), lo que nos traslada a un escenario propicio para hacernos algunas preguntas.
Una de ellas, acaso la más importante, tiene que ver con la modernización del sector por un lado, y las herramientas útiles para hacerlo rentable en beneficio de la reactivación económica del Archipiélago por otro. Esto es particularmente cierto en la actividad alojativa, que por fortuna se midió a la pandemia en mejores circunstancias estructurales y financieras, amparada en dos argumentos: una década de buenos resultados y una gestión adecuada de la bonanza, lo que permite afrontar el reseteo de la actividad en condiciones favorables para regresar a los mercados.
Casi atravesado el desierto de la facturación cero y los empleos en la situación de “stand by” de los ERTE, los hoteles canarios se miden a una nueva realidad, no exenta de riesgos, que es preciso transformar en retos. Uno de ellos pasa por la “liquidez de sus estructuras productivas”, no entendida como objetivo en sí mismo sino como instrumento para la modernización y el crecimiento de las instalaciones y los modelos de negocio. Porque la búsqueda del cliente, que al closing es la palabra clave a la que no siempre hacemos referencia, pasa por crecer, con solvencia y en los plazos adecuados. Eso es la excelencia.
Llevo algunos meses observando con interés las iniciativas que se van poniendo en marcha en Canarias y que intentan vincular la inversión colectiva procedente de sectores diversos de nuestra economía con la inversión en la adquisición y/o renovación de inmuebles turísticos. Nuestro Régimen Económico y Fiscal, que fija un prometedor e insuficiente explorado vínculo entre los instrumentos de inversión colectiva y los fondos procedentes de la Reserva para Inversiones en Canarias (RIC), concebida precisamente para trasladar el ahorro fiscal societario y destinarlo a los sectores de actividad con margen de crecimiento. El turismo es uno de ellos.
En el fondo, se trata de un mecanismo que puede ser asimismo explicado como un método de colaboración público-privada: hablamos de recursos detraídos de la recaudación fiscal pero utilizados en beneficio de la inversión productiva, la que crea empleos, salarios, beneficios y, en definitiva, nuevos ingresos fiscales futuros. Y ahí entra el principio de eficiencia, porque el ahorro fiscal debe ir allí donde se necesita, es decir, donde hay proyectos viables, porque de lo contrario la RIC sufre el riesgo de quedarse inactiva por ausencia de destinos para la inversión, y, peor, alimentar burbujas, es decir, malgastar el esfuerzo fiscal en actividades especulativas o en sectores con sobrecapacidad, con nefastas consecuencias. Con el compromiso ineludible de fijar el ahorro fiscal al territorio. Es decir, no se está ante un mero ahorro en lo que a la factura fiscal se refiere. Se trata de utilizar el rendimiento económico del tejido productivo en professional de la cohesión economica y social de Canarias
Otro aspecto relacionado con la inversión colectiva destinada a la renovación turística creo que es digno de comentario, en la medida que abre también nuevas perspectivas. Me refiero a la capacidad del sistema productivo canario para alimentar, al amparo de nuestro propio fuero fiscal diferenciado, el desarrollo de su sector más pujante, el que ejerce de locomotora para nuestra economía.
El Archipiélago es históricamente un receptor neto de inversión foránea vinculada al auge del turismo, pero sigue abierto el debate -a veces con argumentos, a veces sin ellos- sobre el retorno colectivo del negocio turístico generado en las Islas, sobre su aportación actual con el progreso de las Islas. Desde ese punto de vista, la inversión colectiva de beneficios obtenidos en las Islas y reinvertidos en el turismo de las Islas es un ejemplo claro de círculo virtuoso, en mi opinión. Incluso con la intencionalidad de darle un comportamiento anticíclico al propio REF, complementando su instrumentación procíclica inherente que ya tiene ofreciéndole, si cabe, mayor legitimación social al turismo como fuente de ingresos y de orgullo.
Es un instrumento favorable para apuntalar la “canariedad” de nuestro sector turístico, entendida la misma como la capacidad de producir bienestar y alcanzar a todos los sectores de la población haciendo algo para lo que hemos demostrado sobrada competencia: ser un destino turístico competitivo a escala mundial.
Ricardo Fdez de la Puente Armas
@RicardoFPA
www.ricardodelapuente.es
” Fuentes www.hosteltur.com ”