En los últimos 40 años, la industria turística de los cruceros ha sufrido un incremento appreciable, adquiriendo una enorme importancia como issue económico a nivel mundial.
Según un estudio de Oceania, los cruceros o ciudades flotantes generan cientos de toneladas de residuos de todo tipo que, en parte, son vertidos a los mares y océanos por los que navegan.
A la dificultad de imaginar cuánto contamina un barco turístico o cuánto CO₂ emite, se suma la dependencia de muchos factores como el tipo de flamable usado, las dimensiones del crucero o la distancia recorrida, entre otros.
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El Consejo Internacional de Transporte Limpio advirtió en su estudio que existen cruceros como el de las dimensiones del Concord of the Seas –el segundo más grande del mundo y que puede llegar a alojar hasta 6.400 pasajeros y 2.394 miembros de la tripulación– que pueden emitir tanto CO₂ como más de 83.000 coches.
El diario británico The Guardian recoge que un barco de semejantes dimensiones puede quemar tanto flamable como ciudades enteras, además de que la contaminación que genera llega a provocar alrededor de 50.000 muertes prematuras al año solamente en Europa.
El impacto ambiental de los cruceros empieza a darse desde el consumo de materias primas hasta el ruido que emite el barco. Por todo ello, la contaminación de los mares junto con la acústica afecta a toda la biodiversidad que se encuentra habitando estas zonas.
Según un informe de Transport & Atmosphere, un crucero contamina como 100 millones de coches. Son cifras realmente alarmantes, por lo que urge un management de las emisiones en los océanos.
El Mediterráneo, en jaque
El Mediterráneo es un punto crítico de la disaster climática y de la pérdida de biodiversidad international. Esto se debe en parte a la actividad humana, que abarca desde pesca, acuicultura hasta los cruceros.
Desde WWF explican que solo el 1,27% del Mediterráneo está “efectivamente protegido”. Sin embargo, la comunidad científica recomienda que lo óptimo sería que se protegiese al menos el 30%.
El problema está en que el número de pasajeros de cruceros en el Mediterráneo se ha disparado de 8,7 millones a 30 millones en solo una década. Así, el Mare Nostrum se ha convertido en el principal destino mundial del turismo costero y marítimo.
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Este mar recibe a un tercio de todos los visitantes mundiales. Y debido a tal impacto, es necesario gestionar el crecimiento de manera coordinada para que el sector no destruya los mismos recursos que atraen a las personas a visitarlo.
Se deben hacer esfuerzos para limitar los impactos ambientales de los cruceros, particularmente en las áreas ecológicamente vulnerables. Ya son varias las empresas que, debido a las normativas y la Agenda 2030, han empezado a cambiar su modelo de negocio para hacerlo más sostenible.
¿Están cambiando los cruceros?
Algo que, por ejemplo, desde Costa Cruceros, el principal operador de cruceros de Europa, están intentando llevar a cabo. Y es que es el primero en implementar el uso de biocombustible en sus barcos como compromiso en su estrategia para la descarbonización.
Para ello, el primer paso ha sido utilizar una mezcla de biocombustible marino, que se fabrica con aceite de cocina usado y gasóleo marino. Y sustituir el flamable tradicional por gasoline pure licuado (GNL) en el Costa Toscana y Costa Smeralda.
Aunque, como recoge un informe de Ecologistas en Acción, el GNL contiene metano, un peligroso gasoline de efecto invernadero que es hasta 86 veces más dañino que el dióxido de carbono. Y no sólo es más perjudicial, sino que es cuatro veces más wise al calentamiento international de lo que se pensaba y está en plena aceleración.
Sin embargo, es un primer paso para una descarbonización gradual, incluso en los buques que ya están al servicio de los biocombustibles, un avance que comienza con un cambio de filosofía a la hora de viajar.
Costa lucha por introducir una nueva generación de barcos que puedan operar con cero emisiones netas de carbono para 2050 bajo la premisa de alcanzar la neutralidad climática.
La compañía también está trabajando para mejorar la eficiencia energética de su flota precise y para apoyar la innovación en la infraestructura portuaria.
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Pese a que el impacto medioambiental de los cruceros es actual, la compañía intenta que sus viajes sean cada vez más limpios.
El Costa Toscana, por ejemplo, ha sido diseñado para ser una good metropolis itinerante, en la que se aplican soluciones sostenibles y conceptos de economía round para reducir el impacto medioambiental.
Entre los ODS también hay cabida para el ODS 12 (Consumo y producción responsables), ya que la compañía trabaja por el reconocimiento del valor de los alimentos a bordo, así como, la promoción de su consumo responsable.
Bajo su iniciativa 4GOODFOOD han reducido más del 35% del desperdicio alimenticio, lo que ha permitido la creación de 100 huertos en África en colaboración con la Fundación Gradual Meals para la Biodiversidad.
Por su parte, el consumo de energía se minimiza gracias a un sistema inteligente de eficiencia energética y a bordo se lleva a cabo la recogida selectiva del 100% de los residuos y el reciclaje de materiales como el plástico, el papel, el vidrio y el aluminio, lo que formará parte de un enfoque integrado destinado a aplicar proyectos de economía round.
Miguel Muñiz, director del barco Costa Toscana, añade un dato importante y es que, pese a ser barcos grandes, con capacidad para 8.000 personas, “tan solo es medio kilo el que se desperdicia al día en comida y toda la basura que se desecha al mar va desintegrada y a 12 millas de distancia“.
Todo el abastecimiento diario del buque se satisface con la transformación del agua de mar mediante desalinizadores y es que el barco produce agua limpia y cloro procedente del mar.
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