Hacer turismo en verano no siempre implica darse un baño de multitudes. Hay alguna que otra forma de viajar sin asumir que se tendrá que lidiar con hoteles abarrotados y playas sin un metro de enviornment libre. En busca de estas alternativas en una época en la que toca mezclarse lo imprescindible –el Covid-19 sigue ahí–, han tomado protagonismo planes más exclusivos y, sobre todo, seguros. Si el primer verano tras la cuarentena se pusieron de moda
las autocaravanas para descubrir
destinos cercanos por carretera, este año lo que apenas quedan son barcos de alquiler en el Mediterráneo. Ya en marzo las agencias colgaban el cartel de completo. O casi: period difícil encontrar uno disponible para este verano. «El año pasado ya hubo gente que descubrió
esta forma de viajar que permite aislarte. Pero este año la demanda es bestial», califica Luis de Paz, fundador de MundoExpedición y BespokeTravelSpain, conocedor del sector, que recupera una imagen del verano pasado para ilustrar la situación: «La visión desde la costa de Baleares recordaba a la bahía de Hong Kong, con el mar repleto de lucecitas de la multitud de barcos fondeando durante la noche».
Muchos de los que se atrevieron a embarcar el año pasado descubrieron que ni es solo para élites muy adineradas ni requiere de experiencia o conocimientos de náutica. No se puede decir que sea muy barato, pero tampoco inaccesible. «¿Acaso lo es una semana de estancia en un lodge de buena calidad en Mallorca o Ibiza?», se pregunta De Paz, quien sostiene que hay precios ajustados para disfrutar en familia o en grupos de amigos. ¿Le seduce? ¿Cambiaría pisar tierra por nadar en mar abierto? Si se lo plantea, tome nota. Hay algunas premisas a tener en cuenta antes de levar anclas.
¿Nivel grumete? Donde hay patrón…
Si para usted un nudo es aquel que le hace a la bolsa del súper y una vela la que enciende para darle aroma al salón, está claro que no ha pisado un barco en su vida. Pero esto no es un inconveniente. Prácticamente todos los de alquiler ofrecen la posibilidad de contratar el servicio de un patrón. Incluso
si se sacó el carné pero no está ducho, es la mejor opción. Esta persona será la encargada de llevar el timón y atender a todas las necesidades de la nave, para que el grupo no tenga que preocuparse de más que de
la organización de las comidas, de ordenar y limpiar y de realizar pequeñas tareas de mantenimiento que, lejos de ser tediosas, permiten conocer un poco más del bonito mundo de la náutica. «El patrón no está más que para llevar la embarcación, eso sí; no es un asistente. Es más, el grupo debe hasta hacerle de comer o que coma con ellos en un restaurante, si esta es el plan», explica Sofía Sánchez, comercial de Globe Sailor, una de las agencias de referencia en alquiler de barcos. Si se quiere subir el nivel del presupuesto, es posible contar con un azafato o una azafata.
Cuestión de metros: del velero a la goleta
Salvado el escollo de la experiencia, hay que elegir barco. La diferencia la marcará el número de personas que componga el grupo que va a viajar y se dividen por metros de eslora y número de cabinas. Los presupuestos más ajustados optan por los veleros, con un solo casco, en el que pueden navegar unas 6 personas y que cuente con tres cabinas o camarotes. «Si se elige patrón y tripulación hay que contar con que duermen también en el barco», recuerda Sánchez. Lo más recurring en el Mediterráneo es alquilar catamaranes, con doble casco y más cabinas, que admiten grupos de hasta 10 miembros. Además de las habitaciones, los barcos «son casas flotantes» totalmente equipadas. Cuentan con cocinas completas, baños, tomas de corriente y algunos ofrecen hasta wifi como additional. Eso sí, «hay que cambiar el chip en los hábitos mientras se esté a bordo», advierten desde la citada empresa de alquiler. En resumen,
hay que minimizar el gasto energético.
Cambie el chip: gasto cero
Esto tiene que ver, sobre todo, con la electricidad y de agua. Las duchas tienen que ser cortas e imprescindibles y, por ejemplo, hay que fregar los platos como si hubiese sequía. Los víveres que se lleven al embarcar deben requerir poca refrigeración y menos elaboración. La plancha del pelo, mejor déjela en casa y elija ropa que, además de ser cómoda, no necesite acicalamiento alguno. «El agua se transporta en depósitos dentro del barco y hay que ser muy austeros. De igual modo sucede con las reservas de baterías.
Lo regular es que el barco vaya atracando en puerto, mínimo cada dos días, y pueda reponer, pero en el mar hay que gastar lo mínimo», apunta Sánchez.
No es un crucero: así es la vida abordo
Si estas cuestiones de confort se le antojan un hándicap, consuélese con que los viajes suelen durar
máximo una semana: siempre, de sábado a sábado. Así, no espere un viaje crucero, porque no da para más que un destino. Hay que elegir la isla a visitar. «A veces el tiempo ni da para dar la vuelta a Cerdeña, por ejemplo». Como mucho, se navega dura tres horas seguidas cada día para no saturar a la gente. Durante el día, además de recoger todo (en el baco no puede estar nada fuera de su sitio) se pueden
practicar deportes acuáticos (padel surf, buceo…), pescar o sencillamente nadar en mar abierto. Al atardecer se tiran las anclas, se fondea y el grupo se prepara para salir de paseo o cenar.. Si se ha llegado a puerto (algo que se recomienda hacer mínimo cada dos días para malestar), se puede pasear la isla, probar restaurantes…
El patrón se encarga de llevar y recoger al grupo en barcas auxiliares. Otra opción es cenar abordo al atardecer. «Lo que nos cube la experiencia es que
la gente se va a la cama pronto porque navegar cansa. El cuerpo está haciendo un esfuerzo continuo porque el barco, no lo olvidemos, se mueve», aconseja la comercial. Resulta obvio, pero no está de más recordarlo: En el equipaje no pueden faltar los fármacos antimareo.
Según sople el viento: ¿qué isla elegir?
De cualquier modo, hay destinos más movidos que otros. Grecia, por ejemplo, no se aconseja en julio y agosto para clientes con poca experiencia porque los vientos suelen soplar fuerte. «Se puede llegar a pasar mal», reconocen desde Globe Sailor, aunque recuerdan que el de barco es un turismo «completamente seguro». Los destinos más habituales para visitar en velero y catamarán son las Islas Baleares, Cerdeña y Grecia. Para Croacia y la Costa Amalfitana se suelen elegir las goletas. Estos barcos, de mayor eslora y capacidad, incluyen tripulación y son adecuados para travesías más largas. «También existe la opción de alquilar un yate, pero ya nos vamos a presupuestos de más de 30.000 euros la semana (solo el alquier), por lo que están enfocados a un sector premium. Lo que más vemos son
familias y grupos de amigos en catamaranes. Para los niños es una opción divertida», concluye De Paz.
A saber antes de levar anclas
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Precio.
1.000 euros es el precio medio (persona/semana) que hay que tener de presupuesto. Si se trata de veleros, con grupos de seis personas (incluido el patrón), el precio puede ser de 800 euros en el mes de julio por ejemplo, para Baleares. El catamarán, con más capacidad para 8 personas, sube a 1.200. Al margen del alquiler, hay otros gastos como las plazas en puerto (entre 40 y 200 euros, dependiendo del puerto donde se atraque), las propinas para la tripulación, los víveres, el flamable, el salario del patrón, entre otros additional. -
Con o sin experiencia.
Para navegar no hace falta tener experiencia; los barcos se pueden alquilar con un patrón. Los honorarios suelen rondar los 1.200 euros la semana. Es la opción más buscada por el cliente español a diferencia, por ejemplo, del francés, más experto. -
Travesías.
Cuatro es el número máximo de horas que puede durar una travesía de navegación para llegar a uno u otro destino. Más pueden causar malestar en los navegantes poco expertos. Cada dos días se recomienda, como mínimo, pisar tierra. -
Flexiblidad.
Navegar implica dejarse llevar. Especialmente, por los vientos. Se puede tener una plan de viaje previo, pero las condiciones meteorológicas son las que mandan y hay que saber adaptarse. -
Grupos.
Los catamaranes, las embarcaciones más comunes de alquiler en el Mediterráneo, admiten hasta 12 personas (tripulación incluida) gracias a su doble casco. -
Riesgos.
Navegar no es peligroso, pero sí hay que cumplir con ciertas normas, además de aceptar que el barco se moverá (a veces mucho) y que el 100% del confort no existe.
” Fuentes www.elcorreo.com ”