Si quiere desconectarse, Janeth Portocarrero se lo ofrece en Chucheros, una playa de Bahía Solano, a unos 40 minutos de Buenaventura en lancha.
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Es en serio. Incluye un tour por la playa, un estero que tiene tres cascadas de agua dulce, caminar tranquilo y un delicioso almuerzo al que debe llegar con hambre, porque es abundante.
Tiene los frutos de ese mar Pacífico bello, de aguas oscuras, misterioso, que desde la loma donde está la casa de Janeth se ve majestuoso.
Y es que esa es la sobremesa, si se quiere. A la casa de Janeth se llega luego de subir unos 50 escalones de madera, y la vista no puede ser más hermosa: mar y naturaleza, sonidos de aves y el ruido del agua.
Ella y su familia tienen historias, todas bonitas, porque son resilientes y han construido desde el amor y la unión. Oriundos de El Charco, Nariño, llegaron a Playa Chucheros hace unos 18 años, ella, sus padres, sus hijos, todos.
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Hoy sus hijos son profesionales, pero siguen ayudando a su mamá y a su abuela con el restaurante y la venta de productos como camisetas y viche curao, que hacen allí mismo, ese destilado que es nativo de la región y que una ley protege.
Sirve para curar el cuerpo y el alma, y se usa desde hace siglos. Nace de una caña de la zona, no la de los ingenios, y los sabedores le ponen hierbas medicinales. Janeth habla del viche y también cuenta historias maravillosas.
“El año pasado, a finales de noviembre, todavía complicados por lo de la pandemia, me vine a mirar el mar y a pensar, porque él me ayuda a avanzar, y llegó el milagro del día: una ballena y su ballenato saltaron y me dieron ese regalo de despedida. Estaban quedados, porque ellos se van en octubre. Y así es aquí, todo el tiempo, regalo tras regalo”.
Bahía Solano, Juanchaco, Ladrilleros son puntos importantes del turismo del Valle del Cauca, que el departamento promueve como destinos en un departamento que, sin olvidar a Cali, quiere mostrar que hay planes para descanso, deportes extremos, conocer del vino, apreciar el arte, deleitarse con los mejores platos y disfrutar de lo que hay en un lugar con todos los climas.
Para disfrutar de este espacio marino hay que llegar a Buenaventura por vía aérea o por carretera desde Cali. Este último es un viaje de unas tres horas que, además, se puede hacer por Buga.
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Y si tiene como guía a Germán Jiménez, de Viajes Che, pues es más la ganancia. Emprendedor nato, su relación con la naturaleza y el departamento del Valle es de cuerpo y alma. A cada paso enseña algo con pasión infinita, y más si es en Bahía Solano.
Cuenta que en un paseo por esta zona sus papás, que ya pensaban que “habían cerrado la fábrica”, se llenaron de magia y amor y de ahí salió él, a quien le dicen Paseíto.
Conoce datos y cifras y es un amante del Pacífico. Tiene amigos en el puerto donde salen las lanchas y en esa Buenaventura llena de historias difíciles, pero bella.
La ciudad tiene muy buenos hoteles y restaurantes. Kalunga y el Café Pacífico son dos opciones. El primero, una reconstrucción de un poblado del Pacífico colombiano, con sus sitios de medicina tradicional, belleza, música y comida. Es el emprendimiento de 12 mujeres amigas y solidarias, que hicieron préstamos y retiraron sus cesantías para el negocio que arrancó a finales del 2019. El día que decretaron la pandemia habían llegado al punto de equilibrio. Por eso no se quebraron y soportaron hasta que pudieron reabrir.
El segundo, un restaurante de alta cocina del Pacífico donde todos los platos se maridan con el viche y sus derivados.
Después de dejar el puerto, la carretera al centro norte del Valle, por Buga, llega a La Unión, donde está Casa Grajales con su variedad de vinos, una empresa que ha luchado por ofrecer esta bebida cada vez más rica al paladar.
El tour del Museo de la Uva empieza con la experiencia de pisar este fruto, como se hacía hace siglos para sacar el jugo. No hay necesidad de ser virgen, como en algunos lugares de la Europa antigua, solo dejarse llevar por esa sensación extraña antes de pasar al viñedo, donde son las mujeres, precisamente, las que se encargan de la fruta.
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Una de ellas es Luz Helena Zamora, que lleva 22 años en el oficio y con este trabajo ha criado cinco hijos.
En esta región, donde nació Casa Grajales en 1935, se produce el 85 por ciento de la uva que da el Valle del Cauca. En el recorrido cuentan cómo se hace el vino y se pasa a las bodegas llenas de botellas. Se termina con una pequeña clase de cata que hay que disfrutar.
Allí, las noches son claras y frescas, y varios hoteles quieren que los huéspedes sigan desconectados. Los Viñedos es uno de ellos. Las habitaciones son grandes, con un gran balcón que incluye hamaca y un solo conector para todo: celular, computador, secador y pinza.
En las noches las comidas también son con cata y mucha historia de la zona, una de las más prósperas del departamento, con unas tierras ricas en frutos.
Y en Roldanillo, a media hora, hay deportes extremos como parapente, un plan que los aires de la zona benefician.
Pero no solo eso. Cuna del maestro Ómar Rayo, la visita al museo con obra del artista y de otros maestros del arte moderno llevan a dar varias vueltas por este municipio mágico del Valle del Cauca, que es una gran galería de arte a cielo abierto y cuyas noches tienen el encuentro en restaurantes y bares en el marco de su plaza.
La tumba del maestro Rayo está allí en su museo, con su epitafio: ‘Aquí cayó un Rayo’, cumpliendo su última voluntad.
Y antes de dejar este Valle del Cauca próspero, caluroso en su clima y en su gente, Cali lo espera. Clases de salsa en la escuela de El Mulato, rumba, visita a su centro histórico con sus calles angostas, nostalgia de tiempos idos con edificaciones que recuerdan el pasado, lo invitan a comer platos típicos.
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En Alquimia Cocina Estudio, cada comensal puede ayudar a preparar su plato, picando verduras y dándoles vuelta a los camarones con la supervisión del chef Luis Fernando Ramírez.
Y, además, esta Sensorium, una nueva experiencia que tiene sonido de marimba de chonta, cocineras tradicionales que les ponen turbantes a las mujeres, y en la mesa, mientras se come, pasa el mar Pacífico por entre los cubiertos gracias a un gran trabajo de mapping.
Así es el Valle a vuelo rápido, pero lo cierto es que 22.195 kilómetros cuadrados que se extienden desde el mar Pacífico hasta la cordillera Central tienen mucho que ofrecer.
* Viaje por invitación de la Secretaría de Turismo del Valle del Cauca
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
ENVIADA ESPECIAL DE VIAJAR
En Twitter: @ViajarET
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” Fuentes www.eltiempo.com ”